febrero 23, 2022

Reseñas con algunos spoilers

By In Reseña

Texto y fotografías por: Cesare Gaffurri Oldano

serie de circunstancias posibles en torno a una mujer mexicana de clase trabajadora, de yolanda segura

A yolanda le debo el hecho de haber vuelto a leer poesía. Quizás los últimos dos poemarios que había leído con devoción habían sido Playstation de Cristina Peri Rossi y la Poesía completa de Paul Auster. Siempre recordaré aquella mañana en el recién inaugurado El Péndulo de San Ángel, mientras esperaba por comenzar mi clase del Diplomado, que estaba mirando libros y vi la hermosa portada de per so na y sin chistar lo compré. Lo leí al día siguiente yendo a Cuernavaca, posteé varios poemas en Instagram y al día siguiente lo volví a leer. Había encontrado nueva poeta (favorita). El tiempo haría las suyas para que coincidiera en los talleres de escritura de yolanda (muy recomendados) y que pudiera volver a conseguir otro libro suyo: serie de circunstancias posibles en torno a una mujer mexicana de clase trabajadora. En los talleres de yolanda tenía compañeras que llevaban poesía y cada vez que les comentaba, insistía en que me parecía muy difícil comentarles poesía, justo porque creo que caigo en ese cliché de asociarla a lo sensible (no a lo romántico, por favor) y a lo íntimo; y creo que desde el pensamiento puede resultar complicado hacer alguna crítica o comentario al margen que pudiera mejorar lo que leía. Esa misma idea tenía sobre el reseñar un poemario, no obstante, le eché ganas y me lancé al agua.

Este poemario lo leí como una continuación de per so na no tanto por el contenido o la búsqueda por encontrar (de manera imposible e infinita) la definición de qué es una persona, sino que son justamente estas circunstancias acerca de una persona: una mujer mexicana que además es de la clase trabajadora. Una mujer que fue niña, una mujer que fue madre, una mujer que fue abuela. ¿Cómo convive una mujer en un país como es México? ¿Cómo sobrevive una mujer en un país como México (y meto la cucharada, Colombia) con un salario mínimo (tan mínimo)?

circunstancias posibles en torno a una mujer mexicana de clase trabajadora es una cartografía de vida, de pasajes, de situaciones, de listas del mercado, de precios, de casas, de silencios que condensa los recuerdos de la voz poética en esta mujer, eloisa, sin estudios, con hijas, con cuentas pendientes, ¿con futuro?, ¿sin esperanza?, ¿con deudas?, ¿sin felicidad: “futuro=esperanza=alegría=vida.”. circunstancias posibles en torno a una mujer mexicana de clase trabajadora es una reflexión sobre el trabajo y la distinción de clases (y de raza y de género). circunstancias posibles en torno a una mujer mexicana de clase trabajadora es también la historia de mi mamá, de mi suegra, de tantas mujeres que conozco y me han contado sus historias.

Considero que la poesía de yolanda es un juego constante entre la palabra y el silencio; pero también entre la reflexión y la teoría, y creo que son estas dicotomías las que me llenan de emoción leer cada página, cada palabra. circunstancias posibles en torno a una mujer mexicana de clase trabajadora a diferencia de per so na lo sentí mucho más íntimo en la medida de querer contar una historia, una situación especial, una vida y una muerte, desde la precariedad, desde el margen, desde la frontera.

Finalmente, es necesario hablar del libro como tal. Está precioso, sobre todo con las ilustraciones de Powerpaola; las ediciones de Almadía nunca defraudan.

PD1: Cuando terminé de leer el poemario, fui a Goodreads para ver opiniones, lo hago siempre, y había alguien a quien no le había gustado el libro (obvio le respondí) (obvio me respondió) (obvio me reí mucho) (obvio me mandó para la porra). Yo insisto en que no entendió el poemario, insistía en que circunstancias posibles en torno a una mujer mexicana de clase trabajadora era el típico libro que pretendía incluirse en la típica lucha feminista de su búsqueda por el “Mujeres al poder”, puesto que “Con el debido respeto a la mujer (ajá…), esto ya luce como un libro más sobre la presunta liberación femenina de la actualidad. Siento que el movimiento MeToo está yéndose por otra dirección, pero es otra historia”, dice este sujeto. Creo que sólo por el hecho de empezar “Con el debido respeto a la mujer” ya no hay respeto. Lo que él tiende de disparate o inconexa la poesía de yolanda lo siento yo con su pobre argumentación, frágil, quizás por su masculinidad, que sí amigos, enceguece:

“última fotografía de eloísa.

nadie sabe que iba a ser la última.

eloísa existe cada vez menos

en las caras de lxs que le sobreviven”

PD2: Nunca llamo a los autores por su nombre, pero a yolanda la llamo así porque si bien nunca la he visto en persona y me debe unos autógrafos, siento que la conozco y la respeto y me divierte mucho escucharla.

