octubre 27, 2021

Argentina y México: El inicio de la historia feminista

By In Reportaje

Este reportaje fue publicado previamente en Memorias de Nómada y Revista Colibrí, medios aliados de la #CoaliciónLatam.

Por Nicole Martín (Argentina), Laura Rodríguez (México), Andrea Fajardo (Venezuela-México), Katia Rejón (México).

Ilustraciones: Elo Draws (México)

Eran los años diez y las mujeres del sur hacían historia. Argentina conmemoraba el primer centenario de la Revolución de Mayo y, al mismo tiempo, convocaba al Primer Congreso Femenino Internacional que se llevaría a cabo entre el 18 y el 23 de mayo de 1910. Las mujeres de la Asociación de Universitarias Argentinas difundieron la convocatoria a través de cartas en una época muy conectada con el activismo donde fluían las redes de comunicación epistolares. 

Con solo cinco años y siete meses de diferencia, en Yucatán, un estado del sur de México, marcado por la Revolución Mexicana y un gobierno socialista, las mujeres hacían algo muy parecido a las compañeras argentinas.

La convocatoria fue publicada en el Diario Oficial y en la revista del gobierno en turno “La Voz de la Revolución”. Sin embargo, las mujeres fueron las principales en socializar y promover este encuentro a través de la propaganda del Primer Congreso Feminista que se llevó a cabo el 13 de enero de 1916. 

Aunque se cree que Cuba fue el primer país en celebrar un congreso feminista en 1923, Buenos Aires fue la sede de la primera reunión latinoamericana de mujeres feministas. Yucatán fue el segundo en la región y el que sentó las bases para que, 20 años después, se permitiera el voto femenino, incorporado a la Constitución Mexicana en 1947 a nivel municipal y, en 1953, a nivel nacional.

¿Qué consignas, métodos y estrategias utilizaron estas mujeres pioneras en la lucha por los derechos en sus países? ¿Cuáles son las similitudes y diferencias del primer y segundo congreso de mujeres en Latinoamérica? Y más importante aún: ¿cómo se vive su legado en la lucha feminista contemporánea?

Expandir el mensaje antes de Internet

La directora del Museo de la Mujer Argentina, Graciela Tejero Coni, dice en entrevista que “el contacto era epistolar entre las mujeres y sus organizaciones, eran épocas de gran activismo y las redes de comunicación fluían con gran dinamismo, particularmente porque sus vanguardias eran migrantes europeas con lazos muy fuertes con sus países de origen y un marcado carácter internacionalista”.

Al norte, Jimena de los Santos y Martha Ruiz del colectivo Contingenta Siempreviva en Yucatán explican que fue una convocatoria sin precedentes en México y no dudan que “las lecturas, filosofías y movimientos feministas y sufragistas de otras latitudes fueron referentes para las feministas de Yucatán”.

Una de las mayores diferencias entre ambos países es que, mientras en Argentina el gobierno oligárquico de Figuero Alcorta  impulsó paralelamente el llamado “Congreso de las Señoras” para imponer la perspectiva conservadora; en Yucatán, el Congreso fue respaldado y motivado por el gobierno de Salvador Alvarado que tenía ideas progresistas.

Quizá ésta fue la razón por la cual el primer encuentro fue separatista y el segundo contó con la presencia de hombres socialistas y corresponsales  de “La Voz de la Revolución”.

Mujeres organizadas

Otra similitud en la metodología de los congresos fue la división de comisiones. Además de la Comisión Organizadora, en Argentina hubo seis subcomisiones de sociología, derecho, educación, ciencia, letras y artes e industria, así como recepción y fiestas; propaganda en Argentina, América y Europa y designación de miembras honoríficas. Además, se señalaba a una informante para difundir las conclusiones.

Las subcomisiones tenían un cuestionario de entre 15 a 48 temas a debatir y para compartir ponencias durante el Congreso. El cuestionario sugería distintas líneas temáticas, referidas al lugar de la mujer en relación a los temas de las subcomisiones.

En México, la organización se hizo a través de comisiones de hasta cinco miembras que gestionaron los fondos para el traslado, alimentos y hospedaje de las feministas que venían de comunidades mayas de Yucatán. Tardaron ocho semanas para organizarse y discutir la metodología del Congreso.

Las participantes se alojaron en la Escuela Civil Central de Niñas y en dos casas particulares, de las cuales no hay detalles documentados.

