junio 26, 2023

Quien hambre tiene…la piensa antes de tragarse un pan

By In Ensayos

El mes de junio trajo mi cumpleaños número 34 y con ello mi auto-boda. Sí, me casé conmigo, me di el sí. Para que eso sucediera debía cumplir con el ritual: me compré un vestido blanco en el tianguis (ajá, blanco porque ¡virgen por siempre!), me puse una diadema con flores que encontré en el cuarto de chácharas de la casa donde rento y le puse un retazo de tela blanca para simular el tradicional velo. ¡Y…pues este arroz ya se coció! Estaba lista para casarme conmigo y con el exceso.

***

Sábado por la mañana. 

Inflamada, desvelada y con una cruda inmensa por beberme dos chelas y atragantarme de papitas.

Me duele un poco la espalda. Ni hablar, y es que le perrié con furia y hasta abajo. 

Mientras me cepillaba los dientes, me quejaba de haberme enfiestado y me deprimía por la llegada de mi cumpleaños (porque no me gusta cumplir años), me cuestioné: ¿Qué hubiera sido de mí si me hubiera casado con cualquiera de mis exparejas? Me miré en el espejo, me reí cínicamente y eso provocó que escupiera el buche de agua con el que me enjuagaba la boca. Entonces, con el hocico lleno de espuma me respondí: “no mames Bicky, igual hubieran sido cuatro divorcios envueltos de legalidad, con harto drama y gente criticona”. 

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Cuando era niña y alimentada por el imaginario colectivo del peso social que implica el matrimonio para las mujeres, me imaginaba que a mis 34 yo debía tener: casa, perro, esposo y dos hijos: “la parejita si es posible”. Y no es que dicha ilusión sea mala, simplemente no congenio (aún) con ese plan de vida. Por eso llegó la revelación: “yo soy la novia de mis sueños. Necesito casarme conmigo ¡chingadamadre!”.

Ese sábado le dije a Naty que haría una fiesta de cumpleaños y que me vestiría de novia, que ella y las chicas serían mis damas. La Naty aceptó y en todo momento me motivó a seguir con el plan; “Parce, hágale que su gente la apoya”, me dijo. Después siguieron Lupita, Ely y Caro, quienes sin dudarlo dijeron que sí. Esas tres gritaron mucho. Eventualmente le comenté a Luz, quien también se emocionó. Justo el día de la fiesta se sumaron Lore y Talí, a quienes por cuestiones escolares no había podido ver. Para mi padrino de ceremonias escogí a Rodri, emocionado por la invitación y tomándose muy en serio su papel, me dijo que haría unos votos porque él sería el encargado de casarme con el exceso y con Tijuana.  

Foto:Cortesía

La fiesta se celebró cinco días antes de mi cumpleaños. Sin duda de las mejores que he planeado. Todes nos divertimos, bebimos, fumamos, bailamos, perreamos, cantamos. La ceremonia fue a la media noche, mis damas y yo salimos amenizadas por la marcha nupcial musicalizada por La boda del huitlacoche. La gente aventó confeti y todos bailamos. Y luego él Rodri se lució con semejantes líneas:

“(…) hoy no te casas con ningún hombre, con ninguna mujer. Te casas contigo misma, con Tijuana, con el exceso y con el placer (…) te declaro mi amor, atentamente: Tijuana y el exceso”. 

Videos subimos, reacciones no sabemos 

Al día siguiente send fotos y con ello la risa por el recuento de los desfiguros. Por eso me pareció divertido hacer un video y compartirlo en mis redes sociales. Fue allí donde surgió la incomodidad: me di cuenta que familiares y amigos creyeron que yo me puse un vestido de novia porque en realidad “tengo ganas de casarme”. Peor aún, que necesito la aprobación de otra persona para considerar que yo valgo la pena. “Alguien llegará pronto porque eres una mujer valiosa”, me dijeron. ¡Nombre! ¡Si lo que se ve no se juzga, lobas!

Fotografía: Cortesía

La intención de este “performance”, el cual recae en una parodia, tenía el propósito de reafirmar que me la paso bien conmigo y que me gusta mucho esta etapa de mi vida en la que no le doy explicaciones a nadie sobre lo que hago ni a donde voy. Que solo me preocupa una cosa: finalizar las correcciones de mi tesis para titularme y obtener el grado. Mis demás preocupaciones son banales. El no tener que preocuparme por nada ni nadie (sólo de mi familia) me hace sentir tranquilidad. Esta tranquilidad es la que me motiva a levantarme feliz todos los días. Y aunque tengo un trabajo con el que no congenio políticamente, siempre me divierto, me río, me reto y desde mi trinchera busco la forma de ayudar a las personas. Me gusta esperar los fines de semana para levantarme tarde, salir a desayunar a mi lugar favorito, ver a mis amistades, tomar café, una chela, una fiesta, salir a caminar. Que cuando me siento tranquila me apetece escribir, leer, escuchar música, tomar unas fotos, correr o a veces solo estar echada en casa rascándome el ombligo. ¿Quién no querría casarse con un poco de tranquilidad para hacer lo que a uno se le venga en gana? 

Probablemente en años consecutivos me casaré, así como la heterónoma y la hipergamia lo dicta: con un hombre cisgénero que sea leído por familiares y amigos como “un buen partido”. Mi cuerpo repleto de dopamina reforzará la construcción romántica que haga sobre el hombre que haya elegido para llevar a cabo el ritual de mi preferencia, ya sea religioso, espiritual o ante el Estado; chance me voy a vivir en pecado porque pues… ¡exceso al fin!. Y ya muy, pero muy enamorada, me den ganas de reproducir la escenificación de la típica novia que “es distinta y única” y que en compañía de otras mujeres va en la búsqueda del vestido perfecto para después escoger el atuendo más sobrevalorado de todas las bodas: corte de sirena, escote corazón y un velo esponjoso. 

Este fragmento no debe ser leído como agresión, es real que a veces el peso de las narrativas románticas gana y probablemente una termina repitiendo lo que juró destruir. Pero como ya no somos las de antes porque estamos bien “empoderadas” (o el adjetivo que otras gusten adjudicarse), si algo no nos gusta pues lo más probable es que vengan los divorcios. Entonces, eso hará que no sólo tengamos una boda, sino ¡muchas! Amiga, si no funciona, te divorcias, te vuelves a comprar otro vestido blanco, te casas y haces otra fiesta

Si me puse un vestido de novia fue por eso, antes de las bodas que vengan (porque esto de casarse es adictivo y me salió bien), sabré que la primera fue conmigo y a mi gusto. Que en mi boda todos bebieron de mi agua loca y se hornearon de tanta mota que se fumó. Porque se sabe que hubo exceso y Dios lo permitió. 

Casarse con una misma debería de ser un acto revolucionario. Cuando pueda ¡hágalo!

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