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Esta herida llena de peces, de Lorena Salazar Masso

Antes de explicar por qué esta fue la mejor novela que leí en 2021, quiero detenerme en pensar cómo llegué a ella antes de ver que todos y todas ya la estaban leyendo y diciendo maravillas por todas partes. Desde hace ya varios meses descubrí por internet la Editorial Tránsito por sus maravillosas portadas (debo admitir que como con la comida, muchas veces los libros me entran por los ojos, he comprado libros sin saber de qué se tratan encantado por la portada, el cuidado editorial, la simbiosis título-ilustración/foto, el color, la tipografía… y algunas veces me he llegado a arrepentir, también debo confesarlo); y, si bien esta es la hora en que no he podido conseguir una, me encanta entrar en su página y ver su catálogo —por ejemplo tienen Primera persona de Margarita García Robayo, La azotea de Fernanda Trías, entre otras—. Tanta fue la influencia que, en 2020 después de un primer año de pandemia y talleres de escritura, quise hacer una antología de los cuentos de mis estudiantes y quería que la portada fuese como los de Editorial Tránsito… Obviamente, en lo visual, el resultado no fue el esperado… En ese subir y bajar el cursor encontré el título de Esta herida llena de peces —escrito, además, por una autora que desconocía. Eso me motivó todavía más. En estos últimos dos años me he interesado principalmente en leer a escritoras latinoamericanas y he encontrado una prosa abrumadora, con una profundidad crítica en mostrar este mundo que habito y a veces desconozco— y su portada verde con esos ríos que parecían venas. Sí, lo quería. Y lo obtuve, muchos meses después, pero de otra editorial, Angosta, otra editorial que conocía de nombre pero que no había podido conseguir ningún otro libro. Admito que me decepcionó no tener el libro verde de Editorial Tránsito, pero apenas lo abrí y lo vi me llevé otra grata sorpresa. El cuidado editorial es fantástico, me encantaron las páginas azules en degradé, el tipo de hoja, la impresión de la tinta, que no estuviera justificado me dio un placentero sabor en boca y también la portada, la textura del papel, el logo de la editorial, ese amarillo del cual es tan presente en los atardeceres de la novela de Salazar —y algo que me pareció muy llamativo fue que el nombre de la autora sobresaliera por encima del título del libro, buen detalle, me hizo pensar en Foucault y en Barthes, ¿qué habrían dicho esos cñoros sobre darle más valor al autor que al título?—. Ya sé que deben estar preguntándose que por qué hablo de esto y no del libro… pero es que me parece muy importante hablar de las editoriales también, no hay libro sin un equipo detrás, sin el que hace las portadas, el que traduce, el que corrige, el que edita, el que diseña el texto, el que dice: “listo”, el que imprime, el que lo distribuye… Leer es también unirse a esa cadena de trabajo que implica el hacer un libro, e insisto: un libro también es una pieza de arte, es también un plato de comida: siempre va a entrar por la boca; y hay editoriales independientes, muy buenas, que están haciendo ediciones preciosas, bien curadas, con textos de muy buena calidad (en México hay una muy grande y prolija cantidad de editoriales independientes, en Colombia hay algunas buenísimas, Argentina también…) que vale la pena tener para descentralizar la maquinaria editorial que se ha vuelto publicar en habla hispana (sí, hablo de Planeta, de Random House, de Anagrama, del mismo FCS, etc.).

Ahora sí, entrando en materia, la ópera prima de Lorena Salazar Masso (autora paisa de 1991) es la historia de un viaje, pero también es una novela sobre la maternidad, pero a su vez es la H(h)historia del Chocó, uno de los departamentos más pobres y abandonados por el Estado colombiano, y el desabastecimiento del agua; pero en definitiva es la historia de la violencia en Colombia, una violencia que es una herida profunda que sigue abierta.

No quiero detenerme mucho en el contenido de la novela porque cualquier spoiler arruinará la lectura de quien lea esta suerte de reseña. Sólo puedo (y quiero) decir que, en el último capítulo, el noveno, la historia tiene un desenlace que me dejó sin palabras, completamente conmovido y aturdido. Sin embargo, quiero destacar ciertos elementos que están elaborados de forma magistral. Por un lado, los personajes. La protagonista-narradora es una mujer blanca que vive desde niña en Quibdó (para quienes no sean colombianos y no conozcan esta región, Quibdó es la capital del departamento de Chocó, uno de los departamentos más pobres de toda Colombia, ubicado en las costas del Océano Pacífico, esto también es importante porque es una de las zonas más húmedas y lluviosas no sólo de toda Colombia sino de todo el mundo) y es la madre adoptiva de un niño negro (el otro personaje, anónimo). Hay que destacar el elemento racial puesto que el Chocó es uno de los departamentos cuya raza principal es la negra. Madre (adoptiva) e hijo (adoptivo) están por emprender un viaje largo por el río Atrato (el otro personaje de la novela) (justamente esa herida llena de peces que atraviesa el departamento, y que además de peces lleva muertos, basura, indígenas que se desplazan por la violencia de la zona): van a visitar a la madre biológica del niño quien lo abandonó cuando apenas tenía algunos días de nacido (recientemente me enteré de las críticas de racismo que recibió Salazar por la novela, desde mi lectura no me pareció para nada ver trazos de racismo, antes me pareció muy interesante cómo le dio la vuelta a esa mirada del negro sobre el blanco en una de las zonas que, ni siquiera desde la literatura, se ha dado a conocer). En ese viaje, la mujer, también anónima, cuenta el viaje de tres días en barco y con lo que ve, escucha y hace, aprovecha para darle tesitura a la historia con ciertos flashbacks que nos van contando la llegada de la protagonista a Quibdó y sus años en el colegio, la relación con su madre, su vida como madre. Todo eso va mezclándose con la realidad del Chocó, los problemas de agua que tiene la zona, el desabastecimiento, la abundancia de agua del río y la de la lluvia, pero no de la potable, la que sí les sirve para tomar, para cocinar cualquier cosa. Así, la historia es la de un periplo por esa zona olvidada, inhóspita, salvaje y húmeda de Colombia. De esta forma, considero que la espacialidad de la narración es otro factor determinante y afectivo de la novela. Sí es un libro sobre la maternidad, pero también es un libro sobre el río (Atrato), de su flujo, de sus aguas, de la relación entre el ser humano y él. Los pasajes y reflexiones que hace la narradora son muy atractivos por la forma en cómo nos vincula a nosotrxs lectores en el flujo narrativo. Algo que destaco es cómo el río más que escenario, más que personaje es un afecto en toda la novela, tiene una carga emotiva que acompaña a la narradora en su viaje, pero es una carga que también genera el desenlace de la propia historia. Finalmente, la huella de los ejércitos que van tomándose la novela, tanto en presencia como tácitamente. Están ahí, todos, listos para llevarse todo (como la violencia en Colombia).

***

A diferencia de todas las otras reseñas, esta tuvo un quiebre brusco e inesperado. Sí. Pasó algo: una contaminación. Leí la crítica de la escritora chocoana Velia Vidal, publicada por 070, a propósito del racismo, la mirada y exotismo de Esta herida llena de peces y vi por YouTube la entrevista que le hizo Giuseppe Caputo a Lorena Salazar justo en medio de mi monólogo-declaración de amor literario a la novela y se me cortaron las ideas, se me volcaron algunas percepciones que tenía sobre esta historia. Y ya que hablé de editoriales, pensé que había que incluir una pequeña reflexión sobre el lugar de la lectura y el lector que está leyendo Esta herida llena de peces, y todo esto va en dirección a cómo yo, un hombre blanco de ascendencia italiana que nunca ha estado en Quibdó, y que lo que sé de Quibdó (lo poco que sé de Quibdó) es de las noticias o los libros de Sociales que revisaba para mis clases, leyó la novela. Para mí, la lectura me resultó fantástica, quizás caí en el lugar común o en ese viaje que propone Salazar y que tanto critica Vidal, por cierta exotización del espacio y victimización del negro. Para alguien que no conoce, la literatura también es una forma de vivir el espacio, de dejarse afectar por la palabra y vincularse con el otro. ¿Cuestión de mirada? Quizás…

Revisando el artículo publicado en 070 me parece que cae en algunas contradicciones que me parecen exageradas y fuera de lugar. No estoy diciendo que no tenga razón, pero pienso que también la literatura tiene y puede jugar en la forma en cómo se construyen los espacios, las imágenes, los personajes que no necesariamente tienen que ser una fotocopia de la realidad. Ahí pecaría un poco, como lo hizo Lukács al hablar de que la escritura es un espejo del mundo. Esta herida llena de peces, según mi lectura, pone en entredicho las contradicciones sociales, raciales, económicas, culturales de Colombia un país, que al final, es esa herida llena de cuerpos, de cadáveres, de N.N, de partes de cuerpos, de niños, de madres; le da a la ficción una potencia de contar la Historia, y como diría Laurent Binet: “La ficción no respeta nada”, así que en esa línea me gustaría pensar la novela de Salazar desde la óptica de Vidal. En la ficción todo puede pasar y a veces la corrección poética/política puede terminar arruinando una lectura cuyo fin no pasaba por el tema de la raza, sino por la violencia de un país como el de Colombia, por el abandono del estado en una de las regiones más pobres y segregadas de la nación, como lo es el Niño que viaja con su madre, porque también es una historia sobre la maternidad, la maternidad adoptiva que también tiene matices completamente diferentes a los de una maternidad biológica.

***

Quiero concluir diciendo, ahora sí, por qué es el mejor libro que leí este 2021: 

1. La edición es estupenda. 

2. Los personajes están muy bien construidos y muy bien vinculados. 

3. La estructura de la novela fluye, tal cual como el viaje en el río. 

4. La visibilización de esta región del Atlántico colombiano es necesaria y rica. 

5. El río como personaje y como elemento poético. 

6. El final, que nos deja a todos bajo estado de shock, heridos, anonadados, a la deriva.

Esta novela debe ser leída, me parece muy válida esta discusión que está suscitando. Vale la pena y merece toda su atención.

1 Comment
  1. Lorena Ochoa abril 18, 2022

    “La visibilización de esta región del Atlántico colombiano es necesaria y rica. ” Parece que aquí quisiste decir del “Pacífico”. Gracias por compartir tu reseña.

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