junio 28, 2021

Si Lolita nos contara su historia

La editora y cineasta francesa Vanessa Springora ha sacudido a la alta cultura de su país con El Consentimiento, una novela que cuenta una historia de horror: la que ella misma sufrió.

By In Reseña

Por: Fernanda Hernández Orozco

Lolita, la novela que lanzó a la fama al escritor Vladimir Nabokov, es un hito de la literatura universal. Si alguien aún no la ha leído, por lo menos sabe algo sobre la historia, gracias a sus dos adaptaciones al cine, hechas en 1960 y en 1997. Se trata de la confesión de Humbert Humbert, un hombre de mediana edad que se siente atraído por las adolescentes, a las que llama “nínfulas”. La historia se centra en su obsesión por Lolita, una niña de 12 años, a la que Humbert Humbert secuestra y lleva de un lugar a otro de Estados Unidos. 

No, todos sabemos perfectamente que Lolita no es una historia de amor, sino de abuso. Como bien apunta la escritora francesa Vanessa Springora, el libro de Nabokov no es una defensa a la pedofilia, sino todo lo contrario. Es la confesión de culpa de un hombre que sabe que ha hecho mucho daño con sus actos. ¿Qué pasaría si cambiáramos la perspectiva? ¿Si la historia no nos la cuenta el hombre maduro sino la adolescente abusada? ¿Qué pasaría si Lolita no fuera un personaje ficticio, sino una niña de carne y hueso? 

Bueno, pues en El Consentimiento (Lumen, 2020), la novela debut de Springora, nos encontramos con esto. Una mujer, V., nos cuenta cómo en su adolescencia conoció a un escritor 36 años mayor, G., que la sedujo y terminan sosteniendo una relación sentimental. La mujer es la propia Springora, el hombre es Gabriel Matzneff, un escritor francés  de mucho prestigio en la década de los 70. 

Springora nos recuerda, con un epígrafe de Marcel Proust, que su libro no pretende ser un juicio moral o brindar una explicación sobre lo que pasó, sino que nos planteemos preguntas. “Nuestra sabiduría empieza donde termina la del autor. Nos gustaría que nos diera respuestas, cuando lo único que puede hacer es darnos deseos”, dice Proust. 

Humbert Humbert, el personaje de Nabokov, nos dice que no cualquier niña es una nínfula, sino que tiene que cumplir con ciertas características. Leyendo El Consentimiento, los lectores pueden deducir que esas cualidades que hacen a las adolescentes deseables para estos depredadores no es nada etéreo, sino su vulnerabilidad y un entorno que no las protege. 

Lolita es huérfana de padre y tiene una madre negligente que se concentra poco en ella. V., la protagonista de El Consentimiento, también viene de un hogar roto. Su padre sigue vivo, pero es una figura ausente. Cuando aparece, lo hace de manera violenta y agresiva. Su madre tiene un trabajo muy cansado en una pequeña editorial para poder llevar los gastos de la casa. Tiene novios, pero ninguno demasiado permanente. 

En ese contexto, con pocos amigos cercanos y con una enorme inseguridad respecto a su físico, V. conoce a G. en alguna reunión a la que acompaña a su madre. Desde ese momento, G. la mira, como nadie la miraba entonces. Comienza la cacería. 

“Un apellido ruso, un aspecto de monje budista esquelético y ojos de un azul sobrenatural. No se necesita más para captar mi atención”. Así V. describe el primer encuentro con G. 

Desde esa noche, G. comienza a parecer de manera casual por los lugares donde estará V., le escribe cartas llenas de cumplidos, escritas con una caligrafía cuidada, casi cursi. “Acabo de cumplir catorce años. Él tiene casi cincuenta. ¿Y qué?”, se dice la adolescente V., halagada por la atención que un hombre mayor tiene hacia ella. 

La relación no tardó de escalar de las cartas a los encuentros personales y de ahí, al sexo. No era la primera vez que G. hacía algo así. Sus novelas y diarios publicados están llenos de sus aventuras con mujeres mucho más jóvenes que él, mujeres que no son mujeres, que son adolescentes. Incluso, en alguno de sus diarios, sobre un viaje a Filipinas, el escritor narra cómo abusa de dos niños de 10 años. 

Más de esta Desvelada: Buenos Aires es como contabas

¿Cómo algo así podría publicarse sin que provocara un escándalo? En uno de sus grandes aciertos, Springora nos mete en contexto todo el tiempo. Nos recuerda que esto no pasó en 2020, cuando hay una enorme conciencia sobre las violencias sutiles que sufren las mujeres: manipulación, gaslighting, violencia emocional y violencia económica. 

La relación entre V. y G. sucedió en los años 80. Entonces, en nombre de la liberación sexual, había una defensa al disfrute de todos los cuerpos, incluidos los de los jóvenes por parte de los adultos. 

“En 1977 se publica en Le Monde una carta abierta en favor de la despenalización de las relaciones sexuales entre menores y adultos, titulada ‘A propósito de un proceso’, que firmaron y apoyaron eminentes intelectuales, psicoanalistas y filósofos de renombre, escritores en lo más alto de su carrera, en su mayoría de izquierdas”, nos recuerda la autora.

Desde Roland Barthes hasta Simone de Beauvoir, pasando por Michel Foucault, no hubo un intelectual francés de la época que no firmara la carta. En otra carta publicada en Le Monde, también firmada por la intelectualidad francesa en pleno, se solicita la revisión del Código Penal respecto de las relaciones entre menores de edad y adultos. 

“Luchar contra el encarcelamiento de los deseos y contra toda represión son las consignas del periodo, y nadie tiene nada que objetar, salvo los santurrones y algunos tribunales reaccionarios. Una deriva y una ceguera por las que casi todos los firmantes de estas peticiones pedirán disculpas tiempo después”, dice Springora. 

La autora, en uno de sus aciertos más geniales, jamás nos describe su cuerpo de adolescente, ni muchas de las sensaciones que tuvo cuando mantenía relaciones sexuales. No erotiza su experiencia de abuso. Lo que sí hace, es narrar como G. hace un trabajo quirúrgico para robarle su identidad y convertirla en el material para sus próximos diarios, que serían un suceso literario. 

En El Consentimiento, los lectores podrán encontrar la pregunta constante sobre qué significa precisamente consentir, actuar de manera voluntaria y la manipulación. ¿Puede haber una relación sana entre una mujer muy joven y un hombre mucho mayor? ¿Qué papel juegan las dinámicas de poder en nuestras relaciones con los otros? ¿Qué contexto premia que pasen cosas así? 

Y es que el consentimiento no es tan simple como decir sí. 

Leave a Comment