agosto 25, 2022

Te veo en mis sueños

Sobre la imposibilidad de dejar ir a alguien que se fue

By In Ensayos

“I saw you in a dream

you came to me.

You were the sweetest apparition, such a pretty vision.

There was no reason, no explanation

the perfect hallucination”

I Saw You In A Dream – The Japanese House 

Estamos en una boda. Hay delicadas telas cubriendo las paredes y del techo cuelgan preciosas luces. Estoy sentada en una mesa con mis amigas cuando Javier llega y se sienta a mi lado. Está usando traje y corbata, su cabello está perfecto y su expresión está tan alegre como siempre. Hasta que de la nada se pone serio y me besa enfrente de todos. 

Yo lo beso de vuelta.

Es extraño que yo sueñe con besos. 

En realidad casi nunca sueño cosas románticas. Supongo que por eso ese se quedó tan marcado en mi cabeza. La verdad era que no sabía que me sentía tan atraída a él hasta que mi subconsciente empujó ese sueño al frente y entonces no pude dejar de pensar en cómo se sentiría besarlo en la vida real.

Es muy temprano en la mañana o está a punto de anochecer. El cielo es una mezcla de azul con gris y yo estoy caminando en una carretera donde ninguno de los vehículos se mueve. Las personas de los otros autos y tráilers se han bajado, como yo, y caminan a mi alrededor. Me siento confundida sobre lo que pasa y lo único que parezco saber es que Javier había prometido quedarse conmigo, pero no está aquí.

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Camino junto al resto de la multitud en dirección a un enorme granero o bodega que todos sólo sabemos que es un refugio, pero nadie parece asustado o enojado. Eso me indica que no estamos en peligro y me da espacio para estar triste por él. ¿A dónde se fue?  ¿Por qué siempre termino sola?

Y entonces escucho su voz gritando mi nombre.

Cuando volteo, lo veo corriendo hacia mí. No me muevo hasta que puedo ver claramente las facciones de su cara y para entonces está tan cerca que salto a sus brazos y, justo como en la vida real, me carga como si no pesara nada. Yo me agarro de su cuello mientras nuestras bocas se unen, hasta que él me baja lentamente, aunque sus manos se mantienen firmes en mi cintura.

Me explica que tengo que llegar al refugio, porque él tiene que volver por algo pero me promete que me alcanzará ahí y me suelta para comenzar a correr de regreso a donde sea que tenía que ir.

Yo encuentro una cara familiar en la multitud mientras sigo caminando. De pronto esto se siente demasiado como un sueño.

—¿Viste eso? ¿Nos viste? ¿Fue real?— Le pregunto a mi amiga y ella me lo confirma. Pero no puedo sacudirme la sensación de que esto va a desaparecer por la mañana. 

Y por supuesto, así es.

Lo cierto es que, de los cuatro años que pasamos en la vida del otro, Javier y yo estuvimos acompañándonos más por mensajes que viéndonos en persona. Por lo tanto, sus apariciones en mis sueños siempre se han sentido como un regalo, porque aunque a veces olvidaba exactamente cómo lucía todo él en movimiento, mi cerebro no. 

De hecho mi subconsciente recordaba cómo se veía al reírse y hablar, cómo se sentía besarlo y tocarlo, casi tan bien como tenía impregnado ese sentimiento de incertidumbre sobre lo que nos esperaba y sobre qué significaba todo lo que pasamos juntos.

Necesito proteger a unos niños. No sé de qué, o qué relación tengo con ellos, pero necesito mantener a salvo del mundo exterior a una niña y un niño pequeños.

Y entonces lo encuentro. Su cabello está desordenado y más ondulado, incluso tiene barba, le calculo unos cuarenta y tantos años y me doy cuenta de que yo también tengo esa edad. 

Los niños están fascinados con su tienda, que está llena de juguetes de los ochentas. Él les explica todo cuidadosamente y yo me mantengo a una prudente distancia. Sé que él y yo nunca pudimos ser cuando éramos más jóvenes, que han pasado años desde que nos vimos, pero incluso en este futuro, me alegra haberlo encontrado.

Nos invita a su hogar y es entonces cuando me siento aliviada. Sé que él puede cuidarlos, que él los protegerá si me pasa algo. Y me pone nerviosa pensar en qué pasará cuando nos quedemos a solas.

Ese fue el último sueño que tuve con él antes de que toda mi familia y yo nos contagiáramos de COVID y mis niveles de estrés y ansiedad se dispararan hacia el cielo. 

No había considerado, hasta que recientemente encontré mi diario de sueños, que tiene sentido que lo buscara a él cuando varias semanas después salí de todo eso. Él era mi refugio, incluso en las fantasías distópicas de mi subconsciente.

Aún me alegra haberlo hecho. Fue nuestra última noche juntos.

“You can’t go on

Thinking nothing’s wrong, but now

Who’s gonna drive you home

tonight?” 

Drive – The Cars

Estamos en su auto. Él conduciendo, yo de copiloto y nuestros amigos van amontonados atrás. Acabamos de salir de la escuela y nos va a llevar a todos a nuestras casas. Estoy feliz de ser la última. De hecho él llama para ordenar una pizza porque quiere comer cuando dejemos a todos y yo no puedo dejar de sonreír.

Pero mientras progresivamente los demás van bajando, recuerdo que dejé mi laptop en el salón de clases. Preocupada y frenética le pido que pare en la próxima intersección para bajarme y regresar a la escuela aunque sea corriendo. No puedo arriesgarme a quedarme sin computadora. Pero él me dice que no.

