octubre 25, 2022

Pluma afilada, corazón abierto. Segunda edición

Historias breves creadas en la #EscuelaDesvelada

By In #EscuelaDesvelada

Al final de Miss Americana, el documental que retrata la vida de Taylor Swift mientras escribe y graba Lover, la cantante norteamericana pronuncia las siguientes palabras: “todavía quiero tener una pluma afilada, la piel delgada y el corazón abierto”. Es su manera de expresar que aún después de las críticas que han recorrido su carrera y de los momentos dolorosos que ha atravesado, quiere aferrarse a la vulnerabilidad aún cuando a veces sea una decisión aterradora. 

Esa es la idea que guía #PlumaafiladaCorazónabierto, el primer taller de la #EscuelaDesvelada, que este año llegó con su segunda edición para leer a Maggie Nelson, Joan Didion, Tamara Tenenbaum, entre otras autoras.

Los tres textos que presentamos aquí surgieron como ejercicios durante las sesiones del taller.

Caballero de copas
Frida Mendoza

“Bravo, Frida, bravo. Una vez más diste una leída rápida y se te fue lo más importante de la indicación de la tarea: no ficción. No. No”, me dije apenada mientras eliminaba mi texto del archivo.

Leo las historias autobiográficas de mis compañeras del taller a partir de sus cartas del tarot y me da pena la mía que trata de una joven disfrazada de caballero que entrega en una copa los mensajes de trabajadores forzados de un reino ficticio a sus familias: les hace llegar sus palabras y les transmite tranquilidad. 

Foto de Anastasia Shuraeva: https://www.pexels.com/es-es/foto/persona-manos-conmovedor-adivino-6014326/

Muy ficticia mi historia y muy curiosa la forma en la que la joven entrega los mensajes a las familias, ¿no? Pero había que meter la copa en algún lugar. En mi historia autobiográfica la copa iría más bien un viernes al final de una semana que se me fue muy rápido y en vez de copa sería una lata o una botellita de cerveza.

Pero fuera de mi divague, pienso que la historia que escribí sobre la carta del Caballero de Copas* que sí resonó en mí es en cierto modo una manera de hablar del periodismo, de transmitir mensajes certeros a quienes más importan: la población. 

Pienso en el “clac, clac” que escribí en mi historia de ficción y la lentitud que se describe en el caballero de copas y lo asocio con la lentitud que debería ser necesaria en nuestra labor periodística. Los únicos que tienen permiso a ser “lentos” son los periodistas de investigación, ¿qué no los demás deberían tener el derecho a ser lentos? ¿No hay permiso para procesar la información y entregarla mejor? ¿No hay permiso para darnos tantito chance ante la cruda realidad?

*El Caballero de Copas es un arcano menor, es el mensajero de noticias, simboliza al amor y al romanticismo, consigo trae la llegada del amanecer, la alegría y la esperanza.

El camino de la amistad
Vanessa Arias

Esa carta me recordó una historia que en un momento fue una expectativa amorosa y luego se fue transformando. Estaba en la universidad y practicaba en el periódico de la misma, éramos un grupo de jóvenes jugando a crecer y haciendo del periodismo algo así como serio. Era una edición mensual con contenido de espectáculo y algo de cultura, nada muy profundo si lo analizamos bien. Él era nuevo y su voz casi no se escuchaba, recuerdo que lo miré con detenimiento porque tenía un rostro lindo, poco común por esos lares, para decir la verdad. En un espacio universitario como ese abundaban los machitos, esos que te miran de pies a cabeza para ver que parte del cuerpo les gusta morbosear más. Él no era así, era tierno, delicado, un caballero también. Me contó que era becado, que su familia estaba en provincia y que quería encontrar trabajo pronto para ayudar a su abuelita con los gastos. 

“Pero qué clase de extraterrestre he conocido”, me pregunté, y como siempre una parte de mí decía: “es demasiado bueno para ser cierto, no me puede gustar”. Óscar tenía una luz especial, muy diferente a los demás y me gustaba pasar tiempo con él. Aunque éramos de ciclos diferentes, agarramos confianza y ya conversábamos, almorzábamos y cosas así. 

Poco a poco todo avanzó, pero el gusto inicial no era el de siempre. La verdad es que en ese tiempo me sentía muy patito feo y lo veía demasiado lindo para que me hiciera caso. Otra parte de mi decía, “este chibolo seguro prefiere una chica blanca y flaca de su edad”, yo solita me acomodé bien con el lugar de la amiga buena y no me molestaba ir más allá. Mi corazón estaba medio roto, así que tenía pocas ganas de empezar con esa decodificación de símbolos que somos los humanos cuando empezamos a coquetear. 

Foto de cottonbro: https://www.pexels.com/es-es/foto/hombre-en-camisa-de-vestir-blanca-sentado-al-lado-de-una-mujer-en-camisa-de-manga-larga-en-blanco-y-negro-6207909/

Uno de esos tantos días hablamos de Nubeluz, sí, el show de tv de los noventa. Me dijo que su sueño era conocer a una de las dalinas, recordamos juntos muchas cosas y entramos en nostalgia. Me seguía cayendo bien y sentía que la conexión era aún mejor, en eso sonó una voz maliciosa, de esas que parecen el diablito malo cuando estás teniendo ideas. 

–A Junior le encanta Nubeluz pues él es recontra señorita. 

