octubre 25, 2024

La ternura en tus recuerdos, mamá

By In Ensayos
Junio 2022

Mamá, hoy me gradué de la carrera, al final sí lo logré, me puse un vestido largo negro, parecía que iba de luto, quizás sí, quizá iba con el corazón hecho pedazos por que días antes quien pensé que era el amor de mi vida me había dejado sola en la relación, con la ilusión de que llegara con una sonrisa y me viera a lo lejos recoger mi diploma, pero nunca llegó. Me puse el vestido negro porque quizá tambien morí ese día, una etapa estaba llegando a su fin y culminar con el último de los escalones de esta trayectoria me daba pesar; al llegar a casa entré al baño y me quité las zapatillas de inmediato, quería meterme a la regadera pero no podía bajar el cierre, comencé desesperadamente a tirar del vestido pero solamente me lastimaba, mi hermana al escuchar desde afuera abrió la puerta, me miró y yo me quebré en llanto, no podía hablar, quería que fueras tú, quería que mamá llegara y me abrazara

Mamá te extraño.

Es curioso cómo algunas personas no dejan rastro de su existencia en nuestra vida, o quizá nunca quisimos conservar nada de ellos en nosotros, en cambio hay personas que sólo con un par de segundos o miradas cruzadas dejan una impresión inmensa en ti, algunas las recordamos a la distancia pero sabemos que están ahí, y otras preferimos evitarlas.

Luria, un neuropsicólogo y médico, escribió de una forma muy interesante sobre la memoria: la describe como una red de diversas conexiones entre diferentes áreas del cerebro para lograr crear un mapa en dónde podremos ubicar fragmentos de nuestros recuerdos, esta asociación entre diversos puntos a nivel cerebral simbólicamente tienen una relevancia emocional, ya que implican una parte importante, el hipotálamo (cuya función es regular estados de ánimo), esto hace que las memorias se reproduzcan con más intensidad haciendo que los recuerdos se modifiquen o fragmenten a lo largo de los años, así que ninguna memoria es completamente real y justa a lo que sucedió, pero también  es cierto que dentro de cada recuerdo lo único capaz de cruzar el tiempo es la emoción que sentimos en ese momento así que, un aroma, un canción, una película, el tacto de unas manos, la dulzura de un postre incluso el rostro de alguien que se asemeja a otra persona nos lleva a volver a sentirnos como en abril del 2009.

Sucede que cuando veo hijas y madres tomadas de la mano, dándoles un beso en la frente y haciéndolas reír, mi corazón se conmueve y escucho como poco a poco comienza a latir, como si por mucho tiempo no lo hubiera hecho. ¿Cómo llegué a ese punto si yo era la niña más cariñosa con mi madre? Creo que la respuesta, más que en su muerte, está en mi reflejo al ver esas sonrisas y miradas llenas de cuidado, me llevan a sentir su recuerdo en  cada momento, cada objeto y lugar: al ver su radio antiguo puedo recordar cómo sacaba su casete de Cri-Cri y ponerlo para alistarme por las mañanas de escuela, cuando El Ratón Vaquero no surtía efecto, las dosis de besitos y cosquillas eran su método infalible para que finalmente me levantara con mis mejillas rosadas y muchas ganas de empezar un día más, quizá por eso la música se ha vuelto mi mejor arma para cambiar de actitud en días complicados.

Mamá solía escuchar a The Doors hecha bolita en su cama con la luz apagada, eran sus momentos a solas, me pedía que fuera a jugar con mis hermanas aunque yo sólo quería abrazarla. Ahora de adulta la entiendo, yo también me hago bolita en mi cama y dejo la luz apagada. Era perfeccionista y exigente, la limpieza y el orden eran su terapia, también hacía unas albóndigas con arroz que jamás volví a probar, tenía tantos lunares que podías formar constelaciones en su rostro, una naríz afilada —genética de su familia— y unos ojos color miel que al verme al espejo puedo reconocer.

