Ya nomás me quedan de 10 mil, carnal.
-Tengo de 13 y te mando a mi chavo para que te metas con confianza.
-Te lo dejo en 15 y no rebota. Ya pasaron varios y tengo videos…
Esas fueron tres respuestas consecutivas de revendedores a las afueras del Estadio Azteca para el cierre del World’s Hottest Tour de Bad Bunny una gira que rompió récords en asistencia y boletos vendidos con ganancias de más de 350 millones de dólares con más de 1.6 millones de entradas vendidas sin contar las últimas tres fechas en México.
Las dos fechas en las que se presentó el conejo malo en la Ciudad de México fueron un éxito, el 9 de diciembre con un estadio semivacío pese a que el evento se anunció como sol out desde la preventa y el 10 de diciembre con un “lleno total”. O más bien ¿Las dos fechas en las que se presentó el conejo malo en la Ciudad de México fueron un éxito?
La salida del Tren Ligero desembocaba una multitud en la rampa hacia la entrada principal del Estadio Azteca: puestos con merch de los dos lados, comida, bebidas por todos lados; el Kit completo (pluma, taza y sticker) por $200, sudaderas con la cara de Benito Ocasio en $350, gorras en $50, gorros de explorador en $120 y la gran sorpresa de la llegada: tacos de canasta 8x$20. En ese momento lo entendí… Hoy se bebe, hoy se gasta, hoy se fuma como un rasta… Si Dios lo “pelmite”, claro.
Mientras el trend con el audio titulado “I´m going to see Bad Bunny tonight” se viralizaba en TikTok con historias con finales felices de personas que lograron entrar al concierto, la realidad en las inmediaciones del Coloso de Santa Úrsula era otra: “esta no, esta sí, esta no, esta sí, esta no, esta sí, esta no, esta sí”… No, no se coreaba “Efecto” era lo que se vivía en los torniquetes de la puerta 1. Los accesos denegados fueron una constante durante las dos fechas.
El principal motivo de que miles de personas no pudieran ingresar al show fue la clonación de boletos, la reventa a precios nunca antes vistos, la desaparición de vendedores afuera del estadio segundos después de un pago o transferencia, así como las estafas por internet a personas de distintas partes de la república mexicana.
Entre más se acercaba la hora del show, la histeria colectiva aumentaba. Inició una gritadera seguido de señalamientos hacia dos hombres de treinta y tantos años : ¡Fueron ellos! dijo una pareja. Acto seguido, seis elementos de la policía capitalina se abalanzaron sobre los inculpados y luego de unos segundos de resistencia a su arresto, voló un puñetazo sobre el hombre de la izquierda, seguido de patadas de los otros elementos y un sometimiento sobre el suelo. Más gente llegó y cientos de personas avanzaron hasta los torniquetes.
-Muévete de aquí, ese cabrón ya nos puso.
-Me avisas cuando baje.
Dos revendedores comentaron en corto y se separaron. Luego de unos minutos un audio de WhatsApp le indicó a la revendedora que llegara al puesto papas.
-Ya vente, ya llegaron más…
Continuó el famoso “Te sobran, te faltan”, “Compro, vendo y cambio”(en voz baja).
En algunos momentos las filas avanzaban en silencio, letreros led en movimiento desde aplicaciones de celulares reproducen la frase “compro dos boletos”. O bien, bastaba mantener un contacto visual de no más de tres segundos con las personas para preguntarte si necesitabas “alguito pal conejo”.
Boletos clonados, modus operandi y estrategias de estafa…
Llegar al concierto desde la periferia (zona norte del Estado de México) implicó viajar en una combi, utilizar el Suburbano, después transbordar tres direcciones del metro y compartir un vagón del Tren Ligero por nueve estaciones sintiendo la respiración de los demás en la nuca. Sin embargo, no se compara esa travesía con el trayecto de una pareja de 17 años provenientes de Guerrero, con outfit coordinado con pantalón negro, camisa de zebra y un gorro de exploradores con el corazón de la portada de Un Verano Sin Ti en la parte frontal, quienes pagaron dos boletos digitales por 12 mil pesos a una cuenta de instagram de venta de boletos bajo el nombre Ticketmaster Bad Bunny que después de recibir la transferencia bancaria les bloqueó toda comunicación.