Hubo un silencio incómodo que nadie pudo disimular, yo no sabía qué decir. Junior era el primer nombre de Óscar, yo nunca le decía así, pero desde ese día empecé a pensar que quizá era homosexual porque tenía muchos prejuicios sobre los hombres. Sin embargo, mi persona ilusa pensaba que un caballero, guapo y estudioso sí podía existir. Después de ese hecho, noté que él me contaba grandes historias sobre chicas que le gustaban, como si quisiera que me quedara claro que le gustaban las chicas. Para ese momento, mi otro yo estaba preparando filtros para saber si ese Óscar era gay. ¿Me importaba realmente? ¿Iba a cambiar nuestra amistad? Esas preguntabas me rondaban a veces. Entonces empecé a descartar: ¿le gusta Madonna? Sí, ¿le gusta Britney? También. Ya sé que todo es muy estereotipado, pero hablo de al menos hace quince años, cuando internet era un lujo y eran pocos los que hablaban del tema. 

En esos tiempos universitarios teníamos un rinconcito muy bonito que llamábamos “las argentinas”. Un lunes fuimos allá y estábamos solos. Estábamos sentados uno frente al otro, contándonos el fin de semana como era habitual. Al rato, lo vi como divagando en la mirada, como queriendo hablar, me dijo: 

–Tengo que contarte algo.

Y yo reaccioné sorprendida, nunca había sido tan ceremonioso para decirme algo. Yo seguía comiendo mientras él hablaba:

–¿Qué pasaría si te digo que las historias que te cuento no son con chicas, sino con chicos?

 –Nada, pues son tus gustos, yo qué puedo hacer. 

En ese momento su cara cambió por completo, parecía como aliviado, me confesó que era gay y que sentía que eso no estaba bien, que se lo cuestionaba, que pensaba en la religión o lo que le enseñaron. 

Yo empaticé mucho porque se notaba que guardar el secreto no le estaba haciendo bien. Desde mi lugar de compañía, le dije muchas veces lo importante que era él para mí y que seguiría ahí para cuando él lo necesite. Cuando ya pasó todo me empezó a contar del chico que le gustaba, que era guapo, que hablaban poco. Parecía un niño ilusionado contando cosas sencillas. 

Hoy él ha cambiado mucho, no es el chico que yo conocí y eso me alegra tanto. Un día me escribió por WhatsApp: “estoy tomando hormonas, espero que no me juzgues”. Desde España hasta Lima siempre nos escribimos para contarnos cosas, aún no he visto ese cambio, pero me alegra saber que hoy es lo que quiere ser. 

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Despedidas
Nancy Romero 

Hace un par de semanas recibí un mensaje tuyo, fue un mensaje inesperado: “¿Estamos bien?”, creo que ya sabías la respuesta. Escribiste también que te gustaría contar tu parte de la historia, despertaste mi curiosidad, ¿qué tan diferente sería tu versión de lo que yo recordaba? Estoy segura de que tu cuentas una historia muy distinta, después de todo, la memoria es un artefacto falible.

Foto de Pragyan Bezbaruah: https://www.pexels.com/es-es/foto/mujer-que-cubre-su-rostro-2029239/

Casi nadie es capaz de recordar las experiencias vividas con la exactitud necesaria para refutar por completo las versiones de otros. Sería más preciso decir que, a través de nuestros recuerdos, construimos la historia que nos vamos a contar a nosotros mismos y a los que quieran escucharnos. La memoria, artefacto protector, nos resguarda de lo que incomoda, de lo que duele. 

Cuando mi presencia se volvió menos necesaria, menos útil en tu vida, cuando lo que yo podía darte ya no se reflejaba en una calificación aprobatoria, o en una mejora en el estatus de tu vida académica; tú iniciaste la retirada. Me di cuenta de que ya no eras mi amiga cuando vi esa foto, si no te incomoda demasiado, la describiré para que ambas estemos en la misma página. Ten en cuenta que hago esta descripción partiendo también de lo que mi memoria ha conservado de ella.  

Una pared de ladrillos enmarca la entrada al recinto, se alcanza a ver una mesa adentro y a los meseros llevando platos. La mesa que eligieron está afuera, perfecta para disfrutar de la comida a la sombra de un par de árboles. Reconozco muy bien el lugar, recuerdo cuando las llevé, después de todo, es donde venden mi postre favorito. Veo una rebanada de pastel, tres tazas de café y tres cucharas; sé, porque aún recuerdo muy bien la fecha, que están festejando tu cumpleaños. Y aunque hay tres tazas de café, ninguna es mía. 

Meses después de encontrarme con esa foto y con la posibilidad de que nuestra amistad hubiera terminado, llegó mi cumpleaños, nunca he sido de grandes celebraciones, sin embargo, recuerdo lo importantes que son para ti esas fechas. No te mentiré, esperaba que la foto solo fuera el reflejo de un error, una muestra de falta de organización y planes improvisados. Pero no recibí tu llamada, ni siquiera la protocolaria publicación en alguna red social. La posibilidad se transformó en certeza. 

Siempre te has jactado de ser una persona muy directa, que habla sobre lo que le molesta para poder solucionarlo, yo también creía eso de ti, así que tu desaparición me pareció un mensaje claro y contundente. Para mí ese fue el final, esta es mi versión de nuestra despedida. Puedo entender que tu versión sea distinta, que la memoria te haya escondido lo que para mí resulta evidente. Pero si tú estás contando tu versión, tenías que conocer la mía. 

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