-¡Mira, Tulio!
-¡No mames, sí es!- dijo Balan Castillo cuando el perro dio vuelta y pasó a un lado de su ventana.
-¡No mames! ¡Estaciónate! ¡Párate!- gritó Paulina Rubio.
El conductor del auto donde viajaban se orilló como pudo entre los carros que pasaban a altas velocidades para tomar de lleno la carretera. Balan bajó del automóvil para revisar a la criatura (su color, su forma, su tamaño, sus reacciones) comprobar que era quienes ellos creían, con esa manchita blanca en el lado derecho de la nariz, pero él no hizo caso cuando intentó llamar su atención. Paulina también bajó y lo llamó en un grito.
-¡Tullio!
Al escucharla, corrió hacia la pareja. Nueve meses y casi 20 días después, Tulio volvería a casa.
Tulio es un perro. Cruza de pastor alemán con pastor australiano, su color, en realidad, son tres colores: negro con café y blanco, ojos cafés y esa manchita en la nariz. Es cuidadoso con sus juguetes: sus favoritos son los “que chillan”, le gusta jugar a alcanzar una cuerda y sabe saltar en sus cuatro patas. Paulina es su persona favorita de la familia.
La primera vez que llegó a su casa, un febrero de cinco años atrás, pesaba pocos kilos, tenía dos meses de edad y lombrices en el estómago. Fue el último de sus hermanos en ser adoptado y lo nombraron así por el personaje del programa infantil chileno ‘31 Minutos’.
“Lo amamos desde ese momento”, dijo Paulina.
A Tulio le gusta ser libre, su actividad favorita es salir a dar paseos sin correa por la colonia Santa María, al poniente de la ciudad de Durango. Aunque es un perro de casa y le gusta su hogar, vive en el patio y sale a la calle. Tal vez por eso su extravío del 2020 no fue el primero.
En cinco años se ha perdido tres veces. Una fue por uno de esos paseos que suele dar. Pasaron cinco días sin saber de él, lo encontraron flaco y maltratado. Otra más, cuenta su dueña, por perseguir a una perrita. En la última, la más larga, Paulina se convenció en algún punto de que no volvería.
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La noche del 7 de enero de 2020, Paulina y Balan regresaban de su cena de aniversario. Cumplieron cinco años juntos, los mismos que su mascota llevaba con ellos. Llegaron a la casa en la que ella vivía con su familia y que es el hogar de Tulio.
Los papás de Paulina venían caminando por la calle, pasaban de las 10:30 de la noche, hora anormal para que ambos estuvieran fuera. Ella pensó lo peor y se lo confirmaron: su perro no había regresado de su último paseo.
***
Tras revisar cada pequeña marca en el animal que vieron a mitad de la carretera y confirmar que era él, Paulina llamó a sus padres, a su hermano y les dio la noticia: Tulio ha vuelto. No pueden creerlo. Quedan en ir por él, cuelgan. Tras pensarlo un poco, decide que mejor lo llevarán con ellos para no retrasar más la excursión a la que iban como clientes.
La pregunta de muchos: ¿qué tuvo que pasar para encontrar una mascota perdida luego de tanto tiempo?
Se busca, siempre se busca
En determinado momento, Paulina supo que esta no era como las otras veces, que Tulio no iba a volver en unos días. Por eso pusieron todo su empeño en encontrarlo.
Primero preguntaron y dieron aviso a los vecinos, él era conocido por todo el barrio. Luego vinieron los demás pasos: llenar las calles y las redes con su foto; en la mañana, entre las 7:00 y las 8:00 aprovechaban su despertada temprano para ir al gimnasio para dar rondines y ver si alguno de los perros callejeros era, por fin, Tulio.
“En cada momento libre lo buscábamos, íbamos al centro, a tapizarlo”, dice Paulina mientras hace un recuento de aquellos meses de inicios de 2020.
Además de la búsqueda presencial, también llenaron las cuentas de Facebook con el cartel que tenía escrito en rojo y en mayúsculas “SE BUSCA”, su foto, una descripción física y después, con el mismo tono: ‘Recompensa’. En las últimas versiones, agregarían: “$5,000”.
Ese último dato provocó más de una vez que fueran de prisa a una zona de la ciudad donde alguien, a través del teléfono, les dijo que lo habían visto, o a un perro igual al suyo. Atravesaban Durango de norte a sur para tomar carretera hacia el municipio de Mezquital y, de nuevo, descubrir que esa no era la mascota con la mancha blanca del lado derecho de la nariz.
Paulina dice que fue a las tres semanas, pero la foto del perfil marca el 13 de enero, cuando crearon la página destinada a buscarlo: El Tulio. La cuenta era para concentrar la información en un lugar, pero también para pagar la pauta y llegar a más personas. Invirtieron mil 800 pesos ahí.
En El Tulio se compartían además fotos de otras mascotas perdidas en la ciudad. Algunas salen posando al lado de unos dueños que, como ellos, intentan que alguien dentro del mar que puede ser Facebook reconozca a su perro y lo lleve de vuelta a su hogar.
Entre la búsqueda, Paulina veía en terapia cómo aceptar el hecho de que, tal vez, no volvería a verlo. Esa fue una de las razones para ya no buscarlo más, las otras fueron el dinero y gasolina gastados, el cansancio, la desvelada. Para entonces ya era marzo.
***
Esto se volvió un juego, una costumbre.
Un perro pasa frente a ellos en la calle. Paulina o Balan gritan “¡Mira, Tulio!”. Saben que no es él.
A un lado de la carretera
Octubre 25, 2020.
Las horas son importantes, me dice Paulina. Los citaron a las 7:30 para una excursión organizada por Landscape México a la Quebrada Santa Bárbara y varios de los asistentes llegaron tarde. Los nueve se dividieron en dos vehículos, listos para partir, pero decidieron que antes harían una parada en el Oxxo.
Si esos dos retrasos no fueron suficientes, al terminar las compras en la tienda se encontraron con una camioneta estacionada detrás de ellos y no podían salir, tuvieron que esperar a que se moviera para lograr tomar la carretera.
El vehículo que iba con ellos salió primero y no se detuvo incluso cuando vieron a un perro pastor alemán cruzado con pastor australiano en plena carretera. Pero ellos sí.
El que varias personas llegaran tarde, decidir pasar a comprar al Oxxo y que un desconocido se estacionara detrás de ellos fueron los pequeños retrasos que los llevaron a pasar esa curva cerca del letrero con un “Durango les desea un buen viaje” justo cuando pasaba un perro con esa manchita blanca en el lado derecho de la nariz.
Luego de que el otro vehículo siguiera su camino, decidieron dejar pasar al animal que estaba intentando cruzar. Avanzó frente al auto y…
-¡Mira, Tulio!
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