febrero 13, 2023

Al que me hizo odiar una ciudad entera

By In San Valentín

Por: Andrea Fajardo.

“Decir adiós es tener

pájaros feroces en las manos”

Mía Gallegos

Caminar por la Ciudad de México a las 11 de la noche, llorando bajo la lluvia y escuchando All too well de Taylor Swift, es esa escena cliché de peli romántica que nunca imaginé vivir.

Y allí estuve hace casi un año. 

Mientras caminaba, pensaba en todos los afectos que dejé atrás cuando me fui de Puebla luego de terminar una relación que me dejó en pedazos. Pensaba en Luis, quien alguna vez fue una de las personas más importantes de mi vida y ahora solo es alguien de quien no quisiera acordarme.

Tal vez te interese leer: No diré su nombre, segunda edición: pequeños perfiles de historias de amor

Una llega a creer que las relaciones más dañinas son esas que terminan en catástrofe, en las que siempre hubo actitudes tóxicas y cuyo cierre estuvo lleno de violencia. Pero qué pasa cuando esa relación que “no fue tan terrible” y en la que al terminar se tuvieron mil conversaciones para cerrar el ciclo, es la misma que meses después te hace atravesar un infierno con cada recuerdo.

Conocí a Luis en un viaje que hice a Puebla antes de la pandemia. Durante el primer año de cuarentena tuvimos una amistad a distancia que, sin duda, se volvió uno de mis vínculos más seguros. En plena etapa de aislamiento, mientras yo vivía en Mérida y él en Cholula, hablar con él se sentía como hablar con un amigo de toda la vida.

Hicimos la promesa de volver a vernos, incluso planes de cómo y cuándo. Lo logramos un año después, tres días antes del 2021, y en ese pequeño lapso de tiempo pasó de todo. 

A partir de ese encuentro se fue creando un vínculo sexoafectivo entre nosotros que se sostuvo un par de meses más. Pero llegó un momento clave y decisivo: como regalo de cumpleaños yo le escribí un poema y, cuando finalmente me mudé a Ciudad de México, él tuvo el arrojo de decir que me amaba.

Ahora que estábamos un poco más cerca y había otros sentimientos en juego, decidimos tener una relación de pareja.

Esto dio pie a muchas conversaciones (y cuando digo muchas es porque fueron MUCHAS) sobre responsabilidad afectiva, honestidad y cuidado. Yo venía de relaciones largas con hombres muy violentos, tanto física como psicológicamente. Estaba muerta de miedo. Pero fue él quien se atrevió a decir cosas como que el amor es una decisión, una disciplina, un acto de voluntad… y que con él yo estaba en un lugar seguro.

A un año de nuestra ruptura y con el corazón en terapia intensiva, estoy segura de que todo lo que construyó conmigo fue un completo fraude.

“Oh, your sweet disposition”

Luis llegó a mí como un chico noble, generoso, sensible, tímido para hablar de cosas intelectuales y bastante inseguro porque creía que no era una persona interesante. Sin embargo, llegó como aquel que marcaría la diferencia, asegurando que no quería ser “un vato más” en mi vida.

Desde el inicio establecimos un acuerdo en el que era posible abrir la relación y expresar el deseo de estar con más personas, ya sea sexual o afectivamente. Ante nuestra falta de experiencia, hicimos la promesa de hablarlo cuando se diera la oportunidad para reescribir los acuerdos. Mi única petición ante esto fue honestidad y transparencia. 

Al principio todo fue miel sobre hojuelas, por supuesto. Love bombing a todo lo que da: canciones, poemas, conexión de otras vidas, promesas de viajes y proyectos.

Con el tiempo esa magia entre Luis y yo desapareció. Empecé a sentirme sola tratando de sostener la relación, crear planes y salidas, iniciar las conversaciones importantes, organizar tiempos y dinero para ir a verlo… 

Pero digamos que podía soportarlo. En cada plática mi esfuerzo por empatizar con sus mil justificaciones me hacía retroceder. Que no tenía tiempo, que era un workaholic, que estaba muy ocupado o que era muy torpe con sus afectos. Pero eso sí: que estaba muy seguro de querer estar conmigo. 

Poco a poco todo se fue ajustando a él, a su vida, su tiempo, a su torpeza. 

Y así pasaron unos seis o siete meses, yo intentando sostener la que creí “mi mejor relación” y él tratando de convencerse a sí mismo de que me amaba.  

Finalmente, en octubre de 2021 descubrí que Luis había tenido encuentros sexuales con otra chica días después de mi cumpleaños. También supe que constantemente coqueteaba con otras mujeres y que, en un par de ocasiones, intentó acordar encuentros con ellas diciendo que yo, su novia, sabía todo y estaba de acuerdo.

Por supuesto, yo no sabía nada.

Pero como una es medio bruja y siente cosas, antes de saberlo abrí esta conversación con él en varias ocasiones. Le expresé inquietudes que tenía, le pregunté sobre su necesidad de estar con otras personas. Me vio llorar por sentirme insegura y suplicar su honestidad.

