junio 28, 2021

En el último vagón: 24 cuentos sobre el metro

By In Enigmas

Por: Hugo Lago

Fotografía: Eriko Stark

ATRACCIÓN

El gesto empeñado que hacen los hombres es inigualable, además es único dentro del vagón; las sonrisas y miradas obsesivas es el modo en el que se comunican los hombres romanos en el último carro, donde tratan de guardar secretos entre ellos. Los interinos no entienden el fuerte encuentro del sexo de ese ambiente, pero saben de la atracción de aquellos faunos.

BARRIENDO EL PASADO

Las pisadas del público suenan y marchan ante los andenes vacíos que ya se encuentran repletos de diferentes vidas, sólo que ahora, el eco de cada uno de ellos les da existencia a esos sonidos del ayer. Los recuerdos rotos y sucios se han dado por olvidados; lo bueno y lo malo cambia para ser sólo un capricho e iniciar uno nuevo. Ahora, el personal de limpieza barre todo lo viejo que han tirado.

BAJO EL METRO

La iluminación del subterráneo pasa a una velocidad tal que los ojos del hombre no captan la forma física del foco que carga la luz incandescente. Sin embargo, la pupila se ciega, sin poder ver por un par de segundos. La oscuridad es interrumpida por las luces y el ruido del motor que produce el metro. Cuando sube a la superficie, destruye el hechizo de la oscuridad, olvidándolos en el pasado.

¡CALOR!

Adentro del vagón, la gente empieza a desesperarse por lo que tarda el metro en avanzar, el sol se encuentra arriba del gusano naranja y el aire perdió la batalla contra los candentes rayos que lanza sobre los mortales. Entre los individuos que mantienen la calma, a algunos les desespera el lloriqueo de un niño que tampoco gusta de las ondas de calor. La madre, por su parte, trata de refrescarlo.

SUCIA, SOCIEDAD

¡No quiere a los niños! Gritó aquel ciudadano sin casa y sin aseo. La gente abandonó su lugar al momento de que el hombre despedía un olor a podrido. El vagón se adornó con tiliches de un callejón, se puede pasar libremente, pero aquel hombre daba un grito cada vez que las personas se le atravesaban. Cuando el gusano naranja llegó a Chabacano y abrió sus puertas, el hombre salió. Aunque la suciedad no le pertenecía al errante.

EL OTRO

Camino rápido. No dejo de acelerar el paso. Volteo. Doy una pequeña mirada detrás de mi hombro para asegurarme si aquel sujeto no sigue la misma dirección que utilizo para dirigirme a mi destino. Desvío un poco la vista y alcanzo a ver que está a unos metros de mí. Su mano alcanza mi hombro. Detengo el ritmo de mis pies y volteo para enfrentarlo. Ahí, me doy cuenta de que sólo era mi sombra.

Crédito: Eriko Stark
ENTRE LA VIDA Y LA FANTASÍA

En su mente, la imagen de su pareja se encuentra reposando sobre las calles del centro, cubierta del velo primaveral y la luz del día; se ven sobre el pavimento reluciente. Se ve aquel hombre que agarra el pulgar izquierdo de su pareja, después toda la mano. Imprevistamente las puertas se cierran; producen un fuerte sonido que lo hace despertar de su sueño, dejándolo en el tranvía con su fantasía.

DESAMOR

Desanimado, el hombre trata de arreglar el problema que ha causado al hacer enfadar a su novio; quiere observar esos ojos verdes, susurrarle en el oído cuanto la quiere y que lo haga temblar como la vez que se conocieron. Él su verdadero amor y ahora, ve como se aleja por la ventana del vagón.

DESESPERACIÓN

Se sienta, lee de nuevo su revista, vuelve a pararse del lugar en el que se encontraba, camina de un lado a otro y después ya no sabe qué más hacer. La espera abajo del reloj la vuelve loca, no sabe si llegará o si le pasó algo en el transcurso del camino; no contesta su celular, tal vez lo asaltaron, piensa lo peor pero al voltear, su novio se encontraba atrás de él, ahora su alma ya puede descansar.

EL VAGÓN ROSA

Un olor a rosas y perfumes excéntricos anunció la llegada del último vagón; los hombres jugaban a ser libres, provocando una fiesta debajo de la tierra, mientras que las luces fosforescentes ya no eran necesarias: Las lentejuelas y chaquiras ya las traen impregnadas en su alma, gusto y moral. Cuando bajaron del convoy regresó la vida gris, mientras que la fiesta, para los que viajaban seguía.

EN EL ÚLTIMO VAGÓN

Trata de ocultarse del público con las gafas oscuras que tiene puestas, son una herramienta para pasar desapercibido y poder adentrarse a las profundidades del túnel, así entrar al último vagón conocido para él, pero para los comunes es un misterio qué ocasiona el querer ascender aquellas personas al final. Acto seguido, después que entró solo al vagón, aquel joven sale acompañado.

CERRADO

La glorieta ha dejado de brillar, sólo esta noche se deja querer por las estrellas que alumbran con naturalidad. Pasan más de las doce, las entradas del metro están cerradas y afuera, en las jardineras, se encuentran dos jóvenes; uno espera que abran, el otro sigue en sueños la fiesta, eructando alcohol con olor a refresco de cola y un poco de comida chatarra. Su cobija es el espacio azulado.

