agosto 25, 2023

Las (no) memorias de una noche en Barcelona

By In Especiales

Por: Luz Andrea VC.

Recordar esa noche me hace cuestionarme los límites de la realidad y la fantasía, de cuánta ficción hay en nuestros recuerdos. 

Volver a contar las historias las erosiona, las reinventa a modo propio. Y beber cantidades piratescas de alcohol también. 

Empiezo aclarando esto porque mi desvelada más memorable no pareciera, paradójicamente, ser la que más recuerdo. Nunca he logrado hilar los acontecimientos ni entender exactamente el orden de sucesos. Tengo más que nada escenas, fotografías, en donde debería haber una película. Así que advierto que lo que contaré está sujeto a futuras interpretaciones y lo ahora narrado es lo que creo que pasó. 

Me encontraba mochileando por Europa con mi hermano, quien, por ser el mayor, estaba a cargo de ser el adulto responsable y cuidarme. Al menos eso es lo que querían creer mis padres para sentirse más tranquilos

Tal vez te interese leer: Cuando no esperas nada de la noche…

Nos encontrábamos en Barcelona, en Casa Batlló, para ser exactos. Yo había pagado mi entrada para visitar el espectacular recinto, pero mi hermano había preferido esperar afuera, pues ya lo había visitado antes y prefería guardar sus euros en actividades más propias de la edad, como la parranda y el alcohol. Uno debe tener claras sus prioridades cuando se cuenta con un presupuesto apretado y un falafel al día como única comida

Foto de Alexey Komissarov: https://www.pexels.com/es-es/foto/ciudad-paisaje-edificios-arquitectura-9255685/

Me encontraba visitando uno de los pintorescos salones cuando me asomé por la ventana y me di cuenta de que mi hermano hablaba con dos personas. Pensé que tal vez estaba preguntando por direcciones o recomendaciones de lugares que uno debe visitar, yo qué sé, las tediosas pláticas que solemos tener cuando somos turistas y, con mapa en mano, preguntamos lo mismo una y otra vez a los lugareños. 

Pero cuando me acerqué más para distinguir a los interlocutores, me di cuenta de que se trataba de la hermana de una de mis mejores amigas y su novio, quienes también eran conocidos de mi hermano. Terminé entonces más rápido de lo que debería la casa museo (una disculpa, Gaudí) y salí emocionada al inesperado encuentro. Puede que encontrarnos con conocidos en nuestra propia ciudad sea engorroso y solamos hacernos los disimulados fingiendo que tenemos una llamada telefónica para no saludar, pero cuando te encuentras con rostros familiares en otro país, sin duda es motivo de celebración y alegría. 

Ellos estaban por encontrarse con otros amigos suyos que vivían o estaban de paso por Barcelona, la exactitud de ese dato es difusa pero también irrelevante, y nos invitaron a beber con ellos a un bar tipo casa de Hobbit. 

Luego de un par de tragos, sus amigos se marcharon porque tenían un vuelo temprano, iban a ver más personas o debían darle de comer al gato, y nosotros cuatro decidimos que tal fortuito encuentro debía seguirse festejando con otra ronda de bebidas, pero ahora en un clásico bar catalán que se caracterizaba por una oveja. 

Pedimos varias jarras de cerveza y hablamos de la vida y el futuro. Al ser todos estudiantes de literatura, la incertidumbre que causa la precarización del futuro siempre es un tema sobre la mesa

Tras una cantidad de jarras de cervezas de cuya cifra no quiero acordarme, decidimos seguir la tertulia en la playa, lugar de encuentro de “la chaviza”, y sugerí que cada uno se comprara una botella de vino. Supongo que para ese momento el sentido común ya había abandonado el grupo, pues todos aceptaron la idea. 

Es un misterio cómo abrimos las botellas de vino, pero de pronto ya todos estábamos brindando sobre la arena y disfrutando de esa manera tan intensa de experimentar el presente que provoca el estado etílico. 

Para estas alturas ya estaba oscureciendo y parecía claro que la velada debía terminar si queríamos seguir al día siguiente turisteando. Sin embargo, la noche apenas estaba por comenzar.

Foto de Jo Kassis: https://www.pexels.com/es-es/foto/noche-arquitectura-iglesia-espana-5568227/

De pronto nos encontrábamos siendo parte de un grupo de amigos que cantaban, fumaban y reían. De pronto me encontraba sosteniendo el pelo de la hermana de mi amiga mientras ella vomitaba. De pronto mi hermano había desaparecido y la hermana de mi amiga y su novio se marchaban porque necesitaban descansar. De pronto me encontré sola sin saber en dónde estaba ni a dónde ir.

Está claro que en estos tiempos en donde puedes encontrar dispositivos con geolocalización hasta en las cajitas McDonalds esa situación hubiera sido resuelta en un segundo, pero en esos tiempos yo no sólo no tenía celular con internet o mapa alguno, sino ni la menor remota idea de a dónde tenía que ir. 

Decidí caminar recto hasta encontrarme con un paraje menos playero y, como si hubiera un glitch en mi memoria, lo siguiente que recuerdo es estar caminando muy pacíficamente con un joven sonriente de rastas al que le preguntaba sin cesar por mi hermano. Al instante siguiente, que pudo haber sido 10 minutos o una hora, me encontraba arriba de un camión que no se movía y que estaba lleno de lo que parecían turistas de secundaria de algún país nórdico

Foto de Danique Veldhuis: https://www.pexels.com/es-es/foto/ciudad-punto-de-referencia-edificios-historico-13158776/

Recuerdo haberme preguntado qué rayos hacía arriba y qué haría si sí arrancaba, así que me bajé y seguí caminando mientras sentía que la desesperación comenzaba a invadirme. 

Es impresionante el instinto de supervivencia que vive dentro de nosotros, pues cuando comencé a sentir que la angustia densamente se apoderaba de mí, cuando los callejones se hacían más largos y la noche más oscura, empecé a reconocer calles y caminé con rumbo fijo hasta encontrar la plazuela en la que se encontraba nuestro hostal. 

Corrí hacia la puerta y toqué el interruptor, pero nadie respondió. No había recepcionista y mi hermano, por ser el responsable, tenía el único juego de llaves.

Me senté en una esquina a llorar por el cansancio, pero también por el alivio de dejar de vagar sin rumbo por una ciudad desconocida y en la madrugada

No sé cuánto habrá pasado, pero recuerdo vívidamente el momento en que mi hermano entró bailando por una de las entradas a la plaza. Si no hubiera estado enojada y llorando, sin duda me hubiera reído de su ridículo y sin sentido baile. 

Y así esa noche quedó marcada en mi memoria más por lo que no recuerdo que por lo que sí, por las emociones vividas y el absurdo que envuelve el todo, por las aventuras de la juventud y el poder del inconsciente que toma el control cuando se le necesita.

Leave a Comment