Que todos esos monstruos debajo de la cama,
se cuelan en tus sueños tan rápido.
Impúlsate en mis hombros, apóyate en mi espalda.
Perdona si no llega la calma.
Monstruos, Leiva (2016).
Escribir sobre el nuevo álbum de José Miguel Conejo Torres, mejor conocido como Leiva, es empezar a hablar en tiempo pasado: la pandemia. Desde entonces, y aún con la publicación del álbum “Cuando te muerdes el labio” (diciembre del 2021), los muy adeptos a las canciones de Leiva ya estábamos esperando, sin saber cómo se llamaba hasta ese momento, al “Gigante”.
Durante ese temporal entre 2020 y 2021, Leiva empezó a publicar canciones en las plataformas musicales. Temas como “Mi Pequeño Chernóbil” (que nos emocionó a todos los que amamos a Pereza poder ver la presencia de Rubén Pozo en el videoclip promocional) y “La estación eterna” (con la que celebró sus cuarenta años), todo en ese contexto tan peculiar que vivía el planeta entero. Pero también empezó a soltar en redes sociales algunas piezas de canciones que estaba escribiendo durante el confinamiento, en videos cortos de formato live. “Nueva misión”, “El polvo de los días raros” y “La voz de alarma” fueron algunos, y al escribir esto, estoy seguro más de uno nos quedamos con ganas de que se incluyera en el álbum la última mencionada, y no vemos la hora de poder escucharla completa grabada en el estudio.
A veces noto un temblor, un temblor gigante.
Me está agarrando un rencor, un rencor gigante.
En “Gigante” podemos escuchar, pero también podemos percibir a través de las letras, a un Leiva más descarnado, en pleno proceso de deconstrucción con respecto a muchas cosas que ya se manifestaban en algunas de sus canciones de álbumes pasados. Una de ellas es su postura con respecto a la nociva sobre exposición en las redes sociales, y que acá lo manifiesta en “Cortar por la línea de puntos”. Hay otras líneas argumentales que atiende con más importancia, como es el asunto de la vida de rockstar, con sus subidas y bajadas, sus puntos altos y sus latentes y constantes estados de inseguridad, o dicho en otras palabras: esos monstruos (que se manifiesta más claramente en “Leivinha”), la posteridad del artista y hasta donde también puede dar la voz en esta magnitud. También está presente una constante en las letras de Leiva sobre escribir, ya sea en sentido literal o figurado; sobre sus relaciones amorosas (como acá fugazmente lo presenta en “Cuarenta mil”) desde su sinceridad. No en un sentido nostálgico, sino con una mirada melancólica. No lamentarse por lo que no llegó a ser al final, sino alegrarse por lo que se tuvo.
También hace manifiesto esa comprensión del poder catártico en las canciones, y cómo estas pueden ayudar a los otros a pasar las bajonas que tienen en su vida, como se puede apreciar en “Bajo presión”, una de las canciones más bellas del álbum con un cierre de coros realizados por niños, algo inédito en sus álbumes.
Me cuelgan los pies, me viene gigante.
Musicalmente, vemos la potencia de sus tablas y sus inicios no sólo como el baterista que fue, sino como líder de una agrupación como lo fue Pereza, vemos ese power rock en temas como “Gigante”, o la antes mencionada “Cortar por la línea de puntos”, o incluso en “Cometas y estrellas” se siente como una canción que bien pudo haber formado parte del álbum Pólvora por la presencia de las guitarras duras muy a lo Stones.
También se asoman las influencias de autores y bandas que han sido sumamente importantes en su formación. En “Ángulo muerto” no sólo se manifiesta como una canción por demás sabinera en el sentido del storyteller, sino que aparece el “flaco” de Úbeda en los coros. También vemos una influencia muy marcada por la música de Fito Páez en la canción “Shock y adrenalina”, o en temas donde quizá la referencia no viene en lo musical, pero sí en la misma letra de la canción como “Barrio”, donde además de manifestar su idolatría por la música de Led Zeppelin, hace un homenaje a todas las personas que forman parte de su vida desde que era un chaval y que lo acompañan hasta el día de hoy. Entre ellos están los Boa Mistura, que han colaborado en el arte de los álbumes de Leiva casi desde el principio de su carrera. Otras canciones también recogen mucha gente cercana a él como Cesar Pop, y su hermano Juancho, entre otras y otros). Y en “Nevermind”, que es la canción que cierra el álbum, Leiva vuelve la mirada a ese chico de 15 años en su cuarto empezando a escribir canciones, mirando ese poster que tenía en la pared de la portada de ese mítico álbum. Además de que quizá sea la canción más romántica del álbum, y que no es difícil deducir a quién está dedicada…
He empezado una terapia eficaz, y he contado hasta cuarenta mil
las veces que debí volcar, mis demonios sobre ti.
Dentro de las canciones particulares que tiene este álbum y que me parece merecen una mención aparte, está “Caída libre”, cuya letra plasma el estado actual de Leiva conforme a su vida y el proceso de curar y sobrellevar temas importantes como la ansiedad y la depresión. También la canción se convierte en una especie de rareza pues es de los pocos duetos que Leiva tiene en su discografía (sin contar “Cuando te muerdes el labio”), y este lo hace con el mítico Robe, que le viene perfecta su aparición y su rasgada voz a una letra que precisamente manifiesta eso: un quiebre, una rasgadura. Otra que puedo mencionar como mi favorita del disco es “Nueva misión”, pues por un lado es la canción más pura, sentimental y honesta de Lei, y por el otro es una canción disruptiva en el sentido musical, pues se parte en dos respecto a la rítmica, lo cual hace que sintamos que tenemos dos canciones en una.
La catarsis llega. No experimentar un antes y un después es imposible con una obra musical tan completa, potente y honesta en todos los sentidos artísticamente hablando, pero sobre todo destacando el sello autoral que Leiva ha desarrollado durante su carrera como solista. “Gigante” es el álbum más maduro en su discografía, pero lo más importante, lo que realmente dicta la narrativa del disco y es el alma de todo el discurso, es la vulnerabilidad en este. La sensibilidad lograda en Miguel de manifestar en primer plano, por primera vez, la fragilidad de enfrentarse a un estado de autoconocimiento y de autocrítica en una industria que pocas veces lo permite, y lo importante que es la terapia en este proceso de sanar emocionalmente para darse a los demás, para darse a su arte desde la responsabilidad afectiva consigo mismo, y en el acto crear una “cura” a través del arte para permitir que “las canciones salven a otros”. Como el propio Leiva lo ha vivido desde hace años, siendo “parte y juez”. Es decir, salvándose con las canciones de sus “héroes”, y salvándonos a nosotros con las suyas.