O no se diga el caso de Jimena Hernández de 18 años que considera el concierto como “Un fraude total y el que la seguridad no te apoye se pone más en contra de ti que de la empresa”; a ella le regalaron boletos para la primera fecha —comprados en Ticketmaster por un familiar— y cuando llegó a la entrada se le negó el acceso debido a la clonación de sus boletos. Ella no desistió, al siguiente día decidió confiar en un revendedor que había subido varias historias con sus casos de éxito al entrar al concierto. El revendedor anónimo, le comentó que entraría al lugar por sus boletos para entregarlos en la entrada final de la puerta 1 (donde además de estar las personas encargadas de revisar los boletos, se congregaron al menos 30 policías). Pasó el tiempo y Jimena, mientras se escuchaban las primeras tres canciones del concierto, perdió la esperanza de que su revendedor de confianza regresara con sus boletos. Otra noche sin poder entrar.
Ni qué decir de Fernanda Rebollar de 15 años de la Ciudad de México que comenta: “Nosotros no alcanzamos boletos en la fila de Ticketmaster, hoy en la mañana un revendedor nos vendió boletos supuestamente de Ticketmaster, nos mandaron una lista de precios y pensando en que se veía muy bien compramos los de 5 mil, hicimos la transferencia y a los minutos nos bloqueó. Nos gustaría que regresaran a los tickets físicos como antes”.
Dentro del Estadio Azteca inició concierto de Bad Bunny con costos exorbitantes desde febrero que inició su preventa y con reventas exageradas, afuera inició la fiesta de los desterrados, el cover era un boleto clonado, una estafa digital o un abuso de confianza y el dress code era pantalón aesthetic, ombliguera, gafas de sol sobre la cabeza, orejas de conejo y desilusión.
La noche avanzó, el concierto ya había iniciado, los privilegiados de adentro (como se les llamaba desde afuera) coreaban las canciones del artista más escuchado en los últimos tres años en Spotify, mientras que los desterrados (como se autonombraron las personas que no pudieron entrar al perreo del año por distintos motivos) compartían azulitos, micheladas, cerillitos, panteras rosas, cigarros y se coloba un ocasional olor a cannabis, acompañados de la voz del artista del año según Apple Music desde una bocina color naranja.
Mientras unos indignados al fondo les pedían silencio para decodificar el bullicio que provenía del recinto que, hasta el momento, ha sido sede de dos copas del mundo, en la fiesta de los desterrados el perreo se daba macizo contra el piso, bellacoso pero sin acoso y bendito, pero sin Benito.
Dentro de la fiesta de los desterrados llamó la atención el caso de Jeremías Hernández de 20 años proveniente de Argentina quien después de enseñar la parte de afuera de su pasaporte y compartir de su botella con agua (que no era agua) platicó que ha seguido la segunda parte de esta gira, principalmente por Latinoamérica, con especial interés en México debido a que era el cierre. “En Monterrey no tuve problema y hoy, que solamente vine a este concierto, pasé el primer filtro(en los torniquetes), luego el segundo (otra revisión policial) y en el tercero (chequeo en rapas del estadio) me regresaron. Enseñé mi boleto, ya traía mi pulsera y me regresaron, me quitaron el boleto y ya no me lo quisieron dar. 20 mil pesos perdidos”.
También, Alexis Valerio de 18 años, que su primer boleto lo obtuvo por serendipia. El boleto para el primer show de Bad Bunny era el regalo de 15 años de su hermana, por complicaciones de salud se encuentra en el hospital y le pidió que lo ocupara. Llegó al lugar y se le negó el acceso debido a la clonación de su boleto, el cual se le retiró. Al siguiente día decidió vender su teléfono, comprar un boleto que liberaron en el sitio de Ticketmaster para asistir con su grupo de amigos. Otra vez asistió al lugar, se formó con sus cuatro amigos, ellos pasaron pero él no corrió con la misma suerte. Le retiraron su boleto y a empujones lo sacaron de la fila.
Ticketmaster y la gota que derramó el vaso…
“La tecnología avanza y los pinches delincuentes buscan nuevas formas de chingarse a la gente”, comentó Ramón Ceja, policía desde hace más de 18 años nacido en Cuautepec, Barrio Alto. La noche del 10 de diciembre desde una de las rampas de la entrada miraba lo que pasaba en los torniquetes: “ayer valió madre, no estaban preparados para lo que pasó, hoy, si te das cuenta, ya tenemos todo controlado y pidieron el apoyo de más elementos por cualquier pedo”, agregó. “Nos mandaron llamar a los que antes éramos granaderos y ya no hubo problemas excepto por los revendedores y carteristas que ya tenemos allá atrás como a 50 cabrones”, aumentó. “Hay unos gueyes queriendo incitar al portazo, pero se la pelan porque estamos aquí afuera, otros en la entrada y más por la mera entrada, lo malo es que ya nos quitaron el gas pimienta, ya no podemos usarlo pero esa madre te pica y te chinga las vías respiratorias” señaló.
