junio 22, 2022

Estas historias no son de amor

Cuatro textos creados en la #EscuelaDesvelada

By In #EscuelaDesvelada

El amor romántico como una de las tantas formas de violencia genérica fue una de las premisas que albergó el taller de Periodismo Feminista con Enfoque de Género impartido por Virginia Ramírez. Este taller, que nació como respuesta a las inquietudes de quienes hacen posible la #EscuelaDesvelada, permitió a les participantes identificar formas de violencia cotidianas y escribir sobre cómo el amor romántico se ha legitimado en el imaginario colectivo como la idea de felicidad absoluta, aunque ello implique sacrificarse por amor, sufrir por amor y olvidar el amor propio. 

Un cuento de hadas

Por. Miriam Hernández Osorio

Desde que me casé la vida estuvo llena de reclamos y regalos. Después, cuando los reclamos ya no fueron suficientes se convirtieron en golpes. Recuerdo que cuando éramos novios me dijo que yo podía hacer lo que quisiera, que podía seguir trabajando, pero cuando nos juntamos me prohibió hacerlo.

Durante la relación, algunos días era mi príncipe: me llenaba de regalos, salidas y visitas con la familia. Otros días se transformaba en un ser malvado que me exigía limpiar la casa, cuidar a nuestro hijo o servirle fielmente, de lo contrario me esperaría un escarmiento que mi piel y mi mente siguen recordando. 

Nunca voy a olvidar diciembre. Mi hijo y yo habíamos puesto el árbol de Navidad con mucha ilusión, los adornos eran dorados y hermosos. Cuando él llegó lo destruyó todo, me empujó y me pegó tan horrible al grado de que durante una semana tuve que comer con un popote.

Me duele no haber podido salvar a mi hijo de tanto maltrato, de tantos golpes, de tantos abusos pero, ¿cómo iba a dejar a mi hijo sin papá? Al menos eso nos hizo pensar la sociedad.

Lo más horrible sucede cuando se comporta tan amable, tan bueno, tan comprensivo y dadivoso con la gente. Todos piensan que yo soy la mala, la amargada, la cruel, la  violenta. ¡Si supieran quién es él en realidad!

El cáncer en mi cuerpo lo ha ablandado, aunque a pesar de estar enferma aún es mi obligación hacerle de comer, servirle la comida, plancharle, lavarle. No importa que mi dolor sea crónico, aún es mi obligación porque soy su esposa.

Me arrepiento tanto de haberme casado y cada vez que puedo se lo recuerdo. No lo soporto. Mi vida no lo soporta, pero eso pasa, ¿no? Cuando uno anda de novia te bajan el cielo, las estrellas y luego cuando te casas ¡zas! Una no se va de la casa porque piensa en los hijos y luego los hijos se van de la casa y no piensan en una.

P.D. Espero que esta heroína, de quien omito el nombre, encuentre la paz. 

“Confianza”.
Imagen por: Miriam Hernández Osorio

Su historia 

Por: Andrea Velarde 

Los párpados con sombras brillosas de Emily resaltan entre las tonalidades beige y grises del reclusorio. Ella se distingue en un patio lleno de hombres vestidos de beige. Emily no pertenece al reclusorio varonil, pero por ahora ese es el lugar más seguro donde puede estar. Cuando ella entró a prisión, empezó a perder la vida que había construido. En el proceso legal se descubrieron algunos papeles que Emily nunca había logrado cambiar, entonces su novio se enteró de su vida pasada.

Emily lo llamó una semana después de su primera audiencia y él no contestó. La chica intentó llamarle muchas veces hasta que, finalmente él tomó la llamada y la primera palabra que dijo fue su deadname, no la dejó hablar. El chico comenzó a insultarla y maldecirla, luego colgó. Dos años de vivir juntos habían perdido su valor ante ese viejo papel que ella jamás sintió como suyo. Emily habló con su suegra y fue la misma historia. 

