Hubo un momento de mi vida en que Navidad, Año Nuevo y diciembre en general significaban decorar la casa y el arbolito, cena en casa de mi abuela con mi familia paterna y tamales de rojo, todos los que yo quisiera, y despertar emocionada por saber qué había bajo el árbol. Luego significó irnos por semanas a mi ciudad natal, a La Laguna, donde el frío no se sentía tanto como aquí, donde ya no había juguetes pero había un intercambio con mi familia materna y risas, y sí, más tamales de rojo, todos los que yo quisiera. En los últimos años, significaba ir a Mazatlán, la playa, una cena rica en algún Airbnb pet friendly. Este diciembre no sé qué significa.
Siento que este año viví más vidas que el anterior y es raro ser yo luego de todo lo que el año me quitó, los ciclos que se me cerraron a la fuerza y los que por voluntad propia dejé ir, o más bien dejé ser. Durante mi rewatch anual de mis clásicos de Navidad, me di cuenta que ese era el tema recurrente, debajo de los plots románticos y familiares.
Dash & Lily (2020): Soledades navideñas
Mi roomie dice que esta temporada siempre le ha parecido más triste, que es cuando han pasado cosas tristes en su familia y también porque cree que se siente peor para las personas que no lo están pasando bien. Cuando me lo dijo no pude evitar recordar lo que Dash escribe: “Es la época más detestable del año. La alegría forzada, las multitudes enloquecidas, la sensación de que debes estar alegre, aunque no lo estés. Porque cuando estás solo en Navidad, es peor que el resto del año”.
Dash & Lily sigue a dos adolescentes en Nueva York: Dash, naturalmente gruñón y solitario terminó con el corazón roto la navidad pasada y ha decidido aislarse de todos hasta año nuevo. Lily es una chica sin ninguna experiencia romántica que ama vivir en su zona de confort, hasta que sus padres y abuelo se van de viaje para Navidad y se queda con su hermano enamorado. Así, nuestros dos protagonistas están prácticamente solos y se acompañan mutuamente mediante una libreta roja.
Me gusta mucho el personaje de Dash, me recuerda un poco a mí misma cuando tenía 17: enojada, cínica, sabelotodo y por dentro llena de sentimientos y amor que no le quiere demostrar a nadie. Sin embargo, siempre he sido más Lily, que está en una familia donde todos tienen pareja excepto ella, que es cursi y extraña, que nunca ha llevado a nadie a la cena de navidad: “No tengo mi propia historia de amor. Lo intenté (…) No tengo una historia romántica. Pero tengo una familia y cada diciembre tengo un apartamento lleno de adornos, parientes y platos de comida”. Excepto que esa navidad es diferente.
Supongo que lo que me gusta de Dash y Lily es que si bien se centra en la historia de los dos protagonistas enamorándose sin verse nunca, también muestra las complejidades de las relaciones humanas: amorosas, familiares, amistosas. Ni Lily ni Dash son perfectos y aunque su historia de amor es literalmente una comedia romántica, no se da en la manera en la que ellos esperan, los dos tienen inseguridades y prejuicios y miedos. Y también sus seres queridos. Todos en sus familias tienen sus propios problemas: de amor, de dinero, de principios. Todos son un poco un desastre y los protagonistas se ven forzados a aceptar que así es la vida, y que así como dejan ir cosas también deben dejarse ser ellos mismos. Pueden ir aprendiendo a ser mejores versiones de ellos mismos y deben de dejar ser a los otros, sólo pueden motivarlos a ser diferentes pero no tomar las riendas. Tratar de cambiar a las personas usualmente no lleva a nada, la comunicación sincera y empática es lo único que puede ayudar.
Y también, nunca estamos realmente solos.
***
Drinking game: shot por cada vez que escribo “es, ser y estar”.
***
While you were sleeping (1995): Mentiras reveladoras
Mientras veía “While You Were Sleeping” en casa de mi madre con nuestro pug Ted durmiendo en mi regazo, me di cuenta de que el corte de cabello que tengo es prácticamente el mismo que lleva Sandra Bullock en esta película. Llevaba dos días como niñera perruna, sin establecer contacto con ningún ser humano y me pregunté si sería ese el corte de cabello default de las que pasamos las noches solas con nuestros sueños y esperanzas (y mascotas).
