La mesías es una serie española del 2023 escrita y creada por los productores y directores Javier Calvo y Javier Ambrossi (los Javis para quienes los conocen). Tanto para la crítica española como internacional fue por mucho la mejor serie del año en su momento, y fue también, a los ojos de su servidor, el proyecto más elevado de este par de almas creativas, y una de mis series favoritas en la vida. Con esta obra de largo aliento, los Javis han llevado al formato narrativo episódico de largo aliento (en otras palabras: el formato de las miniseries) a un estado tan alto y fino de lenguaje cinematográfico que muy pocas veces se ha visto, y más hablando de producciones en habla hispana.
La historia arranca en el momento que Enric, un trabajador en el departamento de cámara de una producción que trabaja en la mítica montaña mágica de Monserrath (lugar más que importante en el principio y el final de la historia), descubre los videos de un grupo religioso conformado por seis jovencitas llamado Stella Maris, lo cual hace que recuerde la difícil infancia que vivieron él y su hermana Irene al lado de su madre, Monserrat, que luego de una racha de inestabilidad, se casa con un fanático religioso que los lleva a vivir incomunicados. Con los años, él provoca que Monserrat crea que habla con Dios, y que ella y sus hijas tienen que salvar al mundo de maneras inimaginables. Esas hijas, las demás hermanas de Enric, son las integrantes de Stella Maris. Enric a partir de entonces tiene dos objetivos: encontrar a Irene que años atrás, al igual que él, escapó de la prisión que había formado su madre para ellos, y convencerla de que le ayude a rescatar a sus hermanas.

Hay tantas cosas que se pueden comentar y analizar sobre cómo los Javis van armando y revistiendo esta historia narrativamente, tanto desde el guión, la producción y el discurso; que quizá atender a todos estos haría de este un texto larguísimo, por no decir interminable. Pero aún así intentaré simplificar lo que intento elaborar acá y aterrizar los temas y elementos que me parecen prioritarios de atender, no sin antes decir que mi principal intención al escribir de La mesías es el de interpretar lo que yo vi, más que explicarla.
El origen dramático que parte de las experiencias personales y familiares de los personajes con la forma en que los Javis hacen la serie (cuya duración es de siete capítulos, uno de ellos dirigido por el gran Nacho Vigalondo, que también tiene un pequeño papel) mezclando el concepto de la desesperante desolación del encierro con su carga de oscuridad, y la esperanza del amor a través de los hermanos y la barrera entre lo fraternal y el incesto, me parece tan increíble y digno de admiración, que el propio Lanthimos y Ripstein quedarían fascinados por el dominio de simbolismos en cuanto a la represión de las figuras familiares que representan la autoridad, y la moral en turno conforme lo que dictan las normas sociales.
La elección musical de Los Javis para momentos claves en la historia, son puntuales y todos con una razón de ser conceptualmente hablando. Otro elemento por demás poderoso es cómo desde la realización hay una propuesta clara para diferenciar la línea temporal que se suscribe como el presente de los personajes, y cuál es la que se manifiesta como el pasado, los recuerdos, los flashbacks: mientras el presente de Enric e Irene, ya siendo dos adultos con visibles trastornos de personalidad (y como víctimas de sus circunstancias), es limpia y oscura (y evidentemente grabada con equipo digital); su infancia y su juventud (y en esta transición adoptan la identidad de Isaías y Resurrección) al lado de Pep —su padrastro—, sus hermanas y su madre (que de ser Monserrat, pasa a ser la mensajera y madre de los salvadores del mundo), es filmada con película de 16mm, con ese grano y luminosidad tan característico de la cinta.