Como siempre, tiene el don de hacerme sentir que puedo relajarme. Me pide que lo deje ir a recoger su pizza y luego podemos regresar él y yo sólos a la escuela.

“Seguro ahí está”, me asegura con una mirada tranquilizadora y su sonrisa fácil.

“Okay”, me escucho responder. Suena tan convencido que le creo y me resigno a esperar. Pero luego de unos minutos avanzando, el coche da una vuelta en U.

“Qué chingados va a estar si me tardo”, dice, y sonrío conmovida porque él también está nervioso y preocupado, solo que como siempre, se le nota menos que a mí.

No sé si aún hay alguien con nosotros en el auto, me parece que por alguna razón todos han desaparecido. Solo somos él y yo en ese auto, con la carretera de regreso al frente y pastos verdes como paisaje.

Me relajo en el asiento hasta que apoyo la cabeza en su hombro y lo siento relajarse a él también. Pero cuando cierro mis ojos para disfrutar el viento en mi rostro, me ataca la sensación de que él va a morir. Y de pronto me doy cuenta de que no solo va a morir, sino que ya lo hizo. 

En The Raven Boys de Maggie Stiefvater, Blue Sargent sabe desde pequeña que ella será la causante de la muerte de su verdadero amor. En el primer libro aprende que Richard Gansey es a quien está destinada y durante cuatro libros vive con la culpa de saber que este chico (de quien trata con todas sus fuerzas de no enamorarse, pero falla cada vez más) va a morir antes de abril del próximo año. Y que no hay manera de evitarlo.

Así se sentían todos mis sueños después de su muerte. En todos había un periodo de ignorancia al principio pero inevitablemente me acechaba ese conocimiento, ese hecho que durante un largo tiempo fue lo primero que cruzaba por mi mente cada vez que despertaba: Javier está muerto.

Tuve muchos sueños también en donde algo indicaba que todo era mentira, que él estaba vivo, pero en todos sabía que no era verdad. Despertaba triste. Me mortificaba no poder escapar de ello, ni siquiera en el plano en donde nada tenía que apegarse a la realidad. 

Pero este sueño fue el primero del que desperté reconfortada. Haber estado en su auto,  haber visto su cabello moviéndose por el viento al menos una vez más, me dio algo de calma dentro de esos meses en que todo está borroso.

Mi amigo Freddy nos trajo a una hacienda. Es cumpleaños de uno de sus amigos de Tepehuanes y el lugar es enorme. Hay personas dentro y personas fuera, en el pasto, bebiendo, charlando, gritando y cantando. 

Yo deambulo sola, no sé dónde están Freddy o mis amigas. Seguramente adentro, divirtiéndose. Lo único en lo que yo puedo pensar es que, aunque no recuerdo cómo lo sé, estoy segura de que Javier estuvo en una fiesta aquí, hace mucho tiempo.

Me adentro más en la parte trasera de la hacienda, la parte que está oscura y vacía de personas y me quedo congelada. Ahí está. Trae una camiseta gris, jeans, el cabello justo como lo traía la última vez que lo vi y una caguama en la mano. Es su sonriente fantasma y casi divertido me dice algo.

En lugar de correr hacia él o responderle, empiezo a llorar. 

Él se me acerca, aún sonriente y me pide que no llore. Me rodea con sus brazos y yo escondo el rostro en su cuello mientras sigo llorando. Nos quedamos así un rato, abrazados mientras mi pecho se sacude con sollozos y él me asegura que todo está bien.

Luego desaparece.

Mi psicóloga dice que nuestros cerebros y cuerpos encuentran difícil distinguir entre lo que es real y lo que no. Por eso lloramos con películas o libros, por eso crear escenarios o peleas ficticias nos hace sentir lo mismo que si estuviera pasando de verdad. Por eso cuando soñamos que un amigo o una pareja nos traiciona, sacudirnos el enojo es difícil. Aunque la parte racional de nosotros sabe que no sucedió en esta realidad, nuestro cerebro lo vivió y todo nuestro cuerpo también. ¿Cómo puedes olvidar una imagen que viste con tus propios ojos?

Este sueño en especial se siente más como un recuerdo real que como la memoria de un sueño. Tal vez porque por primera vez no recordaba abruptamente su muerte, o estaba conviviendo con él sabiendo que pronto moriría. En este él y yo sabíamos lo que había pasado, y aunque todo parece haber sido obra de mi cerebro, se siente como si me hubiera visitado.

Cuando desperté, me quedé en la cama mucho tiempo. Aún podía sentir la piel de su cuello contra mi mejilla, y las puntas de su cabello rozar mi frente.

“And there’s nowhere in the world I’d rather be,

than here in my room

dreaming with you endlessly”

Dreaming Of You – Selena

Mis sueños sobre él siguen cambiando. Hubo un par de meses en donde soñaba que en realidad estaba vivo, pero esta vez nada en mi cabeza lo refutaba porque lo veía, era él de pie frente a mí con el cabello más corto, su complexión más delgada, a veces estábamos en la vida normal, otras eran realidades distópicas como la de Mad Max 2 y él traía injertos de cabello con aluminio. Me contaba que había tenido que esconderse.

Sin embargo, últimamente se ha convertido en un personaje recurrente en donde él no es precisamente el protagonista, sólo está ahí cuando todo pasa, acompañándome. Está mientras peleo con algún miembro de BTS o mientras estoy en alguna escuela de ricos resolviendo un misterio. Está ahí para recargarme en su hombro mientras pienso en cómo sacar a mi hermana de un hospital/torre en donde la encerraron o llevándome a algún lado tranquilo mientras estoy estresada por alguna situación. Y claro, en