Seremos entonces una constelación del futuro.
Espejos rotos de un hipotálamo del mañana.
Personas chiquititas que en clave morse intentarán decir:
Hola, estamos aquí. No se olviden de nosotros.
Nona Fernández en Voyager
Escribir ha concebido mundos que nos han llevado a vivir realidades llenas de posibilidades que nos ayudan a alejarnos de la nuestra o nos recuerdan aquellos sucesos que nos han marcado tanto directa o indirectamente en cómo leemos lo que nos rodea. Así como en México se han representado sucesos ocurridos bajo la mano del narcotráfico, como la novela Las mujeres matan mejor de Omar Nieto, o se han generado alusiones a la dictadura militar argentina en la obra de Mariana Enríquez. Nona Fernández, escritora chilena de la que hablé ya en una publicación pasada, ha logrado marcar sus letras como un recordatorio de la dictadura que ocurrió a manos del régimen de Augusto Pinochet. Si bien la escritora tiene varios libros que logran ese cometido, en esta ocasión me basaré en su novela Voyager, texto que me hizo reflexionar sobre la importancia de la memoria como un recurso que podría convertirse en un acto político.
El acto de recordar, de trabajar la memoria para escribir y construir historias, abre todo un panorama de escritura. Muchos hemos escrito sobre nuestras propias vivencias, redactado diarios para hablar de nuestro día a día, de nuestros sueños, de nuestros miedos. Creamos líneas donde tratamos de resguardar aquellos recuerdos que no queremos que terminen en el olvido, de poder apresarlos en tinta y papel. De esta manera me gusta pensar la escritura de Nona Fernández como una manera de poder conservar ciertos recuerdos que parten de la perspectiva de la narradora y recorren ciertos sucesos que hacen alusión directa e indirecta de esa dictadura ya mencionada. En el caso de Voyager, el texto nos lleva por una ficción con alusiones a la vida de la escritora, pero reflexionando acerca de los varios recursos que se utilizan para rememorar. La escritora chilena embarca un recorrido por una memoria que, acertadamente, se puede equiparar con nuestra concepción de las constelaciones. Es decir, crea un panorama donde las conexiones cerebrales se vuelven una metáfora para hablar de las estrellas y las formas que les hemos dado para generar un significado. Pero ¿qué puede significar esta figura retórica?
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Para la escritora, la memoria genera diversas conexiones que nos llevan a armar un recuerdo, aunque existen personas que tienen interrupciones en esas conexiones – haciendo alusión a la epilepsia de su madre – que terminan por generar un olvido de diversos momentos y se vuelven espacios negros que nunca van a regresar, a no ser que sean contados por alguien más. Desde la interpretación que doy a este texto, es de suma importancia movernos dentro de cómo esos conceptos que plantea Nona Fernández, el olvido y el recuerdo, son vitales para las múltiples realidades que Frederick Jameson, teórico y crítico de la posmodernidad, consideraría como llenas de sangre y violencia. ¿Cómo puede el recuerdo salvar del olvido? Quizá la respuesta no sea tan sencilla dentro de todo el control ejercido sobre nosotros como sociedad, sobre todo hacia esas fracciones sociales disidentes que son las más afectadas dentro de ese proceso. Sin embargo, esta reflexión que ha surgido de leer a Nona Fernández será anclada dentro de mi propia realidad y un poco en la dictadura chilena que retrata la escritora.
La concepción de la memoria y su conservación quizá sea uno de los factores más importantes dentro de nuestra sociedad, los aplazados por la violencia, los desaparecidos, los masacrados por la libertad y la democracia –aquí la referencia es clara– nos han obligado a tratar de generar un archivo, considerado veraz o ficcional por quienes lean esto, donde tratamos de guardar ciertos sucesos que marcaron a ciertos sectores sociales, estos entendidos como los marginados dentro del sistema establecido. ¿Qué tan eficaz puede ser esto dentro de una “humanidad” cargada de olvido y, en la actualidad, con poca retención de información? O replanteando la pregunta: ¿cómo luchar contra ese olvido que, nos guste o no, es parte de nosotros y nos orilla a repetir las mismas acciones violentas?
Desde mi punto de vista, creo que estamos condenados al olvido, a esa gran indiferencia social que tanto llama la atención en la actualidad. No está de más intentar conservar esa memoria, lograr representar esas realidades que muchos omiten para hacerlos ver el descontento de algunos con la forma en que los sistemas sociales, culturales y políticos se están formando. Así como una piedra lanzada en Stonewall puede iniciar un cambio, quizá estas recopilaciones sean la pizca necesaria para crear un balance. Recordar y marcar una memoria desde la literatura ha generado una forma de escritura que podría ser considerada de denuncia, donde podemos marcar nuestras propias experiencias o las de los demás.
Nona Fernández combina su propia experiencia con la de aquellos que la rodean y recreando la de aquellas personas que desaparecieron del mapa al estar fuera o en contra del panorama político impuesto por la dictadura. La chilena logra un posicionamiento político en contra del olvido de esos desaparecidos, lucha a contracorriente al establecer la existencia de una represión postdictadura que se enfoca en una nueva democracia donde tienen que entrar todos, inclusive aquellos partícipes de la violencia impuesta por el régimen militar. Nona Fernández intenta abrirnos los ojos a la importancia de recopilar memorias, un acto que deberíamos de considerar dentro de esta actualidad catastrófica que vivimos.
Escribir como un acto político en contra del olvido es mi lectura en torno a Voyager y los otros textos que ha generado Nona Fernández. Es ahí donde recae su importancia dentro de la literatura latinoamericana, ya que denuncia atrocidades que algunas personas quieren omitir, ya sea por negarlos o por no darles tanta importancia. Estos procesos de escritura, al igual que los que acontecen en las demás expresiones artísticas a lo largo del globo, son necesarias para generar una contracorriente hacia ese olvido del que no hemos podido escapar y, es lo más probable, nunca lo haremos.
Pienso que como seres emocionales que somos es importante desarrollarnos bajo los rubros del recuerdo, de construir una historia que nos permita recordar errores y aciertos que han ayudado a representar esas realidades disidentes alrededor del mundo, así como Nona Fernández utiliza la tinta de su pluma para crear un recuerdo y armar desde su propia perspectiva una imagen de los desaparecidos durante la dictadura. Nosotros podríamos considerar que el simple acto de recordar se puede convertir en un acto político que nos ayude a no olvidar sucesos importantes que marcaron la vida de muchos, ya que podríamos pasar la voz desde la escritura para que no se pierdan en el flujo del tiempo que todo lo borra.
Nona Fernández es un gran ejemplo dentro de la literatura para poder hablar de los problemas que acontecen dentro de América Latina, sucesos que han sido violentos y nos han marcado a todos. Una manera de demostrar que el arte nunca ha sido indiferente a su realidad y que logra tener algún efecto más allá de su simple gusto estético para dar un mensaje que contextualiza una época. Desde mi propia perspectiva, algo fatalista en algunos momentos, la escritora chilena, al igual que otras escritoras a lo largo del mundo, demuestran que todavía existe un sector de la población que logra empatizar con otros seres humanos y no se mueven de manera pasiva como la mayor parte de la sociedad. Planteando esto de otra manera, podemos voltear a ver en dirección de aquellos que han sido olvidados y desaparecido del mapa, darles un lugar dentro de ese mapa del cual fueron borrados.