octubre 25, 2022

A un pisonay

By In Ensayos

Por: Alba Rivas

Dicen que la laguna de Pacucha es hembra porque sólo se lleva a varoncitos. Y es una lástima que te hayas muerto allí, en el lugar más turístico de Andahuaylas*, un sitio demasiado bello como para pensar en la muerte, porque es probable que ninguno de los que viene a conocerla o visitarla piense en sus ahogados: ni en los niños cuyo bote se volteó, ni en el joven que dicen fue a pescar, ni en los buzos de la armada peruana buscando cuerpos en un fondo lodoso y de difícil acceso, ni en ti ni en nadie más allá de la superficie del agua que ven. 

Y sí, yo no hubiera podido hacer nada para que no te ahogaras, pero en marzo de ese año viniste a darme una tarjeta de regalo dos meses antes de mi cumpleaños, como si supieras que ibas a morirte. O tal vez no era ningún presentimiento, sino el afán por conquistar a tu primer amor. Yo tu primer amor, y tú, mi primer muerto. Lo sé porque tenía once años y pedía que cuando muriera me entierren en el 12 C porque tú estabas en el 11 de ese pabellón. 

Hace poco vi a tu hermana y está inmensa. La vida que siguió después de ti hizo que tu hermana menor ahora sea tu mayor, aunque en mi cabeza la hayas condenado a no envejecer más, a quedarse menuda, de ocho años, detrás de ti siempre. También he visto a Anthony, que te ayudaba a juntar las mesas del salón, subir unas sillas encima y subirte a ti a las sillas para que cantaras colegiala de mi vida yo te quiero y te adoro mientras me mirabas. No recuerdo con claridad ninguna otra imagen de ti más que esa. Camisa blanca afuera del pantalón plomo escolar, zapatos negros. Tu cabello desordenado, tu piel amarilla, tu media sonrisa. Esa imagen -intacta- dura lo que dura ese fragmento de canción y se repite una y otra vez, infinita hasta el límite de mi mortalidad. Nunca más después de tu entierro Anthony y yo hemos hablado de ti. Nunca fuimos juntos a llevarte flores, ni a visitar a tu familia, ni nada de lo que nos dijimos que haríamos en tu memoria.  

Luego perdiste tu nombre, Manuel. De todas las maneras posibles. 

Ilustración: sieteborreguitos 

Sabía que algún día iba a escribir (para) sobre ti, con esta certeza muchas veces pospuesta. Sin otra manera más que esta: fragmentaria, trunca, inacabada, en la imposibilidad de las palabras que te has llevado y que ya no pronunciarás nunca.  

En nuestros juegos siempre preguntabas: 

—Si fueras un árbol, ¿qué árbol serías? 

Y tú siempre respondías que un pisonay. 

Ya casi no quedan pisonays en Andahuaylas. Han cortado el de la feria y dicen que con su madera están haciendo una virgen para ponerla en una capilla. Será la virgen de los comerciantes, y yo sólo he pensado que en algún momento se va a apolillar. El otro árbol, el que estaba más cerca de nuestras casas, también ha sido cortado porque el pueblo ha crecido y dicen que podría haberse caído sobre lo que se ha construido a su alrededor.   

Si hubieras sabido esto, Manuel, que aquí ya casi no quedan pisonays, y que sus retoños no prosperan, tal vez hubieras elegido ser otro árbol.

*Ciudad ubicada en el sur andino de Perú. 

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