febrero 14, 2025

No te diré qué fuimos

By In San Valentín

Por Fer G.

Hay historias de amor que merecen ser contadas. De esas que llegan a revolucionar un mundo, y sabes que no sería justo que fueran olvidadas. Aquellas de las que te sientes tan orgulloso de vivir, que aprovechas cualquier oportunidad para contarla. Ésta no es una de ellas.

Este fue uno de esos amores fugaces, frágiles, que se rompen en menos de un segundo, y si pestañeas, desaparecen. De aquellos en los que, si no pones la suficiente atención, puede parecer que ni siquiera existieron realmente.

Es uno de esos amores que prefiero resguardar. Y no por egoísmo, ni por vergüenza, no me malentiendas. Sino porque es una historia tan, pero tan quebradiza, que no quiero ni arriesgarme a que, en cualquier momento, se extinga.

Es la clase de historia que sólo él y yo vamos a conocer en su totalidad.

Foto de cottonbro studio: https://www.pexels.com/es-es/foto/mujer-en-camisa-negra-de-manga-larga-6284254/

Pero no diré su nombre. Porque eso implicaría que me pregunten quién es. Y es algo que yo ya no te puedo responder. Hace mucho que lo dejé de conocer.

Aunque sí puedo decirte que fue mi más grande prueba de que existía en este mundo alguien que sí se quería quedar. Fue el desafío más grande de confianza que he tenido que enfrentar. Y fracasé.

Fue la primer página de los interminables cuadernos que llené a su partida. Fue la demostración más clara en mi vida de que el miedo es lo único a lo que deberíamos temer.

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Porque nada pesa más que cargar montones de “hubiera”, que hubieran tenido respuesta si tan solo me hubiera atrevido a pronunciar su nombre la noche en que lo despedí. Pude no haberlo dejado ir. Pude haber dicho su nombre y haberle dicho todo lo que ahora sólo puedo escribir.

Pero no dije su nombre entonces. Y no diré su nombre ahora. Porque entonces también tendría que responder al por qué se tuvo que ir. Y significaría tener que hablar de aquella que fui.

Que fui la más cobarde que alguna vez he llegado a conocer. Que fui esa persona egoísta de la que siempre quise correr. Fui siempre preguntas, sólo dudas, incertidumbre. Fui sólo miedo. Tanto, pero tanto miedo, que no dejé espacio para el amor.

Cerré puertas, ventanas, los ojos, oídos, y el corazón. Y cualquier hueco que aún quedara, lo cubrí con “lo siento”. Lo siento, lo siento, lo siento. Y es que fui tantas despedidas. Y fui exactamente el mismo número de retornos a su vida. Y siempre fui bien recibida.

Foto de Emma Bauso: https://www.pexels.com/es-es/foto/mujer-sosteniendo-la-mano-del-hombre-3585811/

Fui un par de manos llenas de tinta por tanto escribir. Labios secos, sellados, que jamás se atrevieron a besarlo, que se quedaron atrapados en la cobardía de no poder llamarlo.

Fui esa persona de la que nunca nadie quiere hablar. Aquella que a todos nos ha costado dejar ir. Fui un “casi” tan parecido a un “todo”, que eran difíciles de distinguir. Fui nada.

Soy lo que sé que a ambos nos cuesta poder explicar. Soy la dueña del nombre que él prefiere no pronunciar. Él es el dueño de la historia que yo nunca aprenderé a contar. Somos la promesa de un segundo intento que jamás se hará realidad.

Pero no diré su nombre. Porque corro el riesgo de que él lo escuche por algún lugar. Y significaría recordar. Significaría devolverle la vida a la esperanza de regresar. Y no quiero volver a ser aquella egoísta de la que aún trato de escapar. No quiero que él vuelva a ser una enseñanza que el miedo me haga rechazar.

No te diré su nombre. No te diré qué fuimos. Mucho menos te diré quiénes somos hoy.

Pero a ti, que estás ahí, con la esperanza de que me logres escuchar, te diré que te quiero. Que te quiero tanto como para elegir devolverte tu libertad.

Devolverte tu nombre. Y que mi voz ya nunca lo vuelva a pronunciar.

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