febrero 23, 2022

Un amor más profundo

By In Ensayos

La sala de mi abuelita está tapizada no solo para quitar las manchas de saliva de cuando mi papá dormía en ella, ni para desaparecer el jugo de uva que derramé de niña. El tapiz oculta el momento en que mi mamá nos sentó a mis hermanos y a mí para decirnos que mi papá no regresaría y ahora éramos nosotros contra el mundo. Aunque sí volvió. En ese momento pasé de tener una sala a dos, dos regalos de cumpleaños, dos permisos y dos maneras de ver el amor.

Especial

El término “familia disfuncional” era lo que nos representaba en aquel entonces por estar separados, pero nunca he creído que nos defina. ¿Es disfuncional que dos personas que se amaron, entiendan que duele estar juntos? ¿Que lo mejor que pueden hacer es dejar de ser pareja para ser mejores padres? Lo disfuncional fueron aquellas peleas que no parecían tener fin, que brincaban las escaleras, atravesaban la puerta y se acostaban a mi lado. Pero pasaron de estar conmigo a ocultarse debajo de la cama y nadie quiere ver ahí, ni la escoba pasa tan profundo cuando limpio mis sentimientos. 

De niña solía escribir más. No importaban mis faltas de ortografía, mis padres recibían tantas cartas que ya no sabían dónde guardarlas. Hasta que recuerdo hice una llorando. Los niños no suelen decir que la depresión les agobia todo el cuerpo, porque no lo entienden, solo explotan en rabietas o travesuras, yo estallaba en letras. Ese papelito de la libreta rayada de Español tenía mis anhelos, la esperanza de no solo ver a mi papá un día, sino todos. Y se lo dije. Me pidió que no le escribiera más, mi tristeza le ponía triste también y más que eso, le hacía sentir culpable.

Más de esta Desvelada: Los lazos de Libros b4 Tipos

La separación inevitable

El divorcio no es sólo una hoja firmada, así como mi carta no sólo era un poema mal hecho. Ese documento terminó por separar la casa tan endeble en que vivíamos, pero al mismo tiempo fue el suelo en que pudimos levantarnos de tal caída libre. Así que me di cuenta, las palabras liberan pero también condenan a otros.

Empezó un proceso de curación que ha llevado tiempo, ahora que lo escribo presiento que nunca tendrá fin. La distancia de un padre cargaba más responsabilidad al otro, cuando ambos debían ver cómo ser individuos nuevamente sin dejar de lado a los niños. ¿Cómo hacer eso posible sin colapsar? Claro que lo hacen, aunque no lo dicen, los niños porque no saben y los adultos porque no quieren que nadie lo sepa.

Especial

Mi amor eterno, mi mamá, podía estar viendo la televisión, riéndose sin parar y en otro momento cantando la balada que bailaron juntos y sus ojos se posaban en sus hijos, que éramos sus recuerdos de amor materializados, que no querían verla llorar y no podía hacer nada para evitarlo.

Nacer con ideas de que el matrimonio es para toda la vida, no importa que pase, la llevó a pensar que había fracasado al divorciarse, que era una más de las 70 mil familias rotas que, si bien podrían parecer muchas, eran un puntito minúsculo en el gráfico comparado con las casi 600 mil personas que se casaban en 2005. Pensó que había perdido, pero iba ganando.

No imagino las lágrimas que un padre suelta cuando se queda sin sus hijos, en su nueva casa, sin juguetes por el suelo, sin peleas entre hermanos. No sé si lloraste porque no estuve para verte. Los fines de semana intentaste que todo fuera diversión, que cada helado, comida, peluche y juego de boliche lo recordemos por siempre, que soñemos con ello y dejemos de envidiar a compañeros que sí tenían una “familia”.

La calma

Mientras hay padres que no se hablan, se aborrecen y siguen con las peleas que solo atormentan al hijo, en su caso las discusiones se fueron junto con su amor y surgió una relación de paz por la que tanto rogábamos cuando estaban casados. Ahora había más chistes, risas y malentendidos divertidos, estaban sanando y se notaba. Podíamos contar alguna anécdota de mi padre sin que mamá se molestara, incluso hasta opinaba muerta de la risa y dándonos datos que podríamos usar en su contra.

No sé si todas las familias que pasan por situaciones difíciles como un divorcio llegan a esa estabilidad, porque no es sencilla. Es sentarte en un sillón, con tus pies colgando, ojeando revistas o libros viejos en lo que tu hermana está platicando con un desconocido sobre sus sentimientos, mientras te preguntas por qué no puede hablar contigo. Es agarrar la mano de tu hermano y decirle que todo estará bien, aunque ni tú lo sepas. Es pasar a un consultorio disfrazado de sala, que busca ser igual de cómoda que tu casa, pero mi hogar se perdió en tantas mudanzas. Es ir cada semana, cada mes. Es que las palabras surjan, sin saber cómo, ante un desconocido que estudió para analizarte y va descifrando cada parte del rompecabezas, figuras que parecían tan rotas, pero sólo no encajaban. Es darse cuenta que ese amor no estaba destruido, sólo le dimos otra forma.

Ese nuevo amor te enseña a disfrutar diferentes experiencias: cuando voy a la playa, con solo tocar el mar ya está la voz preocupada de la mujer me dio la vida, en contraste con mi padre que me agarra de la mano para irnos a lo más profundo, una trampa para reírse cuando la ola me tumbe. Así es estar con él, es decir que tengo hambre y compre la primera comida rápida que se le ocurra, cuando mi mamá busca una receta nueva. Ambos con un inmenso cariño que ya no podían darse, que ya no era para ellos, era para nosotros. Incluso llegó a ser tan grande como para compartirlo con más hijos y parejas.

Mi psicólogo me dijo una vez: “Fuiste bendecida con tan bella familia”. Justo en el momento en que terminó parte de mi terapia. Cuando yo pude comprender todo lo que describo ahora. Sentí un amor más profundo. Dejé de mirar atrás, a nuestro portarretrato familiar, empolvado con sentimientos agridulces, para ver todos los momentos que tenemos ahora y siempre terminan con risas.

A mis padres:

Que fuerza para sacar adelante a tus hijos, cuando no tenías ánimos para levantarte por la mañana. Educar a tres niños cuando te sentías más chiquita que nosotros, aunque no hay día que yo no te vea más grandiosa. Mamá: siempre deseosa de aprender, de conocer y no te das cuenta de todo lo que me enseñas tú solo con tu existir.

Me pediste que ya no te escribiera, pero ¿cuándo te he hecho caso? En esta ocasión no es algo triste (o eso creo), ni te pido que regreses porque ya te tengo. Sentí que te perdí, pero nunca fue así, tan solo quedaron atrás esos excesos e inmadurez que realmente no eran tú, eres mi papá y con lo único que debes cargar es con todo el amor que mereces.

No he dejado de creer en el amor, porque nunca he sentido que me falte. Ni cuando estábamos todos juntos en la cuerda floja y mucho menos ahora, que podemos encontrarles chistes a aquellas desgracias y sonreír porque no solo dejamos atrás peleas, malentendidos, gritos y mudanzas, sino el estigma de lo que debería ser una familia, porque ¿quién nace sabiendo ser hijo o padre?Intentamos dar lo mejor de cada uno de nosotros todos los días. Ahora veo las nuevas fotos familiares y es cierto, soy afortunada.

Leave a Comment