El registro histórico para las siguientes generaciones

Ambas organizaciones se preocuparon por dejar registro histórico para las nuevas generaciones. En Argentina, la Asociación de Universitarias dejó el escrito Historia, actas y trabajos del I Congreso Femenino Internacional de la República Argentina y, en Yucatán, para documentar las relatorías de las sesiones, fueron designadas mecanógrafas cuyo trabajo sería destinado al Archivo, pero solo se conserva una relatoría en los Anales del Primer Congreso Feminista en Yucatán 1916-2016.

Sin embargo, tanto en Argentina como en México hay una falta de difusión de esta parte de la historia. En Buenos Aires se conoce más el moderno Encuentro Nacional de Mujeres —hoy Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans y No binaries.

En Yucatán todavía hay muchos vacíos en la documentación del primer congreso. Tampoco existe un reconocimiento de la historia feminista de Yucatán en el espacio público y los sitios en donde sucedió unos de los eventos más importantes en la historia de las mujeres mexicanas.

Las estrategias de hoy y de ayer

La estrategia de base para ambos países fue la educación y los derechos laborales como camino para la participación activa de las mujeres en la sociedad sin que estuvieran limitadas a las labores domésticas.

Tenían como objetivos a largo plazo borrar los estereotipos de las mujeres y empoderarlas motivando el pensamiento crítico. Argentina también buscaba “vincular las mujeres de todas las posiciones sociales a un pensamiento común” y Yucatán contemplaba iniciativas de reivindicación y emancipación de obreras y campesinas.

Aunque claramente todavía hay escalas y situaciones de privilegio dentro de los feminismos, existe una mayor conciencia de temas diversos y que han llegado a salirse del contexto académico.

Por ejemplo: la defensa del territorio, la lucha por una vida libre de violencia, educación sexual integral, inclusión socio-laboral para las personas trans, mejores condiciones laborales, el reconocimiento a las prácticas de cuidado y el trabajo del hogar, el derecho al aborto libre, gratuito y acompañado, los debates sobre el trabajo sexual, los derechos y visibilidad de mujeres lesbianas y trans. 

Temas que no solo comparten Argentina y México, sino que son exigencias globales.

Las estrategias también se han diversificado, desde la lucha legal, la política pública y la conformación de organizaciones, hasta la incidencia social, el arte y el activismo. Tanto como el rescate de la memoria e historia del feminismo.

Para la Contigente Siempreviva, “la interseccionalidad, la sororidad, el autocuidado también son estrategias políticas desde donde los feminismos crean narrativas, activismos y resignificaciones que nos motivan a pensar que un día lo vamos a tirar.”

Cuando la disidencia es tradicionalista: las conservadoras  en los primeros congresos feministas de América Latina

Por Nicole Martín (Argentina)

A principios del siglo XX, cuando el régimen oligárquico era el que oprimía de forma predominante en la mayoría de los territorios de América Latina, por los pasillos de instituciones educativas, en hojas sueltas en la prensa y en conversaciones aleatorias en las calles, empezaba a escucharse hablar de “inequidad”, “desigualdad” y “violencia” de género.

Más allá de los matices ideológicos, culturales y de territorialidad que existían y persisten, los debates en general giraban en torno a las problemáticas que atravesaban —y atraviesan, cien años más tarde— las mujeres, inmersas en una sociedad racista, clasista y patriarcal.

Desde los dos extremos de una Latinoamérica que empezaba a escribir su propia identidad, en aquella época, diversas corrientes comenzaban a interrelacionarse en espacios comunes, aunque todavía no conformaban un movimiento feminista latinoamericano. La historiadora feminista Valeria Pita, de Argentina, puntualiza “corrientes” y “presencias”, nociones menos homogenizadoras y más respetuosas del proceso histórico. En la gesta del pensamiento feminista, entonces, algunas decidieron organizar la conversación en Congresos: el Internacional de Argentina (1910) y el Yucatán, México (1916).

En los encuentros, un torrente se remarcaba como disidente —a excepción de los grupos anarquistas que decidieron no participar en los Congresos argentinos— en las charlas de las comisiones, por ser minoritario y por contrastar en un debate que apuntaba a la emancipación: el sector más reaccionario o conservador, que, si bien coincidía en temas referidos a la educación y la violencia, rechazaban el voto femenino y buscaban conservar el modelo de la domesticidad. En Argentina, aunque algunas de estas mujeres participaron del 1º Congreso Femenino Internacional, la mayoría se encolumnó en el “Congreso Patriótico y Exposición del Centenario”.

