De vez en cuando, visito ese recuerdo para divertirme en la cabeza. Mi mejor amigo y yo habíamos ensayado poemas de amor para decirnos esa noche. Nuestro show de poesía se llamaba ¿Quién se queda con la casa? y la idea era simular una cena romántica y contar la historia del amor a través de poemas: para empezar poemas amorosos y eróticos, de desamor y conflicto, luego la dramática ruptura. El gran final era el poema Después de Cristina Peri Rossi que dice:
Hola, perros pequeños,
hola, vagabundos,
hola, autobuses y transeúntes.
Soy una niña de pecho
acabo de nacer
del terrible parto del amor.
Ya no amo.
Era febrero de 2018. Él estaba enamorado por primera vez en la vida y yo estaba atravesando dos rupturas amorosas en tiempo récord. Nos aprendíamos de memoria versos que nos herían, como cuando estás triste y pones en la playlist la canción más dolorosa que tengas, la que pega más con lo que sientes. Así pero con poemas. Y en lugar de cantar, los decíamos en voz alta, en un escenario, con utilería y vestuario y un flyer. Llevábamos el dramatismo de nuestras emociones al extremo, nos divertíamos con nuestra intensidad.
No sé por qué hacíamos esas cosas, pero nos llenaban. No pedíamos dinero, el pago era el mero placer y las risas. Como esa vez que una pareja de franceses entró al patio del centro cultural donde ensayábamos y tuve que esconderme detrás de un bote de basura porque tenía un vestido ridículamente corto de lentejuelas y unas botas sucias. Reíamos mucho y nos gustaba el ridículo. O más bien la posibilidad de que el ridículo fuera mágico.
Mi mejor amigo y yo tenemos la habilidad (?) de hacer fiestas y actividades de las cuales terminamos excluidos. Dos años antes de esa noche de febrero, por ejemplo, hicimos un homenaje a nuestro poeta favorito, Abigael Bohórquez. Pocas personas fueron a la presentación de la antología y a la inauguración de la exposición artística basada en su obra, pero cuando todo terminó, cuando solo quedaba el cierre del evento, cientos de personas llegaron y armaron una fiesta en el espacio. Nosotros nos quedamos sentados gran parte de la noche viendo a los demás bailar.
Esa noche de febrero, hicimos el show de corazones rotos para nuestros amigos y dos desconocidas. Cuando terminamos sentí por primera vez que la madrugada se abría para nosotros. Que no podíamos estar excluidos de ningún lugar con esa energía con la que bailamos Monsieur Periné en un cuarto vacío mientras los demás nos esperaban para continuar la noche en otro lado.
Yo soy una aventurera
Una madrugada en soledad
Soy una guitarra que canta al viento
Una cordillera que llega al mar
Por mis venas corre fuego
Mis ojos brillan en la oscuridad
Y mi voz hambrienta no tiene miedo
De cantar por siempre mi libertad
Para explicar lo especial que fue esa noche tengo que decir primero que en esta vida me identifico con muchas cosas: la desvergüenza, la intensidad, la gente del trópico, pero el desvelo no es una de ellas. Lo que más disfruto de la madrugada es el amanecer, cuando las morning people coincidimos con los desvelados como explica este meme de Umbrella Academy:
Pero ese día buscábamos un desvelo.
Terminamos la noche en Rush, un bar gay que ya no existe y que estaba adornado con telas de terciopelo rojo, o al menos así lo ha amueblado mi memoria. De eso solo recuerdo que bailamos hasta el amanecer y que vimos a un muchacho que tenía un tatuaje de Pinocho en la pelvis. Le escribo a mi mejor amigo para preguntarle qué más pasó en ese bar porque casi no lo recuerdo:
“Tienes que hablar de su modesta decadencia, de que llegamos cuando no había nadie y sin querer pedimos unas mesitas frente a lo que sería después el escenario principal del baile exótico. Éramos los dueños de ese lugar. Bailamos en el suelo o recuerdo estar en el suelo, pero tenía alfombra. Supongo que fue de esas veces que te quiero cargar y nos caemos. Y al salir le dijiste al del Pinocho: bonito tatuaje o algo así”.
De eso sí me acuerdo. Estábamos a punto de salir cuando me lo topé de frente. El Pinocho me respondió: Gracias, hermosa. Y yo me sentí el poema de Peri Rossi.