La película gira alrededor de Lucy (Sandra Bullock). Sus padres murieron, tiene pocos amigos y trabaja los días festivos porque es la única sin familia. Se siente estancada y le gusta pasar el tiempo fantaseando con Peter Callahan, un apuesto hombre que usa el metro a diario y siempre pasa a dejar su token por la ventana de ella. “¿Alguna vez has visto a alguien y sabes que si esa persona realmente llegara a conocerte, dejaría a la modelo perfecta con la que estaba y se daría cuenta de que tú eres con quien quiere envejecer? ¿Alguna vez te has enamorado de alguien con quien ni siquiera has hablado?”, dice la misma Lucy en su triste monólogo.
Un día, Peter es asaltado por un par de jóvenes que terminan lanzándolo por las vías y Lucy lo rescata, lo lleva hasta el hospital y por una confusión, termina fingiendo ser su prometida.
Lucy no es una manic pixie dream girl, es una mujer un poco extraña que sumerge sus galletas en la leche de su gato y que no tiene los peinados o atuendos más glamurosos, pero que es amable con todos, que le muestra generosidad a las personas en su entorno y que, sin querer, se gana a la familia de su falso prometido.
En un artículo sobre cómo este papel fue el que impulsó a Sandra Bullock como un ícono de las comedias románticas y la volvió una de las actrices más queridas de Hollywood, Caroline Siede escribe: “(Bullock) equilibra la timidez e inseguridad de Lucy con la competencia e independencia de alguien que ha aprendido a confiar en sí misma. Lucy no se presenta como una persona triste y monótona o alguien que piensa que no es digna de ser amada. Hay optimismo en ella, y tiene buenos amigos en el trabajo. Su casero incluso la quiere lo suficiente como para perdonarla cuando accidentalmente rompe un árbol de Navidad contra su ventana. Lucy simplemente se ha quedado un poco atrás en lo que se refiere a crear un grupo central alrededor del cual cimentar su vida, especialmente durante las vacaciones”.
Quizá eso es lo que más me llama de esa película, que Lucy no se odia a sí misma, sí tiene inseguridades pero también está segura de sus valores y en general le gusta su vida: “Es solo que nunca he conocido a nadie con quien pudiera reírme”, dice. El romance que se va construyendo conforme pasa la película la deja hacer precisamente eso, reírse con alguien con quien puede ser ella misma.
Lucy se enreda en muchas mentiras, pero cuando las desecha, logra incluso que los hermanos se vean a sí mismos como realmente son, lo que realmente quieren. Esta película me recuerda que dejarnos ser, con todo y nuestras imperfecciones, también puede transformar a quienes nos rodean.
The Holiday (2006): Un cambio de aires
A veces ni siquiera ocupo que sea Navidad o año nuevo para ver esta película, a veces solo necesito la sensación que me da. Al igual que Cameron Díaz, pasé muchos años sin llorar, simplemente no me salía por más que lo intentara, y sí, también por traumas reprimidos. Puedo ver trozos de mí misma en la manera en la que Amanda (su personaje) piensa en todo lo malo que podría pasar. “Eres la mujer más deprimente que he conocido”, le dice Jude Law.
Sin embargo, con quien más me identifico es con el personaje de Iris. Es ella quien inicia la película, con una narración en voz en off emocional: “La mayoría de las historias de amor tratan de personas que se enamoran entre sí. Pero ¿qué pasa con el resto de nosotros?”
Iris sí está enamorada, pero su amor no es correspondido y el arco que vemos de su personaje empieza cuando su ex (que constantemente se mantiene en su vida, haciendo imposible que ella lo olvide), declara en la fiesta de Navidad de la oficina, que va a casarse. Así, Iris y Amanda terminan intercambiando casas, las dos quieren alejarse de su vida cotidiana y ese switch de dos semanas realmente cambia todo.
