febrero 16, 2024

El hombre en el que más confiaba me ha roto el corazón

By In Sirenidades

Llevo años reflexionando sobre la masculinidad, quitando la palabra “agresores” detrás de la palabra “hombres”, exigiendo a las feministas (yo también lo soy) que pensemos en un mundo con ellos, porque ¿los señalamos a todos y luego qué? 

¿No podemos entender que así como el patriarcado nos ha educado de cierta manera a ellos también y muchas de las violencias que cometen las hacen desde el mandato? 

No los justifico para nada. Me vomito en la violencia, la violencia me rompe. Me parece inverosímil que mientras nosotras estamos buscando espacios de trabajo con hombres ellos nos siguen violando. Escribo esto y pienso en la sección que tengo para la radio pública: “Sólo otro pretexto”, un espacio dedicado para repensar el mundo en conjunto con un hombre. Hablamos de feminismo, sí, pero va dirigido principalmente a los hombres. El caso es que mientras planeaba uno de los programas y discutía sobre: “¿hoy de qué vamos a hablar? ¿Cómo le hago para que a los hombres les interese este tema? ¿Qué gancho utilizo?”, mi amiga frente a mí me contaba cómo le habían subido la dosis del antidepresivo después de ser violada por uno de sus mejores amigos, en su casa, en la fiesta de uno de ellos. 

¡26 años tenemos hijos de puta! Mínimo seis militando en el feminismo y seguimos teniendo que sostenernos unas a las otras porque nuestros amigos y gente de confianza nos violan. 

Me vomito.

Me vomito en los hombres y en la violencia, pero en el fondo es un: me vomito en el sistema que nos enseña a violentarnos. Porque la opresión de género no es la única ni la más grande de las opresiones y hay hombres que son violentados de muchas más formas que yo, una mujer blanquita y privilegiada.

Foto de Ines Mataiche

Me vomito, ese regurgitar que sale luego de llorar demasiado cuando no entiendes las injusticias. 

En mi vida laboral trato de hablar y reflexionar sobre ellas porque me parece importante.

Semana tras semana grito en la radio que necesito a los hombres, que yo no creo en los discursos que los excluyen, que necesito su ternura, sus reflexiones, que ellos me son importantes. 

Que los agresores tienen más trabajo que hacer que sólo ser señalados, porque al final eso ni les impacta en nada, ahí tienen a Johnny Depp ovacionado y aplaudido en Cannes, o al Johnny Depp de la vida real, –ese–, el amigo, compañero, colega que se te vino a la mente al que denunciaron y su vida no cambió ni un pelo, porque al final la gente lo sigue, tiene trabajo, y a sus amigos. Y de hecho, pensar en quitarle todos esos espacios es bastante cruel, ¿no? Son las redes las que nos sostienen. 

Y son las redes las que nos cambian. 

Una década pensando en los hombres y trabajando junto, adelante y con ellos. 

Y de pronto, el hombre al que más fe le tenía me rompe el corazón. Y no es su decisión de libertad lo que me hace escribir esto. Es la fisura que se hizo en mi cuerpo cuando el machismo y el patriarcado se hicieron presentes en sus discursos, en los labios que antes me expresaban un amor profundo.

Ya no vomito, lloro… 

Vomito y lloro con desesperanza.

¿Por qué el mundo tiene que ser así? ¿Por qué las mujeres tenemos que ser así? ¿Y por qué los hombres de esta manera? Preguntas que contesto leyendo filosofía, periodismo y a muchas sociólogas después, pero ahora, sentada en el sofá de mi habitación, llena de lágrimas, mocos y desasosiego, no hay respuestas posibles. Porque no hay reflexiones suficientes para que el corazón entienda que lo que pasa en el amor no es personal sino ideológico y político. 

Yo aquí sólo estoy llorando y vomitando, pero la famosísima Coral Herrera, escritora que ha publicado varios libros en torno al amor, lo explica así: 

“El amor es una mezcla de instintos, emociones, normas, prohibiciones y mitos bajo los cuales subyacen las creencias y cosmovisiones que los grupos de poder político y económico nos trasladan a través de la cultura. Estas creencias se invisibilizan porque se engalanan con las vestiduras de la magia del amor, pero nuestros cuerpos, nuestra sexualidad, nuestros sentimientos, están atravesados de ideología”.

Y yo te lloro, porque pienso que esa fisura que se hizo en mi corazón cuando decidiste hablarme con violencia no es más que la fe perdida en un mundo al que intento vociferar todos los días que la esperanza nos sostiene. 

Pero yo también he sido violenta, así que escribo… ¿Un poema? 

El divorcio 

Una separación no tiene por qué ser una guerra, me repito mientras cojo la esponja usada del lavaplatos y la guardo en una caja para llevarla conmigo. 

“¡Es mía, yo la pagué!”, grito como soldado en medio de una batalla…

Foto de Maria Varshavskaya

Recojo mis botes de basura y dejo las bolsas de plástico en el piso, pienso que así es como tú tiraste todo a la basura… Soy esa bolsa llena de mierda a la que le quitaron su hogar.

Esto no tiene que ser una guerra, pero me lanzas todos tus fusiles convertidos en palabras hirientes.

¿Por qué el mundo tiene que ser así? ¿Por qué el amor está atravesado por las ideologías y ni tú ni yo podemos separarnos del machismo patriarcal que aplasta nuestro amor? 

¿Por qué si construimos tantos horizontes y mundos nuevos hoy parece que nos hundimos en lo de siempre?

Las canciones de Paquita te quedan, Jenny Rivera me guiña el ojo desde la muerte y seguro que tú me ves en todo lo que tenga que ver con totalitarismos.

“¿Por qué no puede ser distinto?”, me pregunto entre gritos y sollozos como aquel soldado que disparó en Irak, como el sicario que mata a niños inocentes, como el hombre arrepentido que es un violador. 

1 Comment
  1. Flor Martínez febrero 17, 2024

    Éstoy pasando por un divorcio y me identifique muchísimo.❤️‍🩹

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