Este evento fue organizado por el Consejo Nacional de Mujeres, una institución alineada con los intereses del entonces Presidente argentino, Figueroa Alcorta. Ya en ese entonces se empezaban a generar cuestionamientos dentro de los feminismos: ¿es posible un feminismo estatal? Si bien la mayoría de los feminismos buscan articular con el Estado para ampliar los derechos hoy en día, lo cierto es que en aquella época, quienes se inclinaban por esa estrategia eran quienes no proclaman los derechos políticos y sólo se interesaban por marcos de protección a las mujeres, como educación y otras políticas sociales.

En Argentina, el denominado “Congreso de las Señoras” argumentó no aspirar al derecho de sufragio “por reconocer que los derechos cívicos deben ser patrimonio exclusivo del hombre culto y moral”.

En sus actas se expresó: “Nuestro feminismo juicioso y moderado, limitase a elevar el nivel intelectual de la mujer (…) hasta producir y establecer el perfecto equilibrio entre el cerebro que piensa y razona y el corazón que siente”.

Al norte, 31 mujeres firmaron una protesta en contra del voto femenino en el congreso de Yucatán. Jimena de los Santos y Martha Ruiz, fundadoras de la colectiva Contingenta Siempreviva, contextualizan con los roles históricamente asignados a los géneros, ya que sólo los hombres estaban calificados para la vida pública.

Según Graciela Tejero Coni, directora del museo de la mujer en Argentina, la disputa política con el “Congreso Patriótico de las señoras” se desplegaba, no sólo entre un feminismo que libere del modelo patriarcal a las mujeres, o uno conservador, sino también el del sentido de lo “patriótico”, en un contexto de Estado oligárquico dependiente del Imperio Británico. En contraste, en México había un gobierno surgido de la Revolución Mexicana que, mediante leyes y decretos, buscaba cambiar el régimen oligárquico y eclesiástico.

En coincidencia, en México, el perfil de las mujeres reaccionarias también se relacionaba con “la burguesía que exaltaba el modelo de la domesticidad y la maternidad”, afirmó Piedad Peniche, historiadora yucateca. Este grupo —principalmente, de maestras—  se identificaba con la iglesia y, en su discurso, sostenía la figura de la mujer como el “ángel del hogar”, surgida en Europa a fines del siglo XIX. Según la especialista, este sector representaba sólo el 15% del total de congresistas.

La mayoría de los argumentos en los que se basaba este sector disidente se anclaban en la maternidad como mandato indisoluble del ser mujer, cuya actividad principal era criar y educar a su descendencia. Y aunque el punto de la educación era, quizás, el de mayor coincidencia para las conservadoras dentro de los Congresos, la educación sexual era el punto de discordia.

Aunque en México, al menos un 20% de las asistentes al Congreso estaban a favor de los derechos sexuales, según Piedad Peniche, se rechazó incluir la importancia del conocimiento de los cuerpos de las mujeres en las conclusiones. Una controversia que prevalece en la actualidad y que repite algunos de los argumentos que se manifestaban hace cien años.

Separados por 8000 kilómetros, México y Argentina son dos territorios hermanos(as, quizás), que comparten raíces históricas de un carácter casi holístico: aquellos feminismos del siglo anterior, que no conocían la cara de la globalización, pero organizaban su debate y pensamiento colectivo de forma paralela, son uno de los ejemplos de ello.

Al día de hoy, estas corrientes han alineado sus aguas en un mismo movimiento, y se observan desde lejos, asomándose en los bordes de América, entendiendo que si estiran bien los brazos, se logran abrazar.

La educación, primera estrategia política de las feministas latinoamericanas

Por Andrea Fajardo (Venezuela-México) y Laura Rodríguez (México)

En la Casa de la Historia de la Educación de Yucatán, al sur de México, se conservan las listas de asistencia de una escuela para mujeres del año 1916. Escritas en puño y letra por las maestras, se pueden leer las razones por las que faltaron varias alumnas el 13 de enero de ese año. La mayoría de las líneas dice: “Faltó por asistir al Cong. Feminista”.

En un contexto conservador como el de principios del siglo XX, las maestras y académicas de América Latina se organizaban para impulsar la reflexión sobre los derechos de las mujeres y la realización de los primeros congresos feministas en la región, que fueron en Argentina y México.  En ambos países un tema primordial fue la educación como base para empoderar a las niñas y mujeres.

En aquélla época, las mujeres argentinas vivían prácticamente confinadas en su hogar; como esposas o personal doméstico, siempre bajo la tutela masculina, de ninguna forma podían ejercer la capacidad civil con plenitud. Es por ese motivo que, entre los siglos XIX y XX, las pioneras del movimiento, las primeras universitarias lideradas por la maestra y escritora Juana Manso, fueron fraguando las ideas que, alrededor de enfatizar la educación para apoyar la autonomía de las mujeres, impulsarían el Primer Congreso Feminista de Latinoamérica.

