“I don’t know why I called, I don’t know you at all”.
Chihiro, Billie Eilish
Esta línea —y toda la canción— fue lo mejor que pudo pasarme en mayo de 2024. Me gustaría decirles que simplemente la escuchen y terminar el escrito aquí, porque no hay mejor forma de mostrar cómo se sintió soltar a un desconocido al que le puse toda la magia de un guión que ya no le quedaba, y a la par soltar muchas versiones de mí misma.
Ya no siento pánico al hablar de esta persona -siendo que esperé mucho para hacerlo libre de repercusiones- pero lo hago ahora porque una Edzna más joven se prometió escribir sobre el tema en cuanto ya no sintiera nada al respecto. Me siento muy feliz de que ese día llegó.
Algo le pasó a mi ser la primera vez que leí un texto de “No diré su nombre” en 2022. Por curiosa leí La casa de Mr. Nobody, de Paulina Pesqueira, y hambrienta de más, leí toda la edición. Me parecía brillante usar la metáfora de Voldemort pero pensé que jamás podría escribir algo así ya que nadie había tenido un impacto en mi vida como para no ser nombrado. Esta historia inicia en la pandemia pero se solidifica a inicios de ese mismo año. Tenía veinte, era febrero y no dimensionaba el impacto de una decisión.
He leído mucho sobre los “casi algo”, conozco todas las canciones…He tenido algunos por aburrimiento -terminé siendo el Voldemort de sus cuentos- pero con él fue un acuerdo diferente, nunca nos quedamos al borde del casi pero tampoco salimos al sol. Fue un simulacro, una dosis de prueba de que la gentileza era posible. Solo que no vendría de él, pues los intereses eran muy diferentes.
Los momentos que compartí con esta persona fueron a través de fragmentos y sumando las partes fueron tan solo meses, intensos y muy confusos, pero a diferencia de otras relaciones aparentemente serias, no me hizo daño; Al contrario, me daba fuerza cada vez que me perdía por alguien recordándome lo creativa y valiente que podía ser. Fui apreciada y escuchada por primera vez hasta ese momento. Me dejó muchas enseñanzas valiosas como dejar volar lo que no quiere quedarse, y que yo tengo mis propias alas para hacerlo.
Otras relaciones me han enseñado a identificar cuándo me quieren solo por intereses externos, cómo se vive un abuso psicológico, a no subestimar a un narcisista; e incluso, una me mostró cómo son los vampiros (Olivia Rodrigo lo explica mejor). Con ellos aprendí todo lo que no quiero y lo que no debo permitir pero hasta cierto punto son irrelevantes. No me afecta decir sus nombres ni olvidarlos. Fue esta experiencia la que se ganó consideración, pues aprendí la diferencia entre todo lo anterior y entre quienes logran verme como soy, apreciándome precisamente por eso.
Aún me cuesta aceptar que soy vista y querida y que lo merezco, pero eso es otro asunto.
Por mucho que yo pudiese romantizar la enseñanza que me dejó, era un ciclo insano que debía parar. La figura que construí alrededor de él para ocultar su nombre, tuvo más peso de lo que realmente fue. Salió del control de las páginas y tomó su propia forma, se volvió un ente totalmente mío, cada pluma, de cabeza a cola, se hizo parte de mi al punto de no tener nada que ver con la persona. Di vida a toda una isla de aves sin poder ver que esos cantos de los que yo hablaba eran míos. Que fui yo el ave sin alas que hacía todo por escapar de jaulas y que todo ese amor estuvo siempre dentro de mi.
En 2023, en un día insignificante, él hablaba y hablaba y decidí simplemente observar. Tenía rasgos de quién quise tanto, pero no pude reconocerlo, se había transformado en un ser que ya no encarnaba la nobleza que me había hecho caer, sus verdaderas intenciones dieron señales de que al quedarme más tiempo me haría daño en algún punto, y tuve por primera vez el sentimiento amargo de “no es diferente a los otros”. Ya no podía creer que fuese él quien me inspiró a escribir un mundo tan complejo. Me abrí mi propia jaula, desprendí todo sentimiento de culpa o deuda que pudieran atarme y volé muy lejos sin deseo de volver; convencida que algún día encontraría mi propio nido.
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“Saw you turn around, but it wasn’t your face”.
Espero no ser confusa pero Chihiro no da alma a lo que fue ese vaivén cálido y confuso. Hay varias canciones para eso. Esta canción la volví demasiado personal. Durante 2023, soltar a este Voldemort (o los significados que yo le otorgué) fue solo el principio de todos los cambios tectónicos que habría en mi vida. Vi morir muchas partes de mi, no reconocía a quien miraba en el espejo. Mi propio nombre se volvió tan innombrable como el suyo. Me vi convertida en algo que no quería ser. La nostalgia del recuerdo de mi esencia se había guardado en aquella historia que escribí, pero ya no podía volver a ser ella. Y convencida de que no podría sentirme peor, me dejé matar por quien quería mi sangre, pues yo juraba que no quedaba nada de mí, pero de alguna forma eso me obligó a reconstruirme y mudar de piel. Y en esa transición fue que pude decir un adiós e irme de verdad.
And they tell me it’s all been a trap
And you don’t know if you’ll make it back
I said, “No, don’t say that”
El sentimiento de esa canción resume todo el proceso de un antes y después para ser quien soy ahora. Es tan solo esa pequeña oración la que representa mi tan esperado final de la historia que me aferré por tanto tiempo. Solo esa frase pequeñita es la que termina esto.
“No sé por qué llamé, no te conozco en absoluto”.