octubre 25, 2023

Tarot, el puente entre la magia y la realidad

By In Ensayos

La primera vez que la vi traía puesto un mandil de esos de poliéster con estrellitas moradas, tenía brazos y papada colgados, cabello corto y chino, piel morena, pasada de carnes y de tonos, de palabras sin medir. “Ándale pendeja, si bien que sabes”, me decía mientras me aventaba las cartas de tarot. 

Le decía, primero educada y ya luego enojada que no, que no sabía nada y que además cómo habría yo, periodista que verifica hasta su fecha de nacimiento, a saber leer el tarot si por esos días apenas empezaba a creer en mí misma. Menos lo haría en 78 cartones con dibujitos. 

Todo empezó el día que comencé a ver cartas tiradas en el piso cuando salía de coberturas periodísticas. Estaban en los caminos y llegaban hasta la entrada de mi casa. Luego fue la señora diciéndome en sueños que nomás me hacía wey, que sí sabía leer el tarot, me gritaba y alzaba los brazos desesperada, hasta que me aventó una carta a la cara que me hizo sangrar la nariz. Esa noche me había dormido llorando tratando de buscar algún porqué, al día siguiente, con todo mi escepticismo en la mano fui a comprar mi primer tarot. A las pocas semanas y de manera misteriosa ya tenía maestro. 

Había perdido la fe y no era la única en el mundo, tan solo en México y de acuerdo con el Censo de 2020 del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), hay menos personas católicas que hace diez años, pasaron de 82 a 77 por ciento. Pero hay más que dicen no tener ninguna religión, pasaron de 4.7 a 8.1 por ciento. Tan solo en los últimos cinco años se han visto crecer tribus espirituales de diferentes colores y sabores, vídeos de Tik Tok sobre cómo hacer brujería y los arcanos del día, con miles y miles de seguidores que las iglesias quisieran en sus bancas.

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Antes del tarot llegaron otras magias a mi vida, por eso no me costó tanto trabajo “seguir las señales” de las que todo el mundo hablaba. Busqué en la herbolaria y la psicodelia, busqué en mi, pero mi mundo entre redacciones y notas verificadas no me dejaba abrazar la magia de poder decir cualquier cosa sin tener que demostrar nada y que encima todo el mudo te lo crea porque eres bruja, hasta que lo logré.

Ya no solo había dejado las redacciones y hacía limpias con ramo y eructos incluídos, ahora también “echaba las cartas” pero siempre me quedó el periodismo, esta bonita manera de decir y saber cómo decir, pero también de saber cuándo callar. Comencé a mirar a las personas consultantes como si fueran personajes de entrevista para medio, analizando posturas, entonaciones, dolores en las voces, las preguntas que más les duele formular, el olfato de encontrar la nuez de la nota pero con Tarot.

La mayoría son mujeres que siempre preguntan por sus amores, se van enterando a lo largo de la tirada de dónde les nacen los dolores y hasta dónde les llegarán las nostalgias, la antesala de la terapia, el mirar que las cartas pueden poner en palabras los secretos. Las he visto llorar, taparse la cara, incrédulas de que solo una carta pueda encerrar tanta verdad. A veces ni yo misma lo creo.

Las he visto cambiar sus preguntas y perspectivas, comienzan preguntando si va a volver su ex pero se acaban enterando que muchas veces a quien hay que volver es a uno mismo. Es curioso porque, de acuerdo con un estudio de Ipsos, en 26 países en el mundo, 52 por ciento cree en Dios, el de las escrituras que cimentaron religiones; a la par, 46 por ciento cree que existen las hadas y los duendes y los seres sobrenaturales, elementos más bien paganos que no están en las sagradas escrituras. La realidad es que todo se trata de creer en algo más grande que uno mismo.
Para eso estoy yo, el filtro entre la magia y la realidad. Soy la que detecta cuando ya se les volvió vicio no indagar sobre sí mismas, cuando les sale la carta que les dice que ya se acabó la magia y hay que ir a terapia o con un abogado, la que acompaña sus procesos a la distancia, la que escucha cuando no hay ni una oreja, la que dice las verdades simples y llanas: la bruja del pueblo. 

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