agosto 25, 2021

La Serpiente

Séptimo Códice

By In Enigmas

El ciclo de la gran estrella con el sol se cumplió y los seres del valle salieron en procesión hacia un pequeño cerro en las proximidades del gran templo para realizar el ritual de la serpiente. 

La música, los cantos y el ritmo del tambor llenaban el aire y a la distancia sobre el cerrito se veía un árbol, algunos observaban con atención la luz rojiza que flotaba sobre el lugar donde se realizaría el ritual. 

Solo el gran sacerdote subió al montículo y se arrodilló con la cabeza sobre el suelo, frente a él estaba el solitario árbol rodeado en su base por un círculo de piedras labradas. Las palabras sagradas fueron dichas mientras toda la procesión guardaba silencio, poco a poco los demás seres se acercaron al círculo,  mientras lenta y espectacularmente el gran sacerdote se levantaba haciendo movimientos y signos mágicos. Al abrir los ojos, todos los seres quedaron estupefactos, después de muchos ciclos, sobre el árbol y cobijada por una tenue luz rojiza estaba la serpiente.

Mucho tiempo había pasado sin que la serpiente apareciera, ahora los sacerdotes no sabían qué hacer con las piezas de oro ocultas entre sus túnicas y que al ser ensambladas sobre el árbol, mediante un mecanismo secreto, creaban una serpiente dorada que danzaba hasta que el gran sacerdote terminara el ritual. 

Todos absortos miraban a la serpiente, el ser de la sabiduría, la columna de la creación, como lo decía el gran sacerdote en las palabras sagradas. El reptil enroscado sobre el árbol cambiaba lentamente su posición, hasta que en un repentino movimiento su cabeza apuntó directamente al sol, que en ese momento estaba en el punto más alto del cielo. Todos debieron caer de rodillas según el ritual, pero la extraordinaria aparición los tenía paralizados.

Nadie entonó el primero de los tres cantos, pero la serpiente dejó caer un primer fruto. Una extraña vibración recorrió todo el valle y la tenue luz se fue haciendo más fuerte hasta volverse cegadora, obligando a los seres a cerrar sus ojos y entonces pudieron ver: el árbol, la serpiente y todos los seres no eran mas que unas pequeñas chispas de luz sobre un cielo negro e infinito, incluso las piedras, el suelo y toda la tierra eran parte de ese cielo.

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El segundo fruto cayó al suelo empujado por la serpiente y se hizo un gran silencio eterno, su tiempo era desde el principio hasta volver al principio, todos vieron el vacío, la nada, el elemento principal de que está hecha la vida. Todo estaba en el silencio, en la oración, nada puede morir porque no ha nacido, nada puede pudrirse porque no tiene sustancia, nada es. Y de manera misteriosa todo era, es y será.

Al tocar el suelo el tercer fruto, con los ojos cerrados todos sintieron una ola de agradable calor. Vieron entonces la plenitud del universo, todo lleno de luz y de vida, de nacimientos y muerte, de comer y ser comido, rituales y oraciones, lleno de dioses y astros, donde los gritos de furia, gozo y alegría lo inundan todo, donde la gran conciencia se manifiesta de igual manera en el sol brillante y en la semilla vana, todos iguales, todos seres al ritmo de la danza infinita.  

El ritual terminó. La serpiente seguía sobre el árbol, los tres frutos habían desaparecido, los seres estaban en paz y al abrir los ojos la tenue luz rojiza lo inundaba todo, llenando a los seres de una extraña y dulce alegría. Entonces el gran sacerdote se arrancó su tocado ceremonial y con grandes gritos acusó a la serpiente de negar al gran dios al mostrar un mundo de igualdad donde los simples y los débiles pueden danzar al igual que los sacerdotes y los reyes, donde los que no leen los códices tienen el mismo lugar que aquellos que tienen el poder. Enseguida sacó de su túnica la cabeza de oro que debía poner sobre el árbol y la encajo sobre la carne de la serpiente, uno a uno los demás sacerdotes hicieron lo mismo hasta destrozar el cuerpo del reptil.

El ciclo se ha cumplido nuevamente y el gran sacerdote reúne a los seres y repite la historia de la serpiente que engaña y llena de maldad al mundo, pero que, por la fuerza del gran dios, que fue entregada al gran sacerdote, esta maldad siempre será derrotada.

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