agosto 25, 2023

Helado de madrugada

By In Especiales

Por: Óscar Molina V.

Dejaré que hable el desvelo. Que escriba. Que juegue conmigo. 

     “Nadie está bien a las 4 de la madrugada”, escribió la poeta magna Wislawa Szymborska. “Es la hora de los treintañeros”. Es la hora de la culpa, del arrepentimiento, del recuento de los daños. Acabo de llegar de una fiesta. Todxs fumaron marihuana, menos yo. Le temo a mi propia paranoia. Me temo sin control. 

     “Si las hormigas están bien a las cuatro de la madrugada /démosles la enhorabuena”. 

     Wislawa, querida, las de mi casa están muy bien. Veo sus tropas por la pared de la cocina. A veces aplasto una, dos, seis. Me limpio sus cuerpos con agua, con papel higiénico. Con las cucarachas es distinto. No puedo pisar descalzo su mismo suelo. Me pongo medias, zapatos, agarro la escoba y embisto. Ellas llegaron a Miami antes que yo, pero igual las acribillo. 

     La otra madrugada, por un desvelo de calor, prendí la lámpara del velador y vi que una salía de debajo de la cama. Se metió en el clóset –I feel you, sis– para protegerse. La toqué con la escoba, la bajé de la pared por la que escalaba. Corrió maratónica. Se perdió. La busqué en el armario, en el abecedario. Vi moverse algo dentro del plástico que recubre la escoba nueva que guardo ahí. Me admiró su inteligencia, su aferrarse a la vida. El plástico le dio esperanza, a mí coraje. La pisé como si hubiera dejado de amarme. 

      Nadie está bien a las 4 de la madrugada. 

      Dan ganas de matar(se). 

      Barbie también piensa en la muerte. 

Foto de Valentin Angel Fernandez

     Es la hora de los que “no podemos dormir, los atiborrados de angustia, los suicidas, los enfermos, los locos y los solos”. Créditos: Leila G. Tengo solo mucha sed y angustia, no se preocupen. 

     Es la hora para diva-gar. Para (sobre)pensar el mundo, el amor. Escucho solo –solito– a los grillos borrachos, la voz de avión del ventilador de mi cuarto. Pienso en él: en que cada vez lo pienso menos. En que cuando se me aparece ya no hiere. Ahora fastidia, a veces enternece. He crecido, al parecer. Plantita carnívora. Florecita rockera. Que hasta la vida me mejoró. Shakira, Karol G: predicadoras. Así, ciertos días. Otros, más Kali Uchis: I wish you roses, and roses, and roses and roses. A veces, también, más gringa. Más Sharon Olds. 

[…]Lo idolatré sin 

reservas, sin precaución ni límites,
lo adoré con una

desprotegida alegría

    La madrugada nos victimiza. A mí y al que quiero no ser. El desvelo me desampara. No puedo llamar a mi madre. No quiero despertar a los que tienen la conciencia tranquila. Leila again (yo sé, yo sé): “Quizás les pasa: un tironeo, una tensión que viene desde todas partes: el pasado, el futuro. Las preguntas por lo que vendrá. Porque ¿qué vendrá? ¿Estará allí siempre todo lo que está allí ahora? ¿Qué, de todo esto, será pantano, recuerdo, gajo desvaído de lo que alguna vez fue? Todos los desvelos vienen de no saber y de querer saberlo todo”. 

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     Sé que mucho de lo que ahora está quizá no estará: sobre todo el mar, la ligereza, este cielito lindo que es un algodón de azúcar. ¿Qué vendrá? ¿Qué carajos vendrá? La adultez y sus antojos de futuro: esa termita, ese roedor. Esa pinche mosca en la oreja.

     La Peri Rossi escribió: 

     Las pocas veces 

     que he sido feliz

     he tenido un profundo miedo 

    ¿cómo iba a pagar la factura? 

     Solo los insensatos

     -o los no nacidos- 

    son felices sin temor.

     Por  ahora, soy muy feliz. Pero llevo mi propia cuenta. Tengo un Cuaderno de la gratitud (inspirado/pickpocketeado/copiado del Catalog of Unabashed Gratitude, de Ross Gay; todo hay que decirlo). Ayer anoté que me alegró el día que la señora de la lavandería se acordara de mi nombre. La otra vez me regalaron un coco en la calle. Una lagartija se dejó acariciar la cola. Me dijeron, por décima vez, que me parezco a El profesor, de la Casa de Papel, y me carcajeé. 

     Hoy, ahoritita, anotaré: Qué fortuna poder abrir la refrigeradora y sacar una paleta helada, de frutas. 

      La madrugada, a veces, me permite darle alegrías a mi niño. 

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