Fotografía: Luis Ernesto Lozano
Para empezar con un cliché, diremos que “desvelarse” significa, literalmente, impedir el sueño, no lograr conciliarlo. Una desvelada no es sólo la acción, sino también su consecuencia: es lo que sientes todo el día cuando te quedaste despierta hasta las cuatro de la mañana, y tienes trabajo a las ocho: el dolor de cabeza, el sueño que tienes al levantarte, la pregunta de si valió o no la pena el perder horas de sueño (casi siempre lo vale).
Pero “desvelar” también significa, de nuevo literalmente, quitar el velo a algo. Aquí creemos que ese doble significado se manifiesta en las desveladas más memorables que hemos vivido: no solamente recorremos calles o vemos el amanecer mientras los demás duermen, también aprendemos cosas del mundo, de nosotros.
Para festejar nuestro primer aniversario, quisimos explorar esas desveladas que, pase lo que pase, nunca olvidaremos, porque nos hicieron abrir los ojos al amor, a los adioses, a la maravilla.
En una ruta del Báltico, por Paola Martínez
El baile y el salón, por Arleth García
El monstruo marino, por Diana Nápoles
Sanar una amistad, por Otilia Carvajal
La ciudad ardía, por Francisca Javiera López
Contando de atrás para adelante, partiendo de un número muy alto, por Ginés Navarro
¡Lo vi en la radio!, por Emmanuel Meraz
Sorbete de magia nocturna en Copenhague, por Fabiola Gurrola