El proceso cinematográfico se cumple en el momento que las películas se encuentran con sus públicos y se genera una conversación en torno al producto. Cuando se habla de cine mexicano, por lo regular se menciona el número de películas que se producen cada año en el país, pero ¿cuántas de esas películas son vistas y a quiénes representan?
Más allá de las grandes salas de cines, cinetecas y festivales de renombre, existen iniciativas contrahegemónicas relacionadas con la exhibición como los cineclubes y centros culturales que buscan acercar al cine con distintos públicos para generar un diálogo. Para muestra, el Cinema Tepito, un proyecto de exhibición de cine mexicano en el que a través de ciclos temáticos de películas, funciones especiales y retrospectivas se acompaña a las exposiciones de la Galería José María Velasco del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, ubicada en el barrio de Tepito (Peralvillo 55, col. Morelos, alcaldía Cuauhtémoc, CDMX)
Esta iniciativa surgió en el mes de junio de 2024 con un ciclo de cine con perspectiva LGBTTTIQ+ que incluyó cuatro proyecciones: Casa Roshell (2017) de Camila José Donoso, Quebranto (2013) de Roberto Fiesco, Mil nubes de paz cercan el cielo, amor, jamás acabarás amor (2003) de Julián Hernández y Kenya (2022) de Gisela Delgadillo.
Continúa con una serie de encuentros con cineastas mexicanas todos los martes a las 16:00 horas entre agosto y septiembre que acompañarán a la exposición “El sueño de anomia”, un homenaje a Ana Barreto, artista gráfica acapulqueña, pionera del comic feminista en México. Este ciclo de cineastas mexicanas incluyepelículas de Iria Gómez Concheiro, Claudia Sainte Luce, Lucía Carreras, Verónica de la Luz, Ángeles Cruz, Joyce García y María Novaro.
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Cinema Tepito, en palabras de Pedro Joaquín ( fundador y programador), tiene como principal objetivo la formación de públicos en uno de los barrios más estigmatizados de la Ciudad de México. Por tal motivo, las proyecciones de las películas son acompañadas de la presencia de realizadores y/o actores y actrices involucrados.
¿Cómo hacer cine en el barrio sin caer en la pornomiseria y resistir?
La Ciudad de México, por sí misma, tiene la cualidad de ser un personaje más en las producciones que forman parte, si bien muchas películas habitualmente utilizan de escenario las calles de las zonas más gentrificadas de la CDMX, también hay propuestas que buscan representar narrativas del barrio y a su gente.
Antes del olvido (2018) es una película de la directora Iria Gómez Concheiro que se gestó desde lo comunitario, la historia ocurre entre calles emblemáticas del centro de la ciudad y las calles del barrio de Tepito. Una singularidad de esta producción es que en el casting se encuentran solamente cinco actores profesionales y los demás son actores naturales, en su mayoría de Tepito.
La locación principal de la película fue en la calle República de Nicaragua #15, un predio abandonado que por allá del 2010 se convirtió en un centro cultural de artes y oficios y cuyo último aporte antes de desocupar la vecindad fue esta película. El rodaje se logró en 2016, por alrededor de ocho semanas se formó una familia que le da vida a una historia del barrio, asegura Gómez Concheiro.
“Antes del Olvido dejó de ser nuestra y le pertenece al barrio, pertenece a la gente que la hizo y a la gente que ha vivido realidades similares o cercanas a las que la película se asoman”, comenta la directora, y agrega: “siempre estamos abiertos a que la película se siga viendo en espacios colectivos… le llamo [el milagro del encuentro]. Todas y todos dejamos aquí de hacer lo que tenemos que hacer e hicimos el esfuerzo de llegar desde casa o desde nuestro lugar de trabajo para estar aquí hoy reunidas”.
Si bien las narrativas barriales en el cine mexicano por lo regular caen en la pornomiseria, hay excepciones bien logradas donde no “se da voz” —porque nadie tiene esa facultad, ni siquiera el cine o el periodismo— sino que se hace una representación digna de la comunidad. Esto conlleva a que películas como Antes del olvido tengan una gran respuesta, principalmente en las comunidades a las que representa y a tener una actualidad permanente al tocar un tema tan arraigado en la sociedad como el desalojo de viviendas en el Centro Histórico.
Desde los años 20, las comunidades del centro han resistido los embates por el derecho a la vivienda y hoy se enfrentan a fenómenos como la gentrificación que ha sido la evolución de estos desalojos. Aunque la película se grabó en 2016, hoy todavía vislumbra una realidad que aqueja cada vez a más colonias y barrios de la ciudad.
“El cine y el arte en general debería de generar preguntas, hacernos reflexionar, pensar sobre nosotros, sobre quiénes somos, sobre quiénes somos en comunidad y este es el único sentido que yo le veo a hacer películas”, comenta Iria durante la charla posterior a la proyección.
La película tiene un arraigo importante en Tepito debido a la participación de actrices y actores naturales del mismo barrio o la aparición de personajes incidentales que solamente aparecen por segundos al ejercer sus oficios (diableros, taqueros, gaseros, comerciantes, etc) lo que le da un toque de realismo.
Mayra Valenzuela, quien actuó en la película y es conocida por ser una de las 7 cabronas de Tepito, concluye: “somos muchas personas las que formamos cultura y las nuevas generaciones que realmente tienen que reivindicar el barrio. Decía mi madre Lourdes [la Reina del albur]: solamente hemos limpiado las dos primeras letras, todo lo demás sigue siendo manchado, Tepito existe porque resiste y resiste estos embates políticos, sociales, culturales y esas son las barreras que tenemos que tirar”.