EL ROMPIMIENTO

Entre el pasillo para tomar el andén que se dirige a Tacubaya llamó la atención de los usuarios un hombre, con una mano en el centro del estómago y la otra moviéndola de un lado a otro en el aire. Con cada grito que daba, una persona volteaba, asustada o extrañada de quién podría alzar la voz. Al ver que maldecía a su ex pareja, el tiempo continuó con su trabajo y la gente, con su vida.

DELEITE  

El pelo ondulado del joven mantiene un brillo insaciable; controla cada respiro que da el hombre que no puede mantener en orden dentro del andén. Hay sillas vacías, ya pasan más de las 11. Van y vienen las luces del vagón y por un momento el hombre queda perplejo ante la oscuridad, mientras que el joven, por el contrario, lo desea en esa oscuridad. Al querer hablar con él, despierta de un brinco.

SONIDOS DESAPERCIBIDOS

En las escaleras, los tacones de la dama hacen martillar los oídos de los transeúntes subterráneos y en vez de subir por las escaleras eléctricas, decide marcar el paso. Rompe el silencio con el sonido de esos zapatos de punta fina que produce un eco parecido al choque de rocas. Algunos la observan molestos, aunque a la dama no le importa, prefiere correr para llegar a su trabajo.

ENCUENTRO EXTRAÑO

Después de un día tedioso, el joven quería ir a dormir a casa. Sin embargo, al esperar el metro, un hombre con ropa desacomodada y sucia le habló por detrás, le platicó todo acerca de su vida; de su familia y los problemas que integran su hogar. El joven lo escuchaba perspicaz, por si en algún momento, el hombre hacía un movimiento desapercibido. Al llegar a la estación viaducto, se despidió y salió.

CORAJE

Algunos usuarios siguen molestos, preguntándose por qué cierran la cola del gusano naranja. El señor justicia ya no tiene excusa alguna para explicar la situación; hay personas que van en contra de la ética del reglamento del metro, otros sólo temen ser etiquetados como personas con gustos diferentes. Mientras que unos caminan con cara de decepción, otros van molestos por no ejercer sus derechos.

Crédito: Eriko Stark
MELOSA COMPAÑÍA

Entre la multitud, se llega a observar un hombre con cabellera dorada, lentes oscuros y ropa casual, su pareja sólo lo miró como aquel Narciso que carga la tentación, conocida como la fruta prohibida del Edén. No se mueve, al contrario, ríe y juega con las muecas que hacen los hoyuelos en su cara. Aquella sonrisa le recuerda que se encuentra ahí, para pasar el tiempo con el amor de su vida.

VIAJE DEL AMOR

Una pareja se agarra de la mano y bajan para tomar el siguiente convoy, otro dúo se encuentra en los brazos del otro para protegerse del frío, otros más aguardan entre besos la llegada del vagón del amor. Parece ser que los protagonistas son sólo una pareja que sigue un rumbo, pero la verdad es que el metro está abarrotado de esa enfermedad que difícilmente se cura.

SIN DECIR TE QUIERO

“¡No hay tiempo!”, pensó exasperado el turista con cabellera dorada y cuerpo parecido al de la nieve. Volvió a ver a su acompañante y emprendieron una carrera entre tanta gente, ya que era domingo. A unos metros de los vagones, faltaban 15 segundos para partir; el turista, ya en la puerta, volteó, pero su acompañante quedó entre la multitud y él abordó sin decirle a su novio “te quiero”.

LA DOCENA

Sobre los muslos del hombre se encontraban pétalos rojos deshojados a causa del no poder ser amado por alguien. Para su suerte, o su desgracia, no había mucha gente en el vagón, tres o cuatro personas, contándolo a él, como a otro más de la sociedad. Envuelto en su tristeza, cargaba el tallo desnudo lastimándose con espinas punzantes y la palma enrojecida. De tres en tres, adornó el vagón con la docena.  

AMOR GRIEGO

Pecado mortal fue haber conocido a aquel dios griego que, al detenerse al vagón, en una estación con portales, cubriendo y adornando propiedades, encontré a ese ser divino que de las nubes y más allá del Olimpo me dejaron en la tierra, para que traspasase esas puertas eléctricas y al fin pueda ser mío. Me miró, sus ojos soleados y su cabellera quebrada rompieron mi alma, y yo deje entrar su corazón en el mío.

PENSAMIENTOS OSCUROS

Atrás, en el último vagón, hay luces descompuestas. La mitad del andén brilla y la otra está en esa oscuridad de tenebrosa tentación por pecar en cualquier momento. De vez en cuando parpadea y logran escapar unas chispas de luz, pero las siluetas que se escabullen ante los ojos de los pasajeros dosifican la interpretación mental, ocasionada por los pensamientos inmorales de uno mismo.

BLANCO

Sabe que está haciendo mal. El sudor en la frente y el ritmo del corazón están a todo lo que dan, y son horas de ir al trabajo. Quiere distraerse con pensamientos fuera de lo común, pero lo excitan más, hasta que por fin puede sentir como se libera su alma en ese vagón, en el que apenas van dos hombres que se dieron amor.  

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