octubre 25, 2023

En las nubes podemos encontrar a los muertos

By In Ensayos

Por: Mariana Jiménez Huerta

Yo sólo sería feliz en un mundo de esfinges.

Sin palabras. Sólo la música, el vino y

los ojos más intensos del universo contemplándome.

Alejandra Pizarnik.

Siempre hay temporadas en las que me siento muy triste. Hay días en los que siento que sólo puedo vivir si previamente lloro alrededor de treinta minutos. Lloro y nada se arregla y nada cambia pero se siente un poco liberador. Termino de llorar y me siento igual de mal que antes de comenzar.

Siempre parece que estoy en un ciclo. Felicidad de media a alta, después desesperación y ansiedad, culminando en tristeza. Me resulta práctico reconocer dicho ciclo porque así puedo identificar en qué etapa me encuentro. Así que a pesar de sentirme perdida en mi vida, al menos no me siento perdida en mis sentimientos.

Hay veces en que la tristeza se pasa así de repente, conviviendo con la gente, haciendo chistes de forma ocasional, pero a veces no. Hay ocasiones en las que siento que necesito escucharme. Escuchar a mi voz interna. Pero verdaderamente hacerlo.

Hay varias cosas que activan escuchar mi propia voz. Mi favorita definitivamente es pasar un rato conmigo misma. Porque a pesar de tener luchas constantes con mis pensamientos, mis sentimientos, mi apariencia, al final la que siempre está para mí, soy yo misma. No hay nadie en el mundo que me entienda ni me escuche mejor que yo. No hay nadie que sepa cómo levantarme el ánimo ni como mejorar un mal día, más que yo.

Foto de Tom Fisk: https://www.pexels.com/es-es/foto/nubes-blancas-y-azules-2730173/

Se qué hay veces en las que soy bastante dura conmigo misma. En las que me juzgo y me hablo de formas terribles, en las que me lastimo y me provoco situaciones incómodas con tal de sentir algún tipo de adrenalina y emoción, más allá de la propia tristeza, en las que me resulta bastante incómodo convivir con mi propio ser, pero al final sólo me tengo a mí.

Esto evidentemente no invalida el cariño y compañía de mis externos, solo me resulta mucho más sencillo re-conectar a través de mí.

Siempre hay una canción, un recuerdo, un pensamiento, una sensación en el aire que me recuerda que sigo aquí, que estoy viva y que debo aprender a seguir sobreviviendo. Y esto no en el mal sentido ni mucho menos de forma negativa, sino que en muchas ocasiones pienso demasiado en situaciones ajenas a mi, que pueden o no involucrar mi participación, o que simplemente son cuestiones que no puedo resolver solo por mi, que me hunden en pensamientos acelerados y sin sentido, que sin duda me hacen olvidarme de que verdaderamente estoy aquí y que existo.

Para re-conectar conmigo, me gusta recordarme siendo niña. En las cosas que me gustaban, en cómo pensaba que sería el mundo, en que siempre pensaba que en las nubes se encontraban a los muertos y en lo mucho que me gustaba escuchar la música que mi abuela me enseñó. Me gusta recordarme en el columpio que mi abuelo construyó y en lo mucho que disfrutaba la vida de otra forma.

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Todo esto me sirve para traerme de vuelta a la adultez y recordar que sigo disfrutando de pequeñas cosas. En que me gusta tomar fotos a cosas que me hacen sentirme bien, aunque probablemente no sea buena fotógrafa. En que me gusta escuchar mis canciones favoritas y sentir que la letra hace match perfecto con mis sentimientos. En que me gusta escribir y plasmar lo que siento, porque es la mejor forma en que puedo expresarme. En qué sigo disfrutando ver las nubes y sigo pensando que podemos encontrar ahí a los muertos.

Al final nada ha cambiado. Sigo disfrutando cosas muy mías y cosas muy complejas para los demás pero que a mí me parecen la forma más maravillosa de conocerme, de sentirme viva nuevamente y que aunque cuando me descubro reviviendo todo esto inevitablemente salen lágrimas, me siento feliz de poder disfrutar todo esto y de tener la capacidad de ser feliz, de forma sincera, así como debe sentirse un gatito callejero cruzando a mitad de la calle desierta, justo a mitad de la noche.

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