agosto 25, 2025

La noche eterna de diciembre

By In Especiales

Por: Alberto López

I can’t sleep tonight

Everybody’s saying everything is alright

Still I can’t close my eyes

I’m seeing a tunnel at the end of all of these lights

Sunny days, where have you gone?

I get the strangest feeling you belong

Travis en Why Does It Always Rain On Me?

Sabía que esa relación estaba en su tiempo extra desde hace semanas, pero ambos nos resistimos a ponerle fin. Terminar nunca es un asunto sencillo y tampoco es como que existan los mejores momentos para ello. Lo cierto es que cuando ocurre hay un golpe de emociones y, en mi caso, circunstancias que me hicieron sentir como en el final de temporada de una mala serie dramática. 

Días atrás había regresado de un viaje que fracasó como vacaciones y que terminó con una discusión muy fuerte con mi hermano mayor. Pensé que al regresar las cosas mejorarían, pero me agarró una infección entre estomacal y respiratoria marca demonio que me aisló prácticamente de todos.

La cosa no mejoró. Aquella noche de diciembre es inolvidable por cómo terminó todo. De manera casual ella y yo fuimos al restaurante-bar donde tuvimos una de nuestras primeras citas siete meses atrás. 

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El Cuartel del 15 no era de mis sitios favoritos y menos porque en los últimos años se había encarecido, aunque algo que me hacía admirar el lugar es que fue de los pocos establecimientos que sobrevivieron a los tiempos de mayor inseguridad en Torreón. 

Foto de Segev Vision: https://www.pexels.com/es-es/foto/dos-vasos-transparentes-llenos-de-cerveza-1267151/

Esa noche no estábamos solos, su hermana nos acompañó un rato y  escuchamos algunos covers de bandas pop dosmileras, no era algo precisamente de mi gusto pero igual en ocasiones me divertía con ello. 

Ella y su hermana hicieron algunas peticiones mediante un pequeño papel que hacían llegar a la banda. Rosa pastel de Belanova fue la canción que por meses me causó sentimientos encontrados y ahora solo me da risa recordarlo por esa noche.

Recuerdo que luego de las canciones nos quedamos hablando solos porque su hermana se fue antes. Hablamos relativamente bien y normal por el resto de la noche, pero la bomba vino cuando ya era hora irse y pedir el Uber para dejarla en su casa. 

Al salir soltó: “Quiero mucho a tus papás, quiero que sepas”. Le respondí que ellos también la querían mucho, pero después lanzó: “Vamos a terminar, es que ya no me veo casada contigo”

Lo que siguió fue quedarme helado, paralizado y apenas pude decirle que no esperaba eso. No pude hablar con ella porque cargaba la losa de advertencias previas de que al cumplir un año de novios quería un compromiso de matrimonio. Me abrazó y me dio un beso en la mejilla para después irse.

Luego de permanecer afuera del establecimiento por un rato, decidí irme a casa a pie. Fue una de las caminatas más largas que he tenido en mi vida. Al estar más cerca de mi departamento, en pleno centro de la ciudad, escuché una patrulla, alcancé a verla y me asusté. 

Los policías lo notaron, me marcaron el alto y descendieron de la unidad. Me cuestionaron el motivo de que al verlos me asustara y me preguntaron además si andaba haciendo algo indebido. En ese momento pensé lo peor, durante ese año las noticias de extorsiones policiacas y agresiones eran constantes, nadie se salvaba. Incluso tengo amigos que tuvieron muy malas experiencias. 

Foto de Kelly de Pexels: https://www.pexels.com/es-es/foto/ligero-ciudad-carretera-noche-4394366/

Una parte de mí estaba frustrada por lo sentimental y a la vez molesta porque me sentía como en el final de temporada de una serie mala en la que el protagonista termina en los separos. Mi reacción no fue la mejor, pero me salvó. 

Les dije que sí, que tenía miedo, que había leído noticias de cómo los policías agredían y golpeaban a ciudadanos para robarles dinero. 

A pocos segundos de soltarlo, noté la mirada penetrante de uno de los policías, sentí sus ojos intimidantes como una expresión de “¡hijo de la chingada!”. Lo curioso y raro fue que el policía me respondió como si estuviera conteniéndose para no gritarme, afirmó que ellos no hacían eso, que cómo se me ocurría creer eso porque había cámaras en toda la ciudad, vigilando. 

Al final me dejaron ir con un consejo: “¡Busque ayuda, no puede estar así de paranoico siempre!”.

Llegué a mi departamento. Me recosté y empecé a desesperarme, sentirme horrible y llorar. Le dejé mensajes a una de mis mejores amigas y a mi psicóloga con la esperanza de que alguien me contestara para desahogarme.

Mi amiga sí lo hizo y le conté lo que pasó, me escuchó un buen rato y luego decidí dejarla dormir. Me puse a escuchar música para intentar calmar la ansiedad y recordé una canción de Travis:  Why Does It Always Rain On Me? Y me sentí identificado como nunca me había sentido con esa canción. No dormí esa noche, era despertar una y otra vez.  

Mis gatos se pusieron inquietos y uno de ellos —caracterizado por su mal humor—se me acercó y ronroneó, luego sentí una especie de regaño porque maullaba raro al verme llorar. 

Así comenzaron las noches más largas de ese año que, con los sentimientos del invierno y las fiestas navideñas, se pusieron más intensas. 

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