Este texto es uno de los prólogos del e-book Conjurar a B: apuntes oníricos sobre el duelo y los milagros.
No quería que esto tratara de mí. Aún no quiero. Borré y escribí de nuevo y borré y volví a escribir y así varias veces, y de todos modos fue un poco inevitable la comparación. B fue el primer amigo de Sac, era mayor que ella cuatro meses, falleció un día 23 en 2015 y tenía 24 años. Pau era mi prima y sí, mi primer amiga, era cinco meses y seis días mayor que yo (otra capricornio en mi vida), murió un día 23 de 2017 y tenía 22 años.
Quizás es por eso y porque desde ese marzo de 2017 ya no puedo leer, ver, escuchar las historias de muerte de personas jóvenes (reales o ficticias) porque me pongo a llorar; pero volví a leer cada columna que Sac hizo para B, muchas de ellas escritas mientras intentaba procesar un duelo y entender y sacar todo el amor que llevaba dentro y sí, volví a llorar, aún con las que ya conocía y había leído más de una vez.
Vivir el duelo es difícil porque las personas dicen que entienden, pero creo que no entienden realmente. Peor si se trata de una persona joven, una persona de tu edad, una persona que no tenía que morirse (no hablemos de los designios divinos acá). No todas entienden los días, semanas, meses y años en los que su recuerdo te atraviesa de pronto, el día que eres mayor que ella, que sus hermanos menores también lo son o que ves a sus compañeros de la universidad graduarse o a sus hermanos ser padres y hacerse viejos, mientras ellos quedan en esa imagen de los 20; que aunque hay muchos momentos donde lo asimilas bien, de pronto un concierto o una comida recuerdan que él/ella no están viviendo eso que tú sí.

Perder a alguien que ha estado ahí toda tu vida es complicado porque te trastoca a ti y a tus personas cercanas, porque en medio del caos no sabes a dónde correr porque tus padres también le lloran; su familia, te dices, seguramente lo sufre más que tú. Y te paralizas un poco deseando una y otra vez que no fuera cierto. Sólo quieres dejar de sentir ese dolor inexplicable.
En mi caso, hubo un bloqueo y una pequeña crisis existencial que tiene repercusiones hasta hoy en día, porque su muerte me hizo mirarme a mí misma de una nueva forma, analizar las cosas: sobre la persona que fui, en general, y la persona que fui con Pau. Porque mi personalidad era tan de una forma que quizás no pasé el tiempo suficiente con ella o no le dije te amo lo suficiente como sí supo hacerlo ella la última vez que la vi (y que aún estaba despierta). Sac me hizo recordar esa forma en la que uno se ve así mismo después de “esas muertes”, lo hizo en más de un texto.
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Siempre lo cuento así: Sac y yo nos hicimos más amigas cuando hablamos de las personas jóvenes que perdimos, fue un verano o un otoño de 2018 mientras comíamos chilaquiles.
Siempre he admirado cómo ella, mientras seguía atravesando el duelo, lograba hacer cosas preciosas con eso y leer y releer libros bonitos que hablaran de temas parecidos y poder citar y nombrarse ahí, nombrar sus sentimientos de una manera única. Lo mío fue más tomar un álbum de Paramore sobre llorar y ser depresivo y no soltarlo nunca y hacerme mis primeros tatuajes acerca de esa pérdida y escribir blogs rápidos de aniversario que no esperaban ser perfectos.

Al final creo que a ambas, desde las letras y cada cosa que hacemos, aún 8 y 10 años después, buscamos recordarles, no olvidar nunca su comida favorita, sus series, música, los pocos o muchos momentos que pasamos juntos, cuando fueron compañía y consuelo (o si lo siguen siendo), cuando fueron más valientes que nosotras y cómo sabían desenvolverse en el mundo mejor de lo que jamás podremos hacerlo.
Quizás cada vez menos en el duelo y más en recuerdos llenos de amor. ¿O el duelo termina siendo eso precisamente?
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Sac, esta vez te hablo a ti por dos minutos: sé que lo sabes, pero quiero recordártelo: él sabía la gran amiga que eras. Sabía, también, que seguirías siendo la mujer brillante que eres ahora, a tus más de 30.
Sé que han pasado 10 años y que aún puedes escribir mil cosas de B, que seguramente lo harás. Y será de la misma manera preciosa en la que lo hiciste en cada uno de estos textos y yo, como boba, volveré a llorar porque alguien joven a quien amaste (amas) mucho falleció. Gracias por compartir conmigo y con tantas personas ese amor que tienes por B.
Y termino aquí, antes de hacer esto un cierre muy de moraleja, como esos que no nos gustan tanto.
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No puedo explicar sin palabras cliché lo que es perder a alguien joven y llorar muchos años después en su cumpleaños número 30. No sé si logré decir todo lo que querría sobre mis propias pérdidas, pero sé que Sac escribió mucho de lo que a mí me hubiera gustado expresar sobre ellas. Eso es parte de ser escritora, la identificación de los otros con nosotros y de nosotros con esos otros. Sé que eso pasará esta vez, que más de una persona se conmoverá, se le aguarán los ojos y moqueará como yo al leerla, aunque, según ella, no sea lo suficientemente perfecto.
