octubre 27, 2025

Sin nombre

By In Enigmas

Desperté y estaba muerta, ya no era yo ni mis lentes Bvlgari, tampoco los títulos que me ayudaban a estar en el mundo, ya no era yo despertando todas las madrugadas a las 5:20, durmiendo a la una durante al menos diez años de mi vida, de la casa a la escuela del hijo, luego al trabajo y de regreso, haciendo exactamente lo mismo un día tras otro y tras otro y tras otro. 

Un día ya no había horarios ni oficinas, el hijo se había ido y la temperatura había cambiado, los escenarios eran dorados y sin ventanas, los personajes vestidos de ciudad ahora iban apenas ataviados de trapos y desnudeces, un día todo era bien distinto y el mundo era un lugar abierto, era el paso del tiempo y todas sus huellas.

Así con el arcano sin nombre, el treceavo del tarot, al que nadie quiere nombrar

En el de Marsella, la imagen es la de  una calaca con la guadaña bien extendida, recogiendo los pedazos que dejó en el mundo, con la mirada fija hacia el futuro. En la versión del tarot Raider White, es una calavera montada en un caballo blanco pasando por encima de un sacerdote, un emperador, una familia: la muerte toca a todos los seres, sin importar quiénes sean, todo el mundo la evita pero es la única certeza que hay en la vida. 

El día que nacemos, sabemos que vamos a morir. 

La realidad es que cada día morimos un poco, cada minuto es un paso más cerca de la muerte que con toda su fría belleza transforma la vida a su paso: la mamá que ya no está, los abuelos que se fueron, la amiga a la que mataron, los hijos que se perdieron y todos esos asientos vacíos que los que vivimos aún en el mundo soportamos como podemos.

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El arcano de los cambios inminentes y las mudas de piel, es la carta que te dice que si no sueltas te quitan, que si no aflojas el cuerpo, la mente y el corazón la vida lo hará por ti. Nos cuenta de nuevos caminos y formas de andar en el mundo, la que nos dice que siempre se puede volver a empezar otra vez aunque haya que dejarse morir un poco. 

Un parteaguas que nos recuerda que no somos árboles con raíces, de la necesidad de movimiento y cambio de rueda de vida, la que te dice que si te quedas en ese amor que duele, en ese trabajo que no te representa, en esa vida que no es como imaginaste, entonces pierdes. 

La carta de los límites, los que se ponen afuera pero también adentro de uno, la que nos pone un alto y nos enseña de perdidas y despedidas, ese día en que sabes que se te torció  la vida y que jamás se te olvida.  

Es la carta que dice un no rotundo cuando en una consulta y por enésima vez me preguntan si ese amor va a volver, si vale la pena “luchar” e intentar, es la carta que dice que te salves a ti, el arcano de la transformación y la claridad en medio de la oscuridad de avanzar como sea para huir de la muerte espiritual, esa en la que caminas sin rumbo y comes sin hambre, la que sabe a la monotonía de haber perdido la sorpresa.

Es la de los inminentes cierres y comienzos necesarios, la que muestra que la única certeza es que cuánto más negra la noche más pronto amanece, la carta de la muerte es la más viva, la que anuncia que siempre vale más un aquí corrió, que aquí murió. 

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