diciembre 22, 2023

Los señores Covadongos

By In Ensayos

Cómo nos cagábamos de la risa, daba entre pena ajena y risa su manera de lamerse los famélicos chiles entre ellos. Todos los jueves llegaban los periodistas de vieja cepa al salón Covadonga, escritores consagrados con uno o dos libros publicados, columnas perdidas en periódicos que bajaron sus ventas, pequeñas glorias pasadas que abrazaban como único estandarte.

Las más viejas ya los conocíamos, podíamos adivinar sus movimientos de viejos rabo verdes que por mérito propio solo cazaban resfriados; periodistas entrados en grasas, acariciando firmas pasadas, tendiendo trampas de futuros brillantes a las periodistas novatas. Sombreritos aún en la sombra para tapar la calva, los mismos sacos viejos color caqui, libros y periódicos entre los brazos para tapar la panza que ya jamás podrán bajar.

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Más bien eran los señores cocadongos, que además de lamerse sus frágiles masculinidades se metían sendas rayas de coca para aguantarles los embates a las chavitas que calificaban como “bien maduras para su edad “, les escuchaban los proyectos entre sacando la nota, robando los tonos y las fuentes para presentarlas como propias en la junta de la redacción de la mañana siguiente. Usando las ganas de las chavitas por ganarse un lugar en el manglar del periodismo para luego desecharlas.

Nos reíamos mucho de los señores cocadongos que cada jueves salían a arrastrar los huevos por el asfalto, buscando con olfato de perro viejo nuevas glorias que les sirvieran de aretes; prometer lo único que tenían: palabras subjetivas al viento porque era lo que en el ocaso de sus plumas podían ofrecer.

¡Cómo nos reíamos de los señores covadongos! Y mirábamos con ojos de ten piedad a las reporteras novatas, bebían y comían totopitos envenenados de falsos futuros en sus mesas. Que ganas de interceptarlas en los baños y decirles “amiga date cuenta” sin quedar como la vieja periodista que se tuvo que zumbar cada uno de los escalafones para llegar y  romperse la cabeza con el techo de cristal.

Nosotras también íbamos los jueves para acordarnos siempre que en realidad el mundo es el Salón Covadonga.

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