—La culpa es tuya por no ser honesto de quién eres y llevar a mi hijo al pecado—, dijo la señora antes de colgarle.

—¡Yo soy Emily! ¡Yo soy mujer!  La única mentira está escrita en ese papel—, dijo ella a pesar de que ya no había nadie del otro lado del teléfono. 

Al final, lo que importaba es que Emily era la única que conocía su historia. 

“Su historia”.
Fotografía: Bicky Ramírez
No siempre es para siempre

Por. Maby Cordero

Desde pequeñas nos han inculcado la idea de que “la familia es lo más importante” y que es nuestra responsabilidad (como mujeres) hacer todo lo posible por mantener a la familia unida. Esta idea es generacional y se puede constatar en las siguientes historias. Para salvaguardar la identidad de las mujeres que protagonizan los relatos, he omitido sus nombres. 

***

La primera mujer se distingue por haber cumplido con la norma: “hasta que la muerte nos separe”. Sin embargo, escuchando sus relatos pude descubrir que no fue feliz. Aunque su matrimonio fue duradero, de su boca pude escuchar el sufrimiento. Desde pequeña fue  educada para ser esposa, madre y una mujer viuda. Se puede notar la tristeza y el arrepentimiento sobre el camino que le tocó recorrer, a  pesar de haber sido una mujer fuerte.

En comparación con la primera mujer, la segunda logró escoger su camino. Su vida tampoco fue fácil, pero con el tiempo algunas cosas habían cambiado para las mujeres y eso le favoreció. Tras dos años de matrimonio todo se rompió con el primer acto violento. La decisión de divorciarse era la única salida para no ser una más en la lista de mujeres violentadas; sin embargo la sociedad le dificultó el camino por ser madre soltera.

En cambio la chica de esta generación siempre tuvo en claro lo que no quería para su vida. Ella sabía lo que sí merecía y reconocía que no quería ser alcanzada por un amor que la destruyera. Ella había crecido con los ideales claros.

Pero los diferentes tipos de violencia suelen disfrazarse muy bien, aunque la que menos se percibe es la violencia psicológica. Es difícil salir de la dependencia emocional y es algo de lo que pocos hablan. Son marcas que no quedan en la piel pero sí viven en ti. Es importante salir de ahí lo antes posible porque la manipulación llega al punto tal de hacerte creer que sin esa persona no eres nadie; y lo que sigue son agresiones de todo tipo.

Hoy en día somos una generación de mujeres que conocen su valor pero no estamos exentas de caer en un amor dañino. Aún quedan daños generacionales que muestran esas enseñanzas llenas de estereotipos y prejuicios.  La mentalidad misógina permanece en cierto grupo de personas, ya sean hombres o mujeres, porque sí, el sistema patriarcal también ha afectado a los hombres imponiéndoles roles que les mantienen alejados de los sentimientos y sensibilidades.

Fotografía por Maby Cordero

¿De qué amor hablamos?

Por: Diana Nazareth

Siendo mujer u de otro género en México y dependiendo del contexto social que nos atraviesa me pregunto: ¿qué nos han enseñado acerca del amor? ¿Cúal es el tipo de amor del que se habla? ¿De qué amor no podemos hablar? Por ello expongo algunas ideas respecto a cómo concibo la idea de amor, así como algunos tipos de violencia de género que he logrado identificar. Este posicionamiento es a título personal. 

Si vamos a hablar del amor definitivamente no sólo tenemos que señalar lo que muchos intelectuales dicen acerca del cóctel de hormonas que nos proporciona el enamoramiento, o de  toda la carga irracional de energía libidinal/sexual que el  cuerpo dirige a la persona amada. Ese discurso sistémico y masivo nos ha hecho creer que el amor debe ser heteronormativo (mujer-hombre), monogámico (de dos personas), y único en la vida. Que ese es el único tipo de amor que existe y que permanece como carga generacional que arrastramos por ser hijas, madres, abuelas, hermanas. ¿Por qué no hablamos de eso?

