febrero 13, 2023

Residuos de una absurda ceremonia

By In San Valentín

Por: Laura Karina Barragán García

Acaso una mirada me bastará

Mirarte y encontrar una palabra:

Nada

Luis Eduardo Aute

Por dos años no entendí como Diego, quién no dudó en romper mi corazón, tuvo la osadía de escribir cada Navidad y cumpleaños para felicitarme. 

Lo conocí en la preparatoria, es el primo de una amiga. No recuerdo nuestro primer encuentro, pero sí que me ponía nerviosa. Me gustaba su estilo desenfadado, su gusto por el metal y sus Converse rotos. Diego, de los ojos más verdes y profundos que he visto.

En ese tiempo yo tenía pareja, así que lo de Diego no iba más allá de mensajes por Facebook. Pero en una de esas pláticas de madrugada comenzamos a fantasear de cómo sería si fuéramos pareja. Soñamos con una casa pequeña, teníamos el nombre de nuestros hijos y las playas para vacacionar. Ese día me enamoré de él.

Fueron diez años de idas y venidas. Siendo todo, siendo nada. Un día el universo se alineó, y por primera vez ambos estábamos solteros y disponibles para estar juntos. Sólo la distancia estaba entre nosotros.

Desde hace meses Diego se encontraba en Guadalajara, la tierra del tequila y las tortas ahogadas. No fue un impedimento porque dijo lo que esperaba: “Vente a vivir conmigo, aquí iniciaremos la vida que soñamos”.

Eso hice, dejé todo. Renuncié a mi trabajo, llené una pequeña maleta y me fui a seguir al amor de mi vida. “Nuestro hogar” era una casona vieja de 10 habitaciones con 15 compañeros.

La primera noche juntos hicimos el amor, todo se sintió perfecto, fui feliz. Pero después de 2 semanas de luna de miel, Diego comenzó a portarse distinto, cortante y llegaba tarde del trabajo. 

Como solo teníamos un juego de llaves y él las necesitaba por sus salidas de trabajo preferí pasar los días completos en esa habitación de 1×1, esperándolo, amándolo, imaginando nuestro futuro.

Estaba tan ensimismada en el hecho de que estaba cumpliendo aquel sueño de adolescente que no era consciente de que cada día Diego era más distante, ya no estaban los “te amo”, ni los besos, ni los sueños.

Un día, mientras recogía la habitación, sentí que se esfumó el futuro, así que le pregunté: ¿Quieres que me vaya?, esperaba todas las respuestas menos la que dijo: sí. 

Me quedé en shock, no supe qué hacer, estaba tan rota, tan confundida que no podía reclamar o preguntar el porqué. Comencé a guardar mis cosas, muy despacio,  esperaba que al verme se arrepintiera y me dijera que me quedara. Pero no pasó.

Viví una escena de película romántica cliché, de repente comenzó a llover. Tomé mis cosas y comencé a salir, aún despacio. 

Así, bajo la lluvia, con solo una maleta, el corazón roto, humillada y sin dinero, esperaba un taxi. Un carro se detuvo, me preguntó a dónde iba y se ofreció a llevarme. Me subí al auto de un extraño, que mostró más empatía por mí que la persona que dijo amarme.

Le dije que no tenía dinero y que me dejara en cualquier hotel, eso hizo. No preguntó nada en el camino pero al despedirse me dijo que esperaba que todo saliera bien. Como pude le sonreí. 

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No dejaba de pensar en qué iba a hacer, tenía el dinero suficiente para pasar la noche, no había comido en todo el día y a mis padres les había dicho que estaría de vacaciones con una amiga. 

Le hablé a un compañero de trabajo que sabía que no haría preguntas, me dijo que sí y me depositó una cantidad suficiente para mi estadía. De nuevo, alguien que tenía más empatía.

Entré al hotel aun llorando y empapada. Ahí la realidad me estaba superando. Un empleado se ofreció a llevar mi maleta y me sugirió que no desaprovechara la ciudad. 

Cuando dejó de llover fui al Oxxo, compré un vino en Tetrapak y una cajetilla de Marlboro. Esa noche lloré hasta sentir que mi alma se salía, lloré por él, lloré por mí, lloré por nuestro futuro muerto, lloré hasta sentir que no existía un dolor o pena peor.

Al otro día, un poco más calmada pensé en lo que dijo aquel empleado. Esa noche fui a un bar donde mi historia me hizo beber gratis. 

Diego me bloqueó de todas las redes el mismo día que me fui de su cuarto, y 6 meses después me escribió para desearme feliz Navidad. Lo dejé en visto y siguió enviando mensajes, pero nunca respondí.

De Guadalajara me llevo al señor del carro, al empleado del hotel, a Raúl, amigo de Diego, y un recuerdo de lo inverosímil que fue cuando me rompieron el corazón.

2 Comments
  1. Melany febrero 13, 2023

    Quedé en shock, con lo buena y fuerte que estuvo la historia, me gustaría leer más!!🤍🤍

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  2. Daniela febrero 14, 2023

    ¡¡¡Qué fuerte!!! Me encantó la historia 👏🏽 sin duda muy buena, me encantan éste tipo de lecturas 🫶🏽

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