En Argentina hubo tres grupos que, desde diferentes matrices, vislumbraron la valoración de las mujeres a través de la educación y el trabajo. Por un lado, las feministas académicas, sindicalistas, profesionales y políticas del país, que ya llevaban una década de militancia social. Ellas organizaron el Congreso a través de la Asociación de Mujeres Universitarias fundada en 1904 y cuyo objetivo era lograr que las mujeres accedieran a educación universitaria y prácticas profesionales.

Por otro lado, las conservadoras, participantes del Congreso Patriótico de Señoras impulsado por el gobierno de José Figueroa Alcorta como una forma de imponer la voz conservadora por sobre la del congreso de las feministas. Finalmente, las anarquistas, que no querían ser relacionadas con las feministas, ya que para ellas representaban los valores burgueses que querían suprimir, enfatiza la investigadora Dora E. Barrancos, y se enfocaron en la educación e instrucción de las obreras.

En México, los índices de analfabetismo, precarización y explotación laboral eran altos. En este contexto, y como un esfuerzo por establecer un nuevo modelo educativo para las mujeres y niñas, más allá del ideal femenino, religioso y patriarcal, las maestras en Yucatán ya venían trabajando por la educación femenina desde finales del siglo XIX, con la fundación del Instituto Literario para Niñas y La Siempreviva, encabezada por Rita Cetina Gutiérrez, que conformó una asociación literaria, una escuela para niñas en condiciones precarias y la primera revista escrita y dirigida por mujeres en México.

Entre las congresistas que abogaban por el derecho a la educación, la historiadora Piedad Peniche destaca dos perfiles: la feminista moderada, que defendía la educación laica y el trabajo remunerado pero no los derechos políticos ni educación sexual en las escuelas; representando un 65% del total de congresistas. Y la feminista radical, que aspiraba también al sufragio y los cargos políticos, así como a la educación y los derechos sexuales; siendo el 20% del total de congresistas.

En las actas del Primer Congreso Femenino Internacional de la República Argentina se pueden leer las conclusiones sobre el tema de la educación de las mujeres. Se votó para que aumentaran el número de escuelas profesionales de labores femeninas, se propuso la creación de la escuela de las madres, bibliotecas para las obreras en las fábricas y un centro de estudios de extensión social para instruir a las mujeres. A la vez, los llamados fueron por la educación formal, la creación de escuelas industriales, comerciales, técnicas, de artes y oficios para mujeres, así como el acceso a la universidad.

En México, las congresistas trazaron el camino de debate a partir de temas como la desfanatización de las mujeres ante la Iglesia; la implementación de un modelo educativo racionalista; la creación de escuelas mixtas y la inclusión de materias de carácter creativo y científico para las niñas; la apertura a campos ocupados por hombres y la capacidad de las mujeres para ejercer cargos públicos. Algunos de estos temas tuvieron un alto grado de protagonismo debido a las posturas divergentes que surgieron alrededor.

Otro tema relacionado fue el de la educación sexual, a partir de la ponencia “La mujer del porvenir” escrita por Hermila Galindo para el congreso. La activista proponía una mirada hacia el conocimiento de los cuerpos de las mujeres desde la infancia. Buena parte de las congresistas se pronunciaron a favor, sin embargo, al momento de redactar las conclusiones, esta propuesta fue eliminada por mayoría de votos, principalmente de maestras conservadoras.

Las estrategias feministas que se dan hoy en día en la Argentina también mantienen muchas de las anteriores. Aunque las líneas temáticas cambiaron y apuntan a la Educación Sexual Integral y a la inclusión socio-laboral de las personas trans, la articulación con el estado, por ejemplo, se mantiene mediante el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad.

Si bien existen avances a nivel legislativo en algunos estados de México con respecto a la educación sexual y los derechos reproductivos, la lucha feminista sigue trabajando no solo por la legislación y una educación sexual integral, sino por transformar los prejuicios alrededor del tema desde la colectividad y la demanda de programas educativos con perspectiva de género en las escuelas.

No hay duda de que la lucha de las profesoras congresistas sigue de pie en temas de educación actualmente, solo que desde otra  realidad. Al conseguir que la educación fuera un derecho para todas, las participantes de ambos congresos marcaron el precedente de lo que hoy conocemos como la lucha de alumnas y maestras para reivindicar los espacios educativos. Una lucha que busca colectivizar a las mujeres desde el interior de las escuelas para lograr que sean lugares seguros y libres de violencia, cuestionando las prácticas machistas y proclamando que la desigualdad se soluciona con acceso a educación para todas.

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