Nos dicen: “¡Hey! el amor es como en las películas, ¿no?” Nos han hecho creer que las historias “normales” de vida son o están por convertirse en películas. Entonces vives con la ilusión de que en algún momento te conviertas en esa protagonista que va por la vida con audífonos mirando por la ventana del transporte público cuando por casualidad encuentras al “amor de tu vida”. Vives con la ilusión de que alguien con quien haces match en Tinder soporte toda esa carga emocional porque “estás cansada de estar sola”. Nos han hecho creer también que es más fácil ir por la vida en busca de alguien a quien dedicarle nuestro tiempo y atención, limitándonos a mirarnos hacia adentro y dedicarnos ese tiempo y atención a nosotras.  Porque después de pasar por una espiral de destrucción, duelo o cualquier tipo de sufrimiento llegará ese amor que hará que todo lo que vivimos valió la pena para tener nuestro “y vivieron felices para siempre”: la eterna espera del príncipe o princesa que nos va a rescatar.

¿Cómo sé qué necesidades tengo? Nunca nos enseñaron a identificarlas. ¿Qué quiero para mi vida en todos los aspectos, físico, social, afectivo, material, espiritual? ¿Qué ambiciones tengo? ¿Son propias o son las que me dijeron que son mejor para mí? 

Hemos sido criadas para cuidar, acompañar y maternar; cómo mujeres es el rol que nos toca. Esto incluso incomoda a las mujeres que son de la familia porque aparte de la brecha generacional, hay una alianza familiar que afianza esas creencias y hábitos y aunque estos sean tóxicos, “la familia siempre será primero”.

Estas ideas auto narradas, las considero un guión que se repite de generación tras generación. Por un lado están las que desean salvar y se empeñan en solucionar la vida de otros. También aquellas que ceden y dan todo por los demás, dejando lo mínimo para sí mismas porque “chillona pero chingona” ¿no?, o el típico “mujer luchona”. Hasta se monopoliza este tipo de sacrificio.

Por otro lado tenemos a las egoístas ególatras, chantajistas y manipuladoras. Buscan sacar ventaja de ello, claro, es preferible decir que se identifican con la primera de estas dos, porque ¿quién quiere aceptar que es egoísta? Eso nos haría la mala del cuento, o las villanas de la película, porque no estamos maternando. Esto no sólo en el sentido de ser madre, si no en la cuidadora, la que protege, “la buena”. Aquella que provee esa chispa afectiva que el sistema nos exige y exprime, si no lo hacemos estamos siendo egoístas.

Lo cierto es que ninguno de estos extremos nos permite hablar de otros tipos de amor, como el amor propio. No ese discurso que la psicología positiva o el coaching nos repite: “ámate tal cual eres todos los días”, porque habrá días en que despiertas y definitivamente esa persona parada frente al espejo no podrá decirse y reafirmarse a sí misma. Habrá momentos en los que las comidas seguirán siendo una lucha interna, en los que tu mayor preocupación será si tu abdomen está más inflamado que la noche anterior, o si tus glúteos son grandes, pero en el fondo la idea no es el yugo de la belleza, porque estos sólo son los síntomas del amor propio. Nos han dicho que hay una medida para ello, que existe una “autoestima ideal” y el discurso nos continúa sometiendo a un absolutismo de amor.

Imagen por Diana Nazareth de la exposición “Emular el tiempo” de Adriana Pascual. Su exposición menciona el sentido de la autorreferencialidad, a través de las memorias de su juventud para reimaginarse y autonarrarse, Adriana cuestiona ¿qué tanto de lo que somos como mujeres realmente nos pertenece?

1 Comment
  1. Roberto Vázquez junio 22, 2022

    Espectacular! excelente lectura, me hizo ver varias cosas que a veces damos por sentado. Muchas felicidades!
    Gracias por abrirnos el panorama.

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