Las dos aprenden a dejarse ser. Amanda se topa con una visita inesperada que la ayuda a volverse alguien distinta a la mujer que era antes de dejar Los Ángeles, pero creo que lo que realmente pasa es que él la anima a dejarse ser la persona amorosa que en realidad es, la que trató de ocultar todo el tiempo poniendo barreras alrededor de su corazón. Iris por su parte aprende a ser la protagonista de su propia historia:
—Iris, en las películas tenemos protagonistas y también tenemos a la mejor amiga— le dice Arthur— Puedo decir que tú eres la protagonista, pero por alguna razón te comportas como la mejor amiga.
—Tienes toda la razón. ¡Se supone que debes ser la protagonista de tu propia vida, por el amor de Dios!— responde ella ante la revelación.
Iris continuamente está dejándose caer porque las cosas no son como ella quiere, está derrotada porque el hombre al que ama no le corresponde, al inicio de la película incluso contempla por unos segundos el morir. Pero estar en una ciudad completamente desconocida, con el sol brillando, nuevos amigos y nuevas experiencias, la regresa a la vida. Sus problemas aún la persiguen, pero encuentra mejores herramientas para enfrentarlas, se encuentra a sí misma de nuevo, se deja ser.
Además, Jack Black en esta película es mi crush de siempre. Me gusta desde que era el maestro en Escuela de Rock, no sé qué dice eso de mí, pero especialmente en esta película, donde interpreta a un compositor de soundtracks llamado Miles, lo adoro. A veces creo que manifesté a Javi por lo mucho que me gustaba Miles. Me veo a mí misma riéndome de él mientras actúa escenas de películas o me recomienda las que cree que me van a gustar, o las que son clásicos. El sentimiento cálido mientras me dice que soy solo las notas buenas.
Y Miles también cambia, así como los personajes alrededor de las protagonistas, todos tienen que aprender a dejar ir cosas, a dejarse ser nuevas versiones de ellos. Incluso Arthur que tiene como 80 años. Ese es el sentimiento que persigo con esta película, la emoción y optimismo de que nunca es demasiado tarde para ser tú.
El Diario de Bridget Jones (2001): Tal y como eres
“Todo empezó en la víspera de Año Nuevo, en mi año número 32 de ser soltera”.
Así inicia la película “El Diario de Bridget Jones”, lo narra la voz en off de nuestra protagonista mientras en pantalla la vemos arrastrar su equipaje por la nieve hasta casa de sus padres. Esta primera escena te informa qué es lo que verás durante la siguiente hora y media: a una treintañera con un pesado equipaje emocional, cayéndose en intentos de llegar a su destino. ¿Y cuál es su destino? Bridget no lo sabe, pero espera que sea un hombre sensible y decente que la ame… o eso dice. En realidad tiene un crush gigante con su jefe, un sinvergüenza que es interpretado por Hugh Grant, así que tampoco la culpo por considerarlo irresistible.
No sé si cuenta como película de Navidad, pero es mi película favorita para ver en invierno, y en cualquier otra época del año. De hecho, quizá mi poca experiencia amorosa puede tener algo que ver con que desde adolescenta me identificaba con ella. No porque me sintiera gorda o fea (aunque a veces sí me sentía así), de hecho no entendía por qué la consideraban fea si Reneé Zellweger siempre me ha parecido preciosa, sino que podía identificarme con sentirse inadecuada. Entendía lo de ser torpe, lo de dejar que tu boca vaya más rápido que tu cerebro, lo de decir las cosas equivocadas aunque te esforzaste por hacerlo bien, lo de pasar Año Nuevo en pijama con una cena alta en calorías y escuchando música de los 80. Y que aunque crecí rodeada de amor, nunca he tenido un novio real.
La primera vez que Bridget conoce a Mark Darcy habla puras tonterías, y en el flashback de la fiesta de navidad de su oficina la podemos ver cantando desafinadamente Without You de Air Supply, mientras Cleaver (su crush) la observa. Bridget actúa antes de pensar en las consecuencias y a veces reflexiona demasiado en las cosas equivocadas. Las cosas nunca salen bien cuando trata de seguir consejos de sus amigos, o de la revista Cosmopolitan o de libros de cómo conseguir novio.
