octubre 27, 2021

Construir sobre palabras

By In Enigmas

Por: Andrea Velarde.

Maldito sillón. Maldito parque. Maldito metro. Sobre todas las cosas, maldigo la desvelada que se aseguró que te impregnaras en todo.

A veces pienso en qué hubiera pasado si no hubiéramos inhalado tanto aire de luna, si no hubiéramos dejado que aflojara nuestra mandíbula, si las palabras jamás se nos hubieran escapado.

Hubiera…

Tal vez nos seguiríamos hablando, seguiríamos siendo buenos amigos y te podrías parar en mi casa sin que las cejas de mi familia se fruncieran.

Maldito metro donde nos vimos por primera vez, el mismo donde nos volvimos a encontrar después de mucho tiempo. El lugar de reencuentro para cuando creímos que habíamos logrado dejar el pasado en el olvido. Recuerdo estar nerviosa cuando te esperaba, abrir mi mochila, ver mis cosas, intentar leer un libro. Esperaba que el tiempo fuera más rápido. Llegaste y dejó de parecer tan mala idea el volverte a invitar a mi vida. 

Tal vez te interese leer: No diré su nombre: mini perfiles de historias de amor

Foto de Andrea Velarde

Maldito parque donde se vio que el pasado aún no estaba olvidado y que no éramos solamente amigos. Éramos las ganas de encontrar una palabra para nombrarnos que nos abarcara en su totalidad.  

Aún recuerdo esa noche, cuando los dos estábamos embriagados de luna y soltamos lo que habíamos guardado desde hace varios años. En mi casa todos dormían.  Una película a la que no le prestamos la más mínima atención era el fondo de una conversación que llevaba bastante tiempo imaginando en mi cabeza.

— Tú antes me gustabas —dijiste sin mirarme a la cara.

Los dos estábamos acostados en mi sillón. Tuvo que pasar tiempo antes de que lo volviera a ver como mío y que tu presencia no habitara la sala.

— Tú también — dije y tú sonreíste. 

—¿Te gustaba o te gusto?

— Me gustas, siempre me has gustado.

Foto de cottonbro en Pexels

De ahí todo fueron palabras. Qué bonito es construir un hogar sobre palabras. De un momento a otro se convierte en un castillo, pero de igual forma desaparece.

Te acercaste y tus pestañas me hicieron cosquillas en el cuello. Me intentaste besar y me quité. Tenía miedo porque conocía tus idas y venidas, cortesía de ser tu mejor amiga. Te prometí el tiempo y tú me prometiste una historia. 

Esa noche se nos fue en hacer planes: conocer a tu familia, ir a la Cineteca, caminar por el centro, ir a un museo. Queríamos crear historia, dejar huellas de nuestro paso. Buscábamos hacer que esa desvelada fuera eterna.

Tú y yo hablando de un futuro que, debí verlo claro,  no iba a ir más allá de esa noche y de la luna embriagadora.

Poco importó lo que se dijo. Nuestro castillo fue desapareciendo de forma paulatina. Estaba demasiado distraída aferrándome a la persona que eras cuando tenías 18 años, que no pude ver que realmente no te conocía. Poco quedaba de la persona que me gustaba, pero yo insistía en ver algo que ya no existía.

Foto de Eva Elijas en Pexels

Palabras y emojis que escondían que tú tenías otros planes,  que tú ya estabas en otra historia. Que te gustaba, pero no. Tal vez ambos queríamos a quienes éramos cuando teníamos 18. No encontramos palabras para nombrarnos. Así que tú desapareciste, demasiado cobarde para poner un punto. Dejaste la historia inconclusa por falta de palabras

Tú siempre tan sí, pero no. Jugando a crear un hogar de palabras. Sí me gustas, pero no para ahora. Tú creías que la página era solo tuya y que podías volver a ella cuando quisieras. 

Me culpo por dejarte entrar demasiado, tocar cada parte de mi vida. Te impregnaste incluso en los lugares más mundanos. Con el tiempo, llegó a parecer que ellos se burlaban de mi ingenuidad. Me costó, pero poco a poco te has ido borrando, aunque aún queda parte de la huella que dejaste. Si algo me diste fue la sensación de querer más de la incertidumbre que ofrecías. 

Que ganas de hacer que los lugares sean para siempre solo míos. Que ganas de que si un día le abro de nuevo la puerta a alguien, él lo haga también.

Leave a Comment