Por: María Jesús Méndez
Me imaginé encontrándome a mis ex en una plaza comercial y lo primero que pensé fue en huir. ¿Por qué me escondería de los ex que tuve en mis veinte? Siento un poco de vergüenza. Esta historia tiene un par de Voldemorts.
A mis 24 años llevaba poco tiempo inmersa en un combo caótico: mudanza fuera de casa, el primer trabajo y una ciudad nueva. Iba por la vida dándome tropezones emocionales.
El primer Voldemort fue mi compañero de trabajo, un chico de mi ciudad de origen. Fue el refugio inicial para enfrentar los cambios que estaba viviendo, se volvió mi confidente y empezamos una relación de amigos con derecho, ya que ambos teníamos pareja. Lo llamaré “El paisa”. Me enamoré, fui la otra y puse el cuerno a mi pareja. No duró mucho, no podía más con la culpa que sentía ni con esa doble vida y le dije todo a mi entonces novio, rompimos. “El paisa” continuó con su chica, incluso en un momento de la vida se mudaron a vivir conmigo y sí, yo hacía como que no sentía absolutamente nada y los veía ser felices de cerquita. Me sentía avergonzada con la novia, y nunca le dije: tu novio te puso los cuernos conmigo y seguro con otras porque sí, amigxs, “El paisa” siempre que podía andaba con otras, simplemente fui una persona más. ¿Saben qué fue lo peor? Lo normalicé, lo perdoné, porque en el fondo siempre lo consideré un buen amigo por el soporte emocional que me brindó y también porque fue mi mentor en el trabajo, fue quien me enseñó a hacer las tareas directas de mi puesto. En cuanto se terminó nuestro arreglo, la relación fue de amistad y de saber sus oscuros secretos del cuerno que le ponía a la novia. Fui esa persona que sabe todo y se queda callada.
El ser “la otra” se volvió recurrente. Después del “Paisa”, conocí a otro, llamémosle “El pastor”, también compañero de trabajo. Era un chico religioso, con novia en su lugar de origen. “El pastor” y yo dormimos juntos un par de veces, pero como religioso y fiel, solo eran fajes fe-no-me-na-les. Esa historia fue breve, ya no quería que ocurriera lo mismo que con “El paisa” así que dejé de tener salidas y quedadas en su casa.
A mi siguiente Voldemort le nombraré “El techboy”, también lo conocí en la oficina: mi vida era casa – oficina y todas mis relaciones, como pueden ver, estaban sumergidas en ese ambiente.
“El techboy” era un chico listo y con enorme potencial, ambos estábamos solos y solteros en una ciudad que no era la nuestra, y la química sucedió, iniciamos una relación. Era un chico que me brindó mucha atención, y fue con él con quien me atreví a dar el paso de tener relaciones sexuales por primera vez.
Me sentí segura con él, lo admiraba mucho, era sólo un año mayor que yo, pero tenía más experiencia en muchas cosas. Sin embargo me hizo sentir muy mal, decía que nunca debería expresar debilidad ni inseguridad, lo que le atrajo de mí era justo mi independencia y coraje, pero al conocerme mejor, le mostré que era vulnerable y ahora pienso: pinche vato, hazte novio de Rambo. Nuestra historia terminó no porque yo quisiera, a pesar de lo ya narrado quería estar a su lado porque “bobis” la enamorada de mí, el “Techboy” quería crecer en la organización, se movió al corporativo en el centro del país. ¿Cómo terminamos? Por teléfono me contó, como si fuéramos grandes amigos, que había conocido a una chica maravillosa con la que había hecho conexión inmediata. Me quedé callada y lo escuché sin decir nada.
¿Hay moraleja en esta historia? No, sólo es mi crónica personal sobre como cuando tienes la autoestima baja, sin red de amigas y estás sola, se cuelan Voldemorts.
Creo que permití muchas cosas, y quiero abrazar a María Jesús de 24 años, quiero ser su amiga y decirle que siga estudiando alemán, que disfrute vivir en una ciudad con playa a diez minutos caminando, que tome clases de natación, practique yoga y que no escuche a esos Voldemorts cuando lleguen, que si la relación con su pareja se termina es porque no estaban listos para la distancia, que ser la otra no es ser la mala, pero que no vale la pena sentir todo lo feo en el estómago y sufrir por ello. Sí vas a encontrar a muchas personas con quien puedes ser vulnerable y no te van a criticar por eso.
A mis Voldemorts, adiós popó.