octubre 25, 2022

Sólo ahora comprendo los beneficios de la Física

By In Reseña

Por: Carlos Gámez

Desde pequeño la Física fue una de las materias que más trabajo me costaba asimilar. Hay una explicación de causa-efecto, una secuencialidad de las acciones, una investigación constante de los componentes y materialidades de las cosas, que me parecían un dogmatismo insertado en el aprendizaje, y del que nunca pude escapar, por muchos profesores particulares que se pagarán. 

Dicho esto, debo reconocer que, hasta encontrar el libro de Isabel Cristina, Estática milagrosa. Listas para vencer y no para ser vencidas (Ediciones La luz, 2019), descubrí los placeres de la electricidad y que el texto provoca chispas al sólo rozarlo. Esperé esta reacción desde que me enteré de su publicación en redes sociales. Pero nada se compara con tenerlo entre manos y sentir que esa energía llega del pasado. De cuando la autora me comentaba sobre los temas, los cuales solía publicar en Facebook y  de la reacción de los seguidores. 

El cuaderno es una selección de listas/poemas que se publicaron en Facebook y que fueron tremendamente exitosas a partir de su capacidad para identificarse con los lectores/usuarios. Las listas no tienen una misma temática, no hay una especie de hilo conductor más allá de la plataforma donde fueron publicadas. El registro es divertido, confesional y de su autoría. La estructura del libro permite un viaje al interior de la vida de Isabel; cómo ella percibe el hecho de vivir en Cuba con sus maravillas, sus dramas, surrealidad y la seducción que la mantiene allí. 

La poesía es uno de los lenguajes que nos permite viajar a otras dimensiones cuando nos identificamos con sus imágenes. A través de los tropos se conecta nuestro inconsciente a una vida paralela que parece imposible conocer con certeza. A través del recurso de las listas, se sobrepasa cualquier divorcio con la realidad y logramos estar ahí con ella, a su lado mientras ordena sus apuntes. Los poemas de Isabel conservan la cercanía con quienes los leen porque todos hemos listado nuestras aspiraciones, nuestras decepciones, nuestras tareas a cumplir en el día. 

El primero de los puentes/lista que Isabel comparte/construye con el lector, retrata la vivencia del malecón de La Habana cuando sale el sol, y nos sorprende la mañana sin haber regresado a casa. En la Lista de los amaneceres en el malecón el último recuerdo se describe así: “Amanece, cada día, un pedacito de esta Isla que le cuenta sus secretos al mar”. Y ese instante conversacional donde somos los espectadores de otra vuelta al sol nunca se nos borra de la mente, porque todos los cubanos hemos escuchado esos secretos, porque todos los cubanos nos confesamos, como la Isla, con el mar.

Otra de las listas que merecen apuntarse en la reseña es la Lista de transformaciones de ánimo provocada por las guaguas*. En el país el transporte público es uno de los grandes temas de conversación de esos que nunca fallan cuando coincide más de una persona en un mismo sitio. De ahí que no sea sorpresa encontrar en el cuaderno una crónica sobre el desplazamiento y sus múltiples experiencias antes, durante y después de montar una guagua. Hay un fragmento de la lista que eclipsa cualquier narración hecha antes, se refiere al instante de abordar el bus, precedida por nueve cambios de ánimo previos hasta la llegada. Aquí ocurre “La metamorfosis. Te transformas en una bestia salvaje de muchas garras. Con una garra aguantas el bolso, con la otra empujas al de adelante, con la otra te aguantas los espejuelos para que no se te caigan, con la otra apartas al de atrás y con la garra que te queda libre te aferras al tubo más cercano”.

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Si bien es cierto que el viaje en el transporte público ha sido protagonista de muchas historias y chistes, el ingenio de Isabel para desplazarse por los 15 estados de ánimo que muchos experimentamos a diario al asistir al trabajo es una joya que merece su spotlight. Incluso se podrían imprimir como uno de esos mensajes motivaciones que se esparcen en las cadenas de Facebook.

Para terminar, quisiera añadir el comentario sobre una lista/poema que se desplaza por la sutileza de la imaginación y la ternura de manera magistral. La Lista de las mariposas que viven en la barriga es un extracto de la sinceridad con que Isabel Cristina anda por la vida. Sin temer a ser cursi, como muchos pudieran pensar, ella cataloga las tipologías de insectos que habitan en el cuerpo cuando las emociones nos introducen en una suerte de trance vulnerable, se divierte en la argumentación de su características y efectos dentro de la anatomía humana, dejando claro sus estudios de entomología para los que duden de su background académico. 

La tercera especie: “Las mariposas amarillas. Esas son frenéticas y siempre andan en cientos. Son las mismas que precedían las apariciones de Mauricio Babilonia en Cien años de soledad. Mariposas de amores raros. Al principio suelen ser inofensivas y placenteras, pero pueden llegar a comprimir los órganos en su vuelo masivo y sin freno”. La autora no teme a ser humana, a ser sensible, a jugar con las ilusiones y las imágenes poéticas que -incluso- rozan lo inocente, ese es uno de sus logros: la libertad de soñar, de habitar las nubes de nuestras ilusiones como si de algo real se tratase. 

El cuaderno de listas de Isabel Cristina merece una visita obligada para quienes se preguntan cómo sería un hijo de Facebook y la producción literaria contemporánea. En un multiverso sin prejuicios, el libro se consume como bestseller del New York Times, porque es divertido, ingenioso, sutil, y proactivo en la enseñanza de la Física en un hábitat cotidiano. 

*En Cuba se les llama “guaguas” a los buses del transporte público en la ciudad.

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