Es hasta que se deja ser y decide que va a perseguir una nueva carrera y a dejar atrás a los hombres que no la aprecian que de verdad comienza a brillar. Sonrío como tonta cada vez que veo la parte en donde Bridget escucha las palabras que no sabía que necesitaba.
—Me gustas mucho.
—Sin contar que fumo y bebo, a mi madre vulgar y mi diarrea verbal…
—No. Me gustas mucho, tal como eres.
La escena corta a Bridget con sus amigos, quienes no saben qué hacer con tremenda declaración. ¿No la quiere más delgada o más lista? ¿Con pechos ligeramente más grandes y una nariz ligeramente más pequeña? No, le gusta Bridget, tal y como es.
Creo que ser tal y como somos puede parecer difícil, especialmente en una era como esta, donde estamos por entrar a la mitad de los 2020, donde el mundo nos bombardea todos los días en todos nuestros aparatos electrónicos con lo que podríamos ser, con lo que nos haría más bellos o más adecuados o más inteligentes. Y no creo que esté mal tratar de mejorar como persona, de mejorarte a ti mismo, Bridget mejora en las películas, se vuelve más segura en su trabajo, en quien es, pero su esencia caótica sigue ahí.
Mejorar como persona es diferente de tratar de ser alguien que simplemente no eres. Es mucho más agotador estar tratando de poner una fachada. Y aunque quizá duele más ser rechazado por tu verdadero ser, también se siente mejor cuando te quieren por ello.
Less Than Zero (1987): La oscuridad invernal
Pensé en esta lista desde abril de este año, cuando alguien me preguntó qué me gustaba ver en Navidad. Que quede establecido que también amo Love Actually, pero ahí no me identifico mucho con nadie y solo la veo para reírme. Sin embargo, la primera película que dije cuando la cuestión de mis clásicos navideños se me planteó es una que precisamente falta en esta lista y, aunque es bastante deprimente, si llevo cinco páginas hablando de dejar ser, debería ser honesta. Mi último clásico decembrino es: Less Than Zero, una película ochentera sobre adolescentes ricos y drogas, protagonizada por Andrew McCarthy (Clay), Robert Downey Jr (Julian) y Jami Gertz (Blair).
La historia sigue a los tres mejores amigos en el invierno después de que se gradúan de la preparatoria. Un triángulo amoroso donde Blair y Clay intentan salvar a su amigo Julian, quien es adicto a las drogas y el alcohol.
El invierno mayormente me deprime. Detesto el frío, detesto la sensación de sentir mi nariz congelada, de odiar salir de la cama, de tener que salir con ropa pesada para poder sentirme realmente calientita, de la falta de actividades al aire libre disponibles en donde no me congele. Detesto los días nublados siendo más comunes y detesto las lluvias y el aire helado, detesto que los días se sientan tan cortos, que el anochecer llegue tan rápido. Detesto que el invierno significa la muerte de la naturaleza, incluso si sé que es parte vital de un ciclo.
Usualmente veo Less Than Zero (1987) cerca o después de Año Nuevo, esos días en que un nuevo ciclo ha iniciado y me abruma el peso de todo lo que puede pasar, cuando me dejo llevar por los blues de enero. Me pone en ese mood dark, nostálgico, oscuro, en donde sus personajes ansían los buenos tiempos, donde el presente es complicado, el futuro incierto y el final te deja con un agujero en el estómago.
Pero eso también es dejar ser. Esa película es un recordatorio de que no siempre podemos salvar a los demás, que es imposible tener todo bajo control. A veces, lo único que podemos hacer es enfrentar las circunstancias, el dolor y atravesarlo.
***
Este diciembre es más incierto de maneras en las que nunca lo había sido. Siento que este año viví más vidas que el anterior, que hice muchas cosas por primera vez, conocí mucha gente, cambié para bien, pero también sé que perdí cosas, situaciones y relaciones que jamás volverán a lo que eran, que quizá jamás volverán para nada.
