Cerraba los ojos deseando que fuera un sueño, quería convencerme que la cabeza no me dolía tanto y mis lágrimas se habían agotado, mas la noche seguía transcurriendo y no podía dejar de pensar en tus palabras, tus acciones y las explicaciones que me diste para dejar toda nuestra historia atrás. No podía ser cierto, pero en la mañana sentí que ya no estabas.
El día anterior no creí que me quedaría sin tu risa, sin tus comentarios chistosos, sin tu cabello que me encantaba trenzar o sin tus abrazos que tantas veces me habían refugiado. El día pasó, como cualquier otro, cada una en su rutina, como ya habían pasado varios meses, sin que me diera cuenta de lo lejos que estabas de mí. Mejor dicho, sí sabía mi parte, puse distancia por otra persona, alguien que sospechaba que no nos haría bien, no obstante, tenía tu tiempo y cariño. Aparte desconocía tu sentir, no me di cuenta de las señales que denotaban tu incomodidad al estar juntas.
Ya hacía años que las salidas a cafés, bares o “pasar el rato” eran cada vez menos, incluso llegaban cancelaciones a último momento, impuntualidades o imprevistos que te hacían irte con premura. No quería creer que ya no te agradaba, por lo que acomodaba esos comportamientos en justificaciones, diciendo una y otra vez que así eras con todos, no sólo conmigo.
Esa noche no pude pelear tu cariño porque ya no quedaba nada, lo hiciste tanto de lado que ya ni alcanzabas a verlo, o a mí. A mí me encantaría seguir viéndote, ver tus bailes, tus obras, tu cara al cantar, en fin, ver el arte que eres, ahora tal vez lo haga desde la última fila, aunque tú desde esa noche ya no me veas.
Antes de acostarme te escribí, temerosa que no contestaras, te dije que no importaba nada, que siempre estaría para ti y respondiste igual. ¿Será cierto? O será mi fe sin sentido que quiere creerlo, que busca enterrar todas esas energías que te transmitieron y dieron fin a un grupo de alegrías, aventuras, enojos, lágrimas, desveladas y hasta vergüenzas que se construyeron con la convivencia. Para mi sorpresa, una unión así puede ser muy frágil.
Desde esa noche mi corazón ha estado decaído, basta con que digan tu nombre para entristecerse más y que mis ojos se humedezcan. No dormí, daba vueltas en la cama, no estaba agusto con lo que se dijo e hizo, pero ya estaba hecho, no había vuelta atrás. Habías dejado claro que tú no ibas a solucionar sino a terminar, todavía pensé que ese comentario no era para mí, o sería sólo mi anhelo de seguir siendo lo que fuimos.
En un momento de esa noche sin fin busque la hora, las 4 de la madrugada, tan solo en dos horas tenía que levantarme y volver a mi rutina, ahora distinta, dándome cuenta de tu dolor, tristeza y el desplazamiento que escondías desde hace tanto, por una persona que es igual de importante para mí, sin poder ser imparcial apreté mi cuerpo y corazón, no quería pensarlo más, no quería sentirlo más, no quería perderlas más.
La alarma sonó con mis ojos esperándola, vestirme y peinarme fueron movimientos automáticos, lo que me despertó del trance al no dormir fue buscar mi cartera, recordé que tenía un momento clave contigo ahí adentro, una foto de esa cámara que tanto te gustaba, sin que dejaras ir una que otra queja por lo caro de sus rollos, vi la fecha, tres años atrás, ¿ya te sentías incómoda? ¿Ya había dicho algo que le lastimara? ¿Aún pueden cambiar las cosas?
Mi mayor desvelo fue aquel, la noche en que expresaste tu sentir, donde decías deberme una disculpa o explicación, que no he visto llegar y tampoco estoy segura de querer, porque ambas no hablamos cuando se debió, dejamos que el tiempo desgastara tanta historia y una amistad que no pensé tuviera final. Comencé el duelo sin entenderlo del todo, dejar atrás relaciones amorosas es un proceso que ya lo conocía, pero ¿amigas? Nunca había dolido tanto. En esta ocasión no se alejaban por distintas etapas de la vida, como cambiar de escuela o trabajo, sino por dichos que afectaron y estuve en el cruce de balas.
También el tiempo sana, restaura y crea reflexiones donde antes había malentendidos. Esa noche no pude dormir, otras tantas las he pasado mal por pensar en ti, pensar si me extrañas y necesitas, me resguardo en ese tiempo que podrá curar nuestros sentimientos y aunque cada mañana sienta que ya no estás, espero que una noche me sorprendas con tu llamada.