agosto 25, 2023

De cuando entendí que vibrar bonito también hace daño

By In Ensayos

La primera vez que tomé ayahuasca todavía no era “mainstream”. Hace nueve años no había páginas públicas en Facebook  invitando a ostentosas ceremonias show con facilitadores que nadie sabe quién certificó; lo que había era información suelta, poca, y algunos cuantos taitas, como se les llama a los curanderos de Perú (en otras regiones de la Amazonía como Brasil y Colombia se realizan prácticas de curación ancestral con ayahuasca) que se animaban a venir a México, también unas ganas mías de que ya por fin alguna terapia me funcionara. Habemos gente así, especialistas en nunca graduarnos del diván

Imaginé que era una limpia con ramas y toda la cosa, en cambio había un hombre con plumas en la cabeza y un linaje amazónico de Perú que le permitía portar el brebaje de sabor amargo y espeso, un enteógeno que se combina con chacruna y que contiene DMT (denominada también como la “molécula de Dios”), con efectos psicoactivos que pueden, o no, derivar en efectos físicos en el cuerpo. El peor podría ser el vómito; el mejor, en ese tiempo y hasta ahora, ha sido sólo aprender cada día a tratarme bonito.  

Foto de Anastasia Shuraeva: https://www.pexels.com/es-es/foto/mano-fumar-ceremonia-velas-6015548/

Si ya había tragado de todo desde Ecatepec hasta Iztapalapa y también en las Lomas, qué más me daba ese shot color café. Ya había ido a terapia Gestalt, humanista y cognitiva, constelaciones y hasta grupos de AA, había probado las pastas prescritas por psiquiatra y toda la cosa sin mayores resultados que una falsa risa y la sensación de que de un momento a otro todo podría acabar como siempre: en una crisis de salud mental con encierro de varios días, lloros de todos los colores y esa eterna sensación de que falta algo pero se tiene de todo. Nada era tan permanente, así que solo me quedaba creer en la magia

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Esa noche mi vida cambió y pude verme tejiendo las estrellas con hilos de plata que acababan en letras, en el vientre de mi madre y escupiendo una especie de masa negra y amorfa llena de moscas, al despertar se había ido el hueco en el pecho, era como si acabará de nacer y necesitaba mantener ese efecto, adicta como soy a la felicidad, real o inventada, quería seguir sintiendo el corazón lleno de estrellas

Cambié el Pata Negra, el Río de la Plata y el Covadonga por mañanitas de temazcal para terminar de purificar mi alma. De un día para otro hablaba otro lenguaje y me sentía parte de una tribu, vestía ropa de manta clara, dejé de pintar mi cabello, usar tacones y brassier, de mi cuello y muñecas colgaban piedras para espantar a los demonios y equilibrar los chacras, años me mantuve lejos de las barras de las cantinas, del orgásmico tintineo de los hielos en un vaso de vidrio con harto alcohol, de ser humana un día. Viví  (o lo intenté) la Toltecayotl. 

Siguiendo caminos rojos (de los que buscan la unión entre las tribus del norte de América y las del sur) y luego de colores que terminaron siendo confusos; lejos de todo aquello que no vibra bonito, qué más daba si se trataba de amigos y familia. Aprendí de danzas concheras, guerreras, mexicas, aztecas, de sol y de luna. 

En el camino me encontré conmigo, pasaba cada fin de semana cantando canciones de amor frente al fuego, aprendiendo técnicas curativas de curanderos y mujeres que sabían de plantas y de embrujos; masticando peyote y mis realidades; fumando sapos y salvias y xangas para agradecer estar en el mundo; hongos para mirar para adentro y exprimirme hacia afuera…lejos de todos pero bien cerca de mí. Hasta que un día solo escuché el sonido de mis propios pasos

Foto de Rachel Claire: https://www.pexels.com/es-es/foto/clima-resfriado-madera-naturaleza-4992791/

Pasé de periodista a curandera hasta que la vida me lo cobró con una noche de sangre, ya habían pasado muchos años y las tribus de personas que solo vibran, maman y rezan que  son “team” luna  y sol y estrellas comenzaron a crecer, a segregar a quienes no cantan las mismas canciones. Comenzó a ser pan con lo mismo, dogmas y jerarquías, en menos de diez años ya todo el mundo se creía chamán y diosa toda poderosa, mezclando otras corrientes de una manera menos profunda y seria

Ya no había paso para el enojo, todo se trataba de “grandes maestros”, de “tú mismo te generas tus vivencias”, justificando así a agresores, evitando a toda costa apestosas crisis que siempre llevan al crecimiento, de canciones repetitivas que nadie sentía, de lucro con una ceremonia de equis plantas pedidas por internet y cantos del Soundcloud.

El mundo ya no necesitaba más chamanes ni curanderas, entendí que solo quienes llevan muchos años y muchos rezos y muchas risas y muchos demonios pueden ayudar a dar soporte espiritual a otros. Entendí mis propios demonios, que mis caminos los puedo por fin recorrer yo solita, que no se necesitan tribus y que cada vez siempre cambian de nombres, dejé de querer vivir de la magia y sólo integrarla en mi vida, a solo sentarme enfrente del fuego y pedirle al infinito que me deje ser ese día una curandera aunque la noche anterior haya dicho salud a varios demonios.

Ya no quiero un centro holístico ni salir en videos de Youtube, tampoco vibrar bonito, ni salir de la matrix buscando vivir en comunidad que siembra sus propios jitomates  si ni siquiera puedo convivir con mis propios demonios. Ahora se trata de mí y de mi vecina, de su niño que insiste en comer pan y por eso se empacha, de la amiga que no encuentra rumbo, del vato que no tuvo dónde descargar sus palabras, del hijo que te ignora pero tú también, de entender que solo sé de plantas y magias; de vida y de muerte, de no quedarme nunca con las ganas, sin negar que a veces vibro feíto, y está bien. 

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