Con respecto a las acusaciones hacia Ticketmaster, Estadio Azteca y la clonación de boletos confía en que la policía cibernética encuentre a las personas responsables de este delito y la forma en la que operan: “Me imagino que estos gueyes, al ser un boleto digital, cuando la página lo arroja y lo manda al comprador, lo interceptan, lo copian y lo venden varias veces. Yo digo que son unos hackers”.
Además, “Para que este delito se cometa debe de haber dos partes, la víctima y el victimario, el que lo vende y los que compran. Si te das cuenta todos los que se rebotaron eran chavitos de provincia, de otras partes del país, aquí en la CDMX no pasa eso, la gente ya se la sabe. Seguramente compraron en una página que decía Ticketmaster pero a lo mejor ni era la oficial, ya ves que copian todo y lo ponen igualito para que caigan, pinches boletos cada vez están mejor falsificados, pasan las pruebas de las máquinas y hasta las de la lucecita” comentó sin perder de vista a la multitud desde lo alto de la rampa.
Por otro lado, la gota que derramó el vaso fue la negligencia de Ticketmaster en los últimos dos años, se supo de clonación de boletos en el concierto de Coldplay y, recientemente, con Harry Styles, lo que desencadenó en una demanda colectiva donde interviene la PROFECO para darle seguimiento al caso. Además, hubo una tendencia en los últimos días en redes sociales con la demanda #FueraTicketmaster y #TicketmasterIsTheProblem donde la gente contaba su descontento y casos de inconformidad con la boletera.
El Estadio Azteca emitió un comunicado deslindando toda responsabilidad de lo sucedido, invitando a las personas afectadas a seguir el protocolo que recomienda PROFECO para sumarse a la acción colectiva en contra de Ticketmaster y pedir su reembolso. Esta es la única vía para resarcir los daños a quienes resultaron con boletos clonados.
El privilegio de ver a Bad Bunny de cerca fue para los influencers y gente con capacidad adquisitiva superior al promedio, a través de sus historias de Instagram, TikToks y contenidos pudimos ver un poco del show que presentó Bad Bunny junto a sus invitados. Efectivamente, el boleto estaba tan caro porque en algún momento voló sobre una palmera, tan inalcanzable para las personas privilegiadas y aún más inalcanzable para la ciudadanía promedio en México.
Una valla de seguridad y una puerta gigante distanció a los privilegiados de los más privilegiados, de las personas que se endeudaron para adquirir una entrada, de quien cumplió el sueño de ver a su artista favorito, de las personas estafadas, de las madres esperando afuera del concierto, de los revendedores, de los vendedores de cigarros, de las familias que viven de su puesto afuera del estadio, de la niña que bailaba todas las coreografías de TikTok acompañada de su familia frente al cerco de seguridad de la policía, del chavo que incitaba al portazo, de la pareja metalera que estaba juzgando en la esquina, de la familia que durmió dos noches en una rampa, del impresor que rotuló miles de playeras con la cara de Bad Bunny, de la abuelita que pagó los boletos con su tarjeta de Citi Banamex, del periodista independiente que no consiguió acreditación y que escribió con su disco favorito de fondo: Yo Hago lo que me da la gana (YHLQMDLG).
Hoy decidí escribir desde el yo (como un colega Desvelado lo recomienda) reconociéndome en la otredad y bailando con los desterrados. Decidí omitir los comentarios clasistas, las opiniones llenas de superioridad moral que me llegan cuando decido cubrir un evento masivo relacionado la música popular actual y dejarme llevar por la multitud, camuflarme entre revendedores y fans, mostrar desde mi lente que la banda se la pasa chido aunque no logren entrar, evidenciar el clasismo que hay en el cuerpo policial y su predisposición a utilizar la violencia contra la ciudadanía y ¿Por qué no? perrear con una michelada en mano frente al estadio del equipo de mis amores para recargar energías y empezar el 2023 bien cabrón contigo y un blunt como adelantó Bad Bunny en “Yonaguni”.