Peinaba mi cabello largo y sentía como si nunca nada malo me pudiese pasar, así como el miedo es invisible a los ojos la fe lo es también y yo la tenía, fe en que como un manto protector su compañía era mi escudo.

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Marzo 2020


Mamá, tu partida me rompió el alma y he buscado mil formas de restaurar aquello que tú no rompiste, nadie lo hizo, simplemente ese fragmento era tuyo y al irte te llevaste esa parte contigo, me sentía incompleta, incapacitada para volver a sentir ternura y amor por el mundo o las personas, así que como una niña empecé a escribirte cartas, tú las guardabas todas en una caja color rosa, decías que eran tu tesoro, diariamente y lo hice aún después de tu partida, poco después el destinatario cambió y empecé a escribirle a papá, la costumbre de recibir un abrazo por cada carta escrita me hacía esperar sentir tu calidez pero nunca fueron suficientes letras para sentirte cerca de nuevo.

Me aferré a no crecer, creía que la memoria de esa niña que quedó sin tu compañía era lo único que me unía a tu recuerdo y al convertirme en una mujer adulta me di cuenta de que existen muchas cosas más que me unen a tu memoria, ahora siento que los pedazos de mi memoria no son suficientes, la verdad es que ya no me acuerdo del tono de tu voz, pero sí de la dulzura con la que me hablabas, tampoco recuerdo bien tu rostro a menos que vea tus fotos y siendo franca conmigo misma he olvidado poco a poco la comodidad de tus abrazos, el aroma de tu cabello recién lavado y la suavidad de tus manos en mis mejillas, el dolor de tu ausencia se ha diluido en esos recuerdos, mamá hay recuerdos que te exigen ser escritos, te piden ser plasmados, y tú como inspiración me dejaste con lápiz y papel en las manos, aunque ya no estás conmigo, aún existes en mi y en todas las personas que amaste.

Al final de todo esto no es una carta, más bien una invitación para mí, a no resistirme a tu recuerdo, porque aunque a veces duele otras me reconforta, es una invitación a sentir, sentir la ternura que hay en nosotros, existe y somos dignos de sentirla, y deseo compartir una mirada de la escritora polaca Olga Tokarczuk quien en su discurso al aceptar el Premio Nobel la describió de una forma impresionante: “La ternura es la forma más modesta del amor, es espontánea y desinteresada, en la consciencia tal vez un poco melancólica de que todos compartimos un destino común, es una profunda preocupación emocional por otro ser, por esa fragilidad, su naturaleza única y falta de inmunidad al sufrimiento y los efectos del tiempo y la ternura percibe los vínculos que nos conectan, las similitudes y las igualdades entre nosotros y es una forma de ver el mundo como algo vivo, interactivo, cooperativo y dependiente de sí mismo; La ternura será modesta, pero no por eso menos poderosa, en el proceso de dejar de pensar en ti y observar a otro ser nace esta energía que te impulsa a apreciar, valorar e incluso actuar por alguien más, sentir ternura y hacer algo al respecto, cambia días y por ende cambia vidas”.

Cuando nos despedimos de las personas pocas veces nos detenemos a pensar si será la última vez que la veremos, o si podremos hacer nuestros planes con ellos, si lograremos llegar siquiera al final de ese día, pero siempre hay despedidas inevitables.

Admito que por momentos me siento agradecida que no estuviste, no estás y no estarás, aunque eso no evita que te extrañe con cada fibra de mi cuerpo y anhelé con cada suspiro una palabra tuya, te espere en cada latido de mi corazón cuando siento miedo,  te llore cada lágrima de tristeza y alegría, te dedique millones de letras, algunas suaves y otras tan ásperas que se harían nudo en mi garganta, poco a poco, soltando en cada decisión, fuiste y eres mi génesis, me tuviste nueve meses en tí y 9 años contigo, tu muerte me invitó a ser mi propia madre, y mi homenaje consiste no en ser tú, si no en ser yo misma, vivir y ser feliz, con toda tu dulzura, tu ternura y tu amor sé que aunque ya no estás conmigo, estás en mí, te amo para siempre mamá, gracias.

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