junio 28, 2021

El Conejo

By In Enigmas

Sexto códice

En la noche de las mil estrellas, siguiendo el camino de los astros, las horas obligaron a la luna a bajar hasta el lago que da de beber al valle, las aguas negras de la noche se fueron iluminando poco a poco. Al sumergirse hasta la mitad, el conejo saltó sobre la luna desde su escondite de altos mezquites y esperó paciente a que la luna se hundiera por completo bajo las apacibles aguas.

Una extraña sensación recorrió el cuerpo del conejo al pasar del cielo de la tierra al cielo de las aguas, el cual es más oscuro, denso y agradable. Descubrió también el mundo que está bajo el cielo del agua, de un gran salto bajó de la luna y al tocar esta nueva y extraña tierra, pequeños destellos de luz pudieron observarse entre sus patas, caminó bajo un extraño y azulado cielo sin estrellas, entre suaves cerros y riachuelos cristalinos llenos de luz.

Tiempo después encontró un lugar en medio de la noche donde la luz lo inundaba todo, donde un sinnúmero de criaturas bailaban, gritaban y comían al ritmo de la música que brota de la tierra, observó entonces el conejo que a cada movimiento, grito, caricia o risotada de los cuerpos de las criaturas salían pequeños destellos de luz que corrían sobre la tierra, formando una infinidad de círculos concéntricos que viajaban por el mundo como las ondas del agua cristalina.

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El conejo corrió presuroso hacia la reunión de las numerosas criaturas, su mente y su cuerpo deseaban recibir los destellos que corrían por todas partes, pues cada uno de ellos lo llenaba de felicidad, de sabiduría o de paz, cada pequeño gusano, ave, tigre o majestuoso jaguar, le daban su ser en cada destello. La soledad y su oscuridad desaparecieron, él era todos y cada uno de los animales, en su cuerpo y en su mente, la realidad, los seres, la tierra y él mismo empezaron a curvarse, fusionándose en una espiral. Sintió en ese momento el toque de la divinidad, el ser y el no ser, y un instante antes de fundirse con el todo, antes de la muerte, el conejo saltó sobre la luna que empezaba a ascender.

Volvió entonces el conejo a la noche de la tierra y puso sus patas sobre el suelo, sus ojos podían ver todavía los destellos de todas las criaturas al igual que en la noche del agua y también observó esa energía que une a todos los seres entre sí y con la tierra misma, observó que en esta tierra también todas las almas, criaturas y astros son uno, pero también entendió que todas las criaturas duermen una vida con la creencia de ser únicos, de estar separados, de estar solos .

Desde aquella noche, el conejo vive en la luna entrando y saliendo de los dos mundos, arrancando pedazos al espejo de plata hasta que desaparece para aparecer de nuevo. Y cada vez que arranca un pedazo brillante del espejo se encarga de dejarlo sobre los ojos cerrados de los seres que duermen, para mostrarles ese otro mundo, para despertarlos del sueño de la materia, del sueño de la vida y la muerte. En cada roca blanca y brillante arrancada del espejo lunar el conejo muestra a cada quien, en agradables sueños o dulces pesadillas, su eterna e infinitamente bondadosa luz interior.

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