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La forma discursiva en que los Javis tocan de manera tan creativa y directa, pero a la vez discretamente con un lenguaje sencillo pero de hendiduras complejas, temas como el abandono, la ausencia, el abuso, el trauma, la enajenación, y esto retratado en cada uno de los personajes, y como la falta de perdón y sanación a veces hace que estos factores se repliquen y dañen de maneras más fuertes a las personas que amamos y se supone deberíamos de proteger; pasando todo esto por cómo el fanatismo religioso muchas veces hace que uno quiera expiar y encontrar en lo divino la solución de lo que nosotros no nos hacemos responsables.
Un departamento imprescindible para que esta serie sea lo que es, es sin lugar a dudas el departamento de casting que eligió al reparto perfecto que tiene la serie, pues no solamente tenían que escoger buenos actores que dieran el ancho en cuanto a las características dramáticas que conllevaba cada personaje, sino que había además que coordinar la sucesión de actores con los personajes y su paso en el tiempo. Ahora trataré de explicarlo: las actuaciones y la caracterización de cada uno de los actores con sus personajes son verdaderamente descomunales, hay un compromiso que transgrede a la ficción. Es decir, si bien de antemano sabemos que la serie, y lo que veremos en esta es una ficción, cuando estamos dentro de la trama y su narrativa, uno olvida esa franja que impone la ficción y hace que uno crea que todo el sufrimiento y el dolor por el que pasan estos personajes, sobre todo Enric e Irene son reales; no se sienten los cabos sueltos que muchas veces la ficción se permite tener justo para tener algo de certeza o seguridad en el sentido de que todo lo que vemos, es actuado.
Dentro de las transiciones de personajes que son verdaderamente precisas, podemos contar la del estupendo trabajo de Carla Moral, Irene Balmes (sí, la hija de Santi Balmes, líder de Love of lesbian) y Macarena García. Desde Carla interpretando a la Irene niña ya se muestra como una luz infantil pura y clara que se rompe en un accidente que la marca y condiciona de por vida. Irene interpreta de forma sublime la templanza, contención y tristeza de Resurrección, y en Macarena se manifiesta el temple, la mesura y la rabia de Irene, quien por más que intenta, no puede desaparecer el lazo con todo su pasado; pero con un trasfondo de sufrimiento por el amor que sienten por sus hermanas a pesar de todo lo vivido.

Si bien la transición como Enric/Isaías/Enric con Bruno Nuñez, Biel Rossell Pelfort y Roger Casamajor no es tan limpia como con Irene y otros personajes, me parece que se roban la pantalla con sus actuaciones, sobre todo destacando el final del extraordinario capítulo cinco, que desvela muchos de los misterios que se nos sugieren al principio de la historia, e indagar en la memoria de Enric para traer sus recuerdos y pensamientos que nos permite revivir el shock que vive y que lo hizo escapar y salir de un universo falso pero propio, para salvar la vida; y en el acto abandonar a la persona que más amaba: Irene. Hasta ese momento se cierra el contexto que retrata su vida pasada y la de los demás a través de flashbacks. Es a partir de ahí que todo su esfuerzo se enfoca en resolver, sanar y salvar, a los otros (regalándonos momentos realmente entrañables como el que tiene con Amaia Romero y Cecilia Roth) y a él mismo, cuyo cierre es tan poético y esperanzador, encontrando su refugio en el mundo, uno tan propio y lejano como el que creó a través de una videocasetera para él y sus hermanas.
Pero definitivamente quienes se llevan todos los vítores son las tres actrices que interpretan al personaje de Monserrat. Ana Rujas, Lola Dueñas y Carmen Machi (que vaya escenas que sostiene con Roger y la Maca) hacen de Monse un personaje tan completo, complejo y capaz, que es impresionante como cada una lleva a un elevadísimo nivel interpretativo la tesis de todo lo que implica este personaje, sus duelos, su amor, su necesidad de enajenación. El miedo y la ternura que desprende Monse durante toda la serie, no habría podido llegar al culmen sin la interpretación meticulosa y puntual de estas tres actrices en los puntos específicos de esta mujer, así como a nivel producción se crea el final con la experiencia de Enric en Wonderland con sus tres madres y esa asunción a los cielos, previo al final.

El trabajo de los Javis es de una estética y un montaje tan elevados, que esto es digno de ser llamado una verdadera obra maestra, las formas y recursos técnicos que emplean a lo largo de la historia (como esa catártica escena del capítulo cuatro donde Irene se da un pasón de ketamina y crean una coreografía con efectos visuales como generados con IA, con una extraordinaria relación a nivel atmosférico y fotográfico con todos los recursos volcados en el efecto emocional), pero el fondo es aún más potente y poderoso en su conjunto.
Al final, los Javis nos entregan una serie que muestra el poder que ejercen los padres sobre los hijos, y como en muchos casos las heridas no sanadas y los episodios de nuestras vidas no resueltos nos persiguen y se heredan, a menos que haya un escape. En preciso acá es tocado desde el poder que ejerce una madre como Monse en su único hijo varón. La serie también nos presenta de principio a fin la diferencia entre la oscuridad de escapar de la cruda/dura realidad a través del fanatismo, y la luminosidad de escapar de la cruda/dura realidad a través del arte. La serie atina y no se permite cerrar de manera tan potente, o a la altura de la intensidad que se nos presentó en otros capítulos, pero me ha parecido centrado y correcto, desvelando cosas que se asomaban, y con algo de humor en la tragedia. Incluso podría decir que fue un final abierto; y no hablo en el sentido de que pueda venir algo después, sino que se puede prestar a múltiples interpretaciones.