Tuvo la audacia de jurar que no estaba mintiendo y culpar a mis inseguridades diciendo que no sabía cómo ayudarme, que yo lo estaba encasillando porque “not all men”. Usó la carta del pobre hombre agotado que ya no sabía cómo demostrarle a su novia que la amaba.

Caí en el juego.

Retomé terapia, leí mil artículos sobre amor propio y madurez emocional, me convencí a mí misma de que Luis era bueno y yo estaba llena de problemas. Tuve miedo de perderlo y de ser yo quien arruinara todo.

Pero no sirvió de nada. Seguía intuyendo cosas, seguía sintiendo eso que a veces se vuelve inexplicable, pero que realmente parece como si un día te amaran con todo el corazón y al otro fueras completamente insignificante.

Cuando supe de su engaño todo en mí se rompió.

Me volví sombría, ansiosa, poco espontánea… todo el tiempo imaginando los peores escenarios. Lloré durante días, sentí que mi pecho se quemaba. Lo hablamos una y otra vez por un par de semanas, lo escuché decir entre lágrimas aquella frase tan gastada pero tan fácil de creer: “cometí un error y quiero repararlo”. 

Y en medio de tanta fragilidad, decidí perdonarlo. 

A principios de 2022, tras un año de relación y un montón de cosas rotas, Luis me terminó con el argumento de que nunca quiso estar conmigo y ya no estaba cómodo con esa sensación. Lo hizo inmediatamente después de tener intimidad, de la forma más abrupta, en el espacio más vulnerable y expuesto que me pudo colocar.

“You made me hate this city”

Antes de saber lo que Luis había hecho, me mudé a su casa en Puebla de manera temporal por problemas familiares y económicos que tuve en la CDMX. A un mes del engaño y el intento de reparación, me mudé a un departamento en su mismo edificio con su hermana de roomie. Por un momento creí que Cholula sería un buen lugar para empezar de nuevo.

Después de la ruptura oficial me quedé en el departamento por tres meses. Intenté ser la ex-novia “madura” que podía ser su amiga, como él quería. Al principio su hermana y sus amigos fueron generosos conmigo, pero al poco tiempo mi duelo se volvió incómodo, quizás porque es difícil mirar de frente las heridas que un ser amado puede ocasionar en alguien más. 

Entendí su posición y me desviví para comprender y respetar su amor por Luis, al punto de tolerar comentarios como que “no fue tan grave” o que tal vez yo no era apta para tener relaciones no-monógamas.

Me fui de Puebla en abril del 2022, forzada por la situación y tras haber tenido mil discusiones tóxicas con él, así como varios episodios de ansiedad. Regresé a la CDMX con 200 pesos y una depresión que no me dejaba levantarme de la cama o comer.

Cada día escuchaba en loop “Happier than ever” de Billie Eilish, y pensaba en lo mucho que Luis me hizo odiar Puebla.

Al día de hoy todavía me cuesta entender todo lo que pasó. A veces vuelvo a preguntarme cosas como: ¿Por qué lo hizo? ¿Realmente me amó? Pero nada de eso es lo suficientemente claro y lo único que entiendo es la herida, todo el trabajo que ha significado sanar algo que yo no rompí y que nadie más puede arreglar, ni siquiera él.

Pasé meses tratando de ver los matices, repasando obsesivamente cada conversación, buscando una disculpa que aliviara el dolor, tratando de validar su amor a pesar de todo. Pero hoy estoy segura de que eso no era amor y no lo digo con resentimiento, más bien con cierta resignación. A veces la clave está en aceptar que hay personas que no te aman, solo les gusta ser amadas.

Ninguna disculpa fue suficiente. Entendí que solo me quedaba ser paciente y sanar a mi tiempo, devolverme a mí misma todo el perdón y la compasión que tuve por Luis. Darme una oportunidad y dejar de buscar en él una respuesta.

Me costó creer en mi propia herida y dignificarla. Incluso podría decir que más allá de la traición de Luis, el peor acto de infidelidad lo cometí yo contra mí misma. Pero como dice Taylor: “I remember it all too well”. También sé cuánto amor coloqué en esa relación y creo que es un orgullo saberse una persona capaz de amar a ese nivel.

Escribo esto como un remedio para ese recuerdo. Escribo sobre el dolor de una herida, pero también sobre lo mucho que nos hace falta trabajar en el amor y las relaciones. Escribo para purgar una historia que creí distinta, pero que no lo fue porque el amor y las palabras no bastan para transformar la violencia que ejercemos en nuestros vínculos. 

Porque si bien los discursos nos dan poder y seguridad, son las acciones las que transforman la realidad. Y Luis tenía mucha razón, el amor es una decisión, una disciplina, un acto de voluntad… pero hoy me queda claro que eso no es algo que se dice, es algo que se hace.

1 Comment
  1. Ross febrero 18, 2023

    Hermoso

    Reply

Leave a Comment