“Te busco en el Google Maps y no te puedo encontrar, te extraño y no sé dónde estás. ¿Dónde estás?, ¿dónde estás?”, escucho a Santiago Motorizado en mis audífonos mientras salgo de mi casa.

En otro momento de mi vida ese verso con el que inicia mi canción favorita de los últimos dos meses sería el himno al migajerismo y al amor romántico. Hoy, es el punto de partida para mirarme al espejo, cuestionarme y encontrar la autenticidad, el equilibrio entre lo profesional, mis gustos y pasiones.
Hace casi dos años, estaba decepcionado del periodismo por algunas malos momentos desafortunados. La carrera de resistencia llamada “hacer periodismo desde la periferia” me había agotado más de lo que me gusta aceptar, pero forjó el inicio de mi quehacer profesional y con los años me abrió muchas puertas para conocer, reconocernos, acompañar y contar historias.
Durante esos años tratando de sobrevivir, ya dando las últimas, encontré refugio en el cine (mi pasión, capricho y hasta el momento mi resguardo) para seguir contando sin dejar de divertirme.

Ese paso natural que di al hacer cine documental me ayudó a hacerle una carta de amor al periodismo con “Resistencia Periférica” con un posicionamiento político y estético. A jugar a las luchitas, aprender, encontrar amistades valiosas para crear en comunidad con “Métele Candela” y “Memorias”.
Luego el mundo me puso a trabajar en el teatro donde he caído en blandito, porque tiene lo bonito de un escenario, la creación colectiva, así como la desconexión, atención y escucha que el mundo actual necesita.
Aun sabiendo que lo que he logrado y puertas que se me han abierto ha sido porque llegué pateando para apropiarme del espacio, hay veces que no me encuentro, que no encuentro el rumbo y me desespero (más si estoy atrapado en el tráfico de la carretera México-Querétaro, terminando de escribir un ensayo que habla de mí, ¿o de mis traumas?).
Bueno, para contar mis traumas ya tengo la comedia de Stand up y un público de borrachos en un bar que se ríen —o no— de mis observaciones.
O mejor escribir en mi lugar seguro: La Desvelada.
Dicen que todos los caminos llevan a Roma, espero que no sea a la Roma Norte porque, ¿qué pedo con la gentrificación? Me gusta más mi barrio del centro de la CDMX o mi queridísimo Huehuetoca.
Mi Roma —no la de Cuarón— ha sido encontrarme siempre con la música como acompañante, el periodismo como punto de partida, porque estoy seguro que lo que me marcó me sirve para contar un chiste, un chisme, una película o una obra de teatro.
Tal vez el periodismo sea mi enfermedad incurable con la que he aprendido a vivir y que me ha llevado a otros vicios como el cine, el teatro y la comedia. O tal vez sólo soy un contador de historias surfeando entre la subjetividad. Por lo pronto seguiré buscando mi autenticidad multifacética en el Google Maps.