Le pregunté a mi amiga que más sabe de astrología, Miranda, si algún evento astrológico estaba relacionado con esto. ¿Qué demonios había pasado este 2024? Ella amablemente me redirigió a varios videos donde explican que este año Plutón salió de Capricornio para entrar a Acuario. Este planeta no estaba en Acuario desde el siglo XVIII, una época de revoluciones como la francesa y la inglesa.
Plutón, según la astrología, es el planeta de las transformaciones profundas y las verdades ocultas. Rige el poder, el control y las profundidades psicológicas. De acuerdo a The Cut, Plutón “exige que vayamos más allá y exploremos las verdades que se esconden bajo la superficie”. Capricornio, por su parte, es un signo femenino de tierra, un signo que si bien tiene mucho que ver con el sentido de la responsabilidad y el deber, también nos invita a aceptar lo natural, quienes somos. Capricornio busca la integridad, así como deshacerse de lo que no es relevante para algo real.
Plutón en Capricornio nos invitó a transformar aspectos fundamentales de nuestras vidas, las más específicas vienen de acuerdo a la casa en la que tengas Capricornio en tu carta natal. Para mí, que tengo ascendente en Leo, Plutón en Capricornio transformó por completo mi casa número 6, que rige el bienestar, los deberes, el trabajo y la vida cotidiana. Fue un poco sorprendente darme cuenta de que en efecto, rara vez desde el 2008 tuve un break en todo esto. Y ahora, Plutón va a alterar mi casa número 7 en Acuario: la casa de las relaciones sentimentales, amistades y sociedades. Este año me lo dejó claro.
Pero estoy aprendiendo que aceptar estos cambios son parte de evolucionar. Aprender todo eso de Plutón y los ciclos me recordó que aunque los finales pueden doler, también son una oportunidad para reconstruirnos con una versión más auténtica de nosotros mismos.
En los finales de todas estas películas hay un gesto grande: alguien corriendo kilómetros para llegar con otro alguien, alguien llegando justo en el momento adecuado, declaraciones, un inesperado cameo de los Jonas Brothers. Hasta en Less Than Zero está el gran final. Incluso en las que no son mis favoritas, las personas hablan mucho de los “milagros de Navidad”, y creo que siempre he esperado uno. Sin embargo, este año me doy cuenta de que el milagro real no es ese momento, ese gran gesto, sino todo lo que pasa antes, lo que lleva a los personajes a dejar ser.
Es gracioso (ahora que lo veo enlistado) lo mucho que las protagonistas con las que me identifico tienen cosas en común y lo mucho que a mí y a mis amigas nos han tocado vivir cosas parecidas: hemos idealizado personas por mensajes, como Lily; nos hemos enredado sin querer en mentiras, como Lucy; hemos construido vidas nuevas cambiando de aires, como Amanda e Iris; hemos tratado de salvar a alguien, como Blair, y hemos sido Bridget cuando está decepcionada de un hombre y su amiga le pregunta: “Quiero decir que ha habido todas esas malditas insinuaciones y cosas así, pero ¿alguna vez te ha metido la maldita lengua en la maldita garganta?” Y ella tiene que responder que no, ni una sola vez.
Y así como todas ellas, hemos encontrado nuestros propios caminos y seguimos formándonos. Seguimos en él.
Este diciembre no tengo una tradición clara y mi entorno está desbalanceado. Pero tengo un librero nuevo, regalos resignificados, stickers recién pegados en mi laptop, un llavero escondido en una caja porque por ahora no puedo ni verlo, boletos para eventos que me mantienen emocionada por el próximo año y a veces aún pienso en una mañana calurosa en que olí menta, ¿por qué olía a menta? Pero aquí sigo: buscando ser una mejor versión de mí misma, levantándome después de caer como todas esas protagonistas de mis clásicos navideños, rodeada de personas que me aman y yo a ellos, así como son. Y quizás ese es el verdadero significado de estas fechas.