Todo comenzó con una mentira y la promesa de un fallido “plan tranqui”. A mis 35 años es la única promesa que no logro cumplir. Aunque los resultados de mis planes tranqui son plausibles porque siempre terminan en buenas anécdotas, a veces me siento irresponsable pero después me advierto que no tengo a quien rendirle cuentas: no hijos, no casa, no deudas, vivo sola. La culpa es con mi cuenta bancaria, esa bastarda no sabe ponerme límites.
No sé cómo pasó, pero aquel viernes terminé en la zona rosa de la CDMX con mi amiga la Vero y su dealer Paquito, bebiendo un par de chelas en un karaoke de mala muerte. Sentía los cachetes rojos, consecuencia del MDA que chupé de la mano de Paquito, porque la droga se había esparcido en toda su palma y a su servidora no le gusta desperdiciar nada. Mucha risa, mucha charla, poca policía. La noche se puso rara y Paquito pensó que yo podía tener un acompañante; cuando se paró en un Oxxo a comprar unas chelas, se “ligó” a un vatillo para mí (nada mal). Rechacé la propuesta porque podré ser una adicta, pero bastante pretenciosa si de ligar se trata.
3:30 am. Seguimos caminando por Paseo de la Reforma. Vero, Paquito y yo nos abrazamos al tiempo que celebramos que alguien había sacado a pasear a su perrito con un apuesto suéter navideño. “Seguro el dueño también andaba drogado”, dijimos. Reímos.
Qué noche más extrañamente divertida y que frío tan raro; no malo ni bueno, sólo raro, así como todo mi 2024.
Episodio piloto. Examen de conciencia
Durante el 2024 el ajetreo de mi cotidianidad se ha desvanecido entre el humo de un toque de marihuana y los silencios dispersos de quienes me acompañan. Cada que estoy bajo los efectos de la cannabis recuerdo un par de renglones que el antropólogo Philippe Bourgois escribió sobre la pandilla cricoza que sobrevivía en los suburbios de Nueva York durante la década de los ochenta: dice que estas personas son un tipo de peones que surgen ante la agresividad de las estructuras: “[…] seres humanos que construyen su propio destino, aunque ese destino implique la autodestrucción como método de supervivencia”.
Ya se imaginarán la escena: la Bicky y su grupo de amistades ¿autodestruyéndose?, a las afueras del parque Chapultepec después del horario de oficina, buscando aliviar la agresividad de ser adulto, de mantenerse, de seguir las lógicas del sistema capitalista. ¿Y esto qué tiene que ver con el fin de año? Es que para mí el 2024 llegó con episodios estrafalarios que me hicieron reflexionar sobre el tener que sobrevivir y permanecer en las lógicas del capitalismo tardío, materializadas en una ciudad llena de caos, pero que todos los días me sorprendía con cosas triviales, como lo precioso que puede ser el color del atardecer y el amanecer cuando se mezcla con el smog de la ciudad. Porque al mal tiempo y a la contingencia, buena jeta. Es lo que hay… ¡y sin Yolanda Maricarmen!
Episodio I. Sororidad machista
A lo largo de 12 meses tuve cuatro trabajos. Dos de ellos dialogaron con los discursos “feministas” y eso me permitió observar que la sororidad no es un fenómeno generalizado, la sororidad se construye. Comprendí que las violencias más violentas son las simbólicas, las que buscan hacerte sentir menos; las que provienen de mujeres inseguras que te ven como competencia y no como aliada. Mujeres que posiblemente fueron violentadas y que al habitar espacios con poder, reproducen las lógicas de violencia opresora que las construyó como personas. Esto podría deberse a dos razones: porque ejerciendo la violencia siguen permaneciendo en su pequeña zona de privilegios, o simplemente porque se les da la gana (son culeras, pues).
Esta violencia la viví con mi ex directora de tesis, a quien tuve que denunciar por abuso de autoridad y aunque ello ha retrasado mi proceso de titulación para obtener el grado, no me iba a quedar callada (nomás que me titule, les cuento todo el chisme). A mi ex jefa Gloria: de haber sabido que serías una persona violenta conmigo y con otras compañeras, hubiera aceptado tu puesto cuando me lo ofrecieron y qué bueno que lo rechacé, porque ello implicaba ser domesticada por hombres que te obligan a violentar para alinear al personal, así como lo dijo el Don Paulo Freire: “(…) la opresión es una forma de fuerza de inmersión de la conciencia y ello crea realidades opresoras”.
En resumen: amigas, rompan el pacto, plis.
Episodio II. Siga pagando sus cuentas hasta garantizar amistades largas
Este año la lista de amigos se redujo mucho más. Comprendí que la amistad caduca y eso también es sano. Aunque ello no significa que se deje de estimar a las personas con las que alguna vez compartimos, o que nos deje de emocionar verles y saludarles. Los intereses colectivos son fundamentales si se quiere tener personas de confianza, con quien pasar buenos ratos. Una entiende que las y los amigos requieren tiempo, disposición, interés y para eso hay que buscarse y frecuentarse.
En ocasiones tu mejor amigx la puede estar pasando mal, se aleja y eso no significa que no haya cariño, somos seres humanos y todos en algún momento necesitamos tiempo, espacio; nos desaparecemos para reencontrarnos. Aunque hay que aprender a diferenciar que los amigos también te hacen ghosting y esos regresan cuando necesitan algo; con ellxs se puede seguir compartiendo, pero hay que marcar límites.
En tanto que una de las lecciones que viene a corroborar las narrativas del buen convivir en colectividad, es que las peores traiciones siempre vienen de quien menos te lo esperas y pocas veces la persona que falla se hará responsable de sus actos, entonces le echará la culpa a otrxs y de esta forma se crean las campañas de desprestigio. Pero somos humanos y todxs cometemos errores, nadie es perfecto. No hay nada que una disculpa sincera y con el corazón en la mano no se pueda arreglar.
Este año hice las paces con la tecnología porque de esa forma sigo reforzando la amistad a distancia; me envío audios vía WhatsApp con amigas, parecidos a podcast de autoayuda, pero que tiran paro cuando una quiere respuestas o un poco de consuelo. A tropezones pero seguimos en el camino. Gracias amistades, ustedes saben quiénes son.
Episodio III. Un perdón fuera de lugar
A mediados del 2024 mi ex apareció con un correo pidiéndome… ¿Perdón? Lo más rescatable del texto fue que el sujeto se reconoció como violentador y como un “fan” que “stalkea” mis escritos porque dice que de esa forma se entera de mis desmadres y que por ese motivo no debo dejar de escribir ¡Ora qué! ¡Jajaja! Gracias por ser mi lector. Aquí la respuesta que tanto imploraste:
Estimado Miguel: ¿te cae que me envías un correo tres años después? ¡Dinero fue lo que debiste enviarme! Porque cuando te fuiste yo tuve que pagar las deudas del espacio que rentamos. Tus 500 pesos, enviados en febrero del 2022, no bastaron para cubrir el pago ANUAL de predial, agua, luz, abonos de muebles y la cancelación del internet que tú decidiste contratar. Haciendo un análisis de tu correo, en donde involucré a mis amistades de confianza, llegamos a la conclusión de que no has cambiado, sigues siendo el mismo omvre macho, violento y egocentrista que conocí, pero ese es problema tuyo. Tu correo no es un perdón, es una forma bastante soberbia de querer llamar mi atención. Y en caso de que hayas sido honesto, te digo que hace mucho tiempo te perdoné y también te agradecí lo mucho que me enseñaste. Fuiste un mal necesario en mi vida con el que comprendí que no debo maternar y querer salvar a otra persona, sea quien sea.
Dices en ese correo que me amaste, muchas gracias chiquis, pero lamento decirte que después de mucha terapia reconocí que nunca te amé. Fuiste un capricho. Mi ego se obsesionó creyendo que yo podía salvarte de toda tu inestabilidad emocional y por eso permití tus humillaciones. Leyéndote puedo interpretar que sigues en las mismas, de corazón espero sanes. Te quise mucho sí, como un amigo, un gran amigo y colega con el que tenía buenas pedas, sexo y gratas conversaciones académicas ¡Se sabe! Lo que no te perdono es que intentaras ligarte a tus amigas y alumnas con mis frases… mucha teoría pero sí te faltaba tantita creatividad, mi chavo.
Amigos fue lo que siempre debimos ser, pero cuando nos conocimos éramos muy jóvenes y ambos sentíamos hartazgo de nuestras parejas, quienes estaban obsesionadas con el matrimonio; tú no sabías como desafanarte de Alejandra y yo no sabía cómo dejar a Jonathan. Teníamos miedo porque si en algo nos parecemos, es que no nos gusta atarnos a nada ni a nadie, la diferencia entre tú y yo radica en que tú eres muy abusivo porque te han hecho creer lo mereces todo y sin consecuencias. Chiquis, se avecina tu karma, ánimo que se va a poner rudo.
No me arrepiento. Hubo buenos y malos tiempos. La verdad sí me divertí y aprendí la lección.
Que te vaya bien, colega.
Más de esta Desvelada: Me voy a desvelar… ¡Y que me pongan una de Antonio Aguilar, para entrar en ambiente!
Episodio IV. Golpes de realidad
Me costaron 365 días deshacerme de mi soberbia académica para darme cuenta que muchas personas a mi alrededor (incluyendo amistades cercanas) permanecen con un hartazgo laboral que no pueden desechar porque no hay opciones dignas para ganarse la vida. Esto implica pasar largas jornadas de trabajo sin sentido, haciendo nada, haciendo horas nalga… “Trabajos de mierda”, les llama el antropólogo David Graeber. Porque el sistema se encarga de crear actividades que deshumanizan, que apagan. La creatividad se vuelve alineación. Si no trabajas te sientes culpable, te señalan como hippie, como persona vaga. Si no produces, no vales; si no generas, no eres nadie. Después de renunciar a mi trabajo en el Gobierno Federal, tuve una etapa de desempleo que se parecía mucho a la libertad, pero sentía culpa por pasarla de maravilla con mis ahorros.
Después me ofrecieron un trabajo en Oaxaca y entonces volví a ser “la hija de papá”. Qué buena sacudida de realidad fue volver por un mes y a mis 35 años a casa de mi familia. Fue rudo re-convivir con mi papá. Durante ese tiempo mi papá no sabe que de nuevo me enseñó cosas: que con el paso del tiempo nuestras ideas se vuelven obsoletas, se encarnan y nos volvemos obstinados.
Y mi estimade lector o lectora, a ti también te va a pasar. Nos va a pasar. Es parte de la vida. Lo corroboré entre charlas triviales con amistades, quienes también se quejan de sus progenitores. No quiero que esto parezca ofensa, Dios sabe lo agradecida que estoy y lo mucho que quiero a mi papá. Aunque sigo sin congeniar políticamente con él, agradezco que sea tan terco como para seguirme queriendo y sentirse orgulloso de mí, pese a todos los disgustos que le hice y le hago pasar. De mi mami no hay quejas, al contrario, admiro la forma en la que construye y habita su resistencia. Y de mi hermana, esa mujer está igual de trastornada que yo, le llevo un año pero casi somos gemelas ¡jajaja! ¡Qué bueno y gracias porque son mi familia!
De lo bueno poco y otra vez, agradecida estoy porque tengo trabajo, pero ahora en el gobierno de la CDMX. Tampoco la paso mal, porque tengo tiempo para escribir, para leer. Cada vez conozco, me sorprendo y me desilusiono de los modos en los que opera el gobierno. Pero yo observo, analizo, juzgo y cobro mi quincena ¿qué más puedo hacer? ¿Una revolución? ¡Es mi sueño! pero aún no encuentro el espacio ni lxs suficientes aliadxs. Pero no se apuren mis licenciados, se va a gestionar. Cuenten con ello.
Episodio final: Nene, ne-ne-ne, ¿qué vas a ser cuando seas grande?
Pinche año tan extraño. No romantizo el tiempo porque sé que el siguiente será casi igual. Para modificarlo y si se quiere salir de la rutina, se debe contar con mucho capital económico. A la clase obrera nos queda ser más analíticos; está bien ser optimistas pero hay que serlo en la medida de nuestros bolsillos. Insisto, si vamos a manifestar, nuestras cuentas bancarias hay que revisar. Si somos más críticos con lo que nos rodea, podremos afrontar la adversidad, o al menos estar conscientes de que no es nuestra culpa, sino de las pinches estructuras.
Afortunadamente tengo a mi familia y hay amistades para rolar la bacha, caminar, andar en bici, tomar un café, para enviarnos audios, para echarnos porras. Gracias por ser mis amistades de resistencia.
¿Qué quieres ser cuando seas grande? Mucha especulación y soberbia en seis palabras. La pregunta correcta siempre fue:
¿Ya pensaste cómo le vas a hacer cuando seas grande?