abril 25, 2023

El albergue de las mujeres libres

By In Ensayos

Nuevas manías y aromas, imprevisibles horarios,  sonidos de pasos nuevos, unos más pesados que otros. Rechinidos de dulces sueños e insomnios inminentes, lloros queditos e historias no contadas por miedo a despertarlas, todo llenando mi casa que se ha vuelto pasarela de hadas, sirenas y brujas. Aves de paso que perdieron el rumbo y lo encontraron en el mío, bien cerquita del fin del mundo. 

La primera llegó por casualidad, tenía la capacidad de escuchar mis sueños cada mañana mientras se bebía el café que siempre calificaba como delicioso aunque fuera del barato.  Exigía muy educadamente que le trenzara el cabello todos los días y su presencia se adaptó tanto a la mía que a veces parecía que vivía conmigo misma. Me enseñó a inventar mis propios juegos, de puertas cerradas, de miradas que una mañana no quieren hablar y aún así quieren . 

La segunda aterrizó como un viento fuerte, andaba buscando un nuevo comienzo y lo encontró en mi terraza, la quería a su modo sin saber que yo soy de modos muy míos y aún así defendió la casa el día del huracán, me enseñó de límites y palabras claras, a ser una reina sin tener un reinado, me recordó lo de saber ganar hasta cuando pierdes y celebrarlo todo con un mezcal. 

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La tercera encalló con el huracán, su corazón tenía más humedades que su colchón que acabó bajo el lodo de mayo, hubo que darle sopa caliente muchos días seguidos hasta que le regresara la voz al cuerpo y hacer fiestas casi todas las noches para recordarle que la vida son pedacitos de confeti. Me enseñó a cantarle a todo y a saber escuchar, a que no me importara si no encajo y me invento mis propias reglas. 

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Luego se deslizó la cuarta, una escapista que aún no sabe que todo lo que necesita está dentro de sí. Se empeñó en sacar, meter y ordenar cada frasco en la cocina y me mostró  el poder destructivo de la acumulación, a mantenerme en orden.  Me enseñó a medir las palabras y a saber cuándo guardar silencio. Aprendí de voluntad y de convicciones fuertes. 

La quinta acaba de llegar y ya me anunció su partida, su anuncio del paso por mi casa fue como los de las demás: de pura casualidad. Y sin embargo me conoce todas las cicatrices porque a lo largo de los años ha caminado los mismos caminos que yo y hasta ahora nos encontramos con un montón de historias en común y casuales caminos unidos una y otra vez. 

Tuvieron que pasar 26 años para que recordara las descripciones de una casa en la colina con vistas al mar en Chile, al libro de Marcela Serrano en el que muchas mujeres tristes se contaban sus historias en un albergue y con eso las sanaban, jamás imaginé que terminaría como la protagonista del libro, dirigiendo un albergue de mujeres libres en medio de una vida con olor a mar, a historias de hadas, brujas y sirenas, que se parecen a las mujeres que han vivido conmigo, que también siempre son todas un poco yo.

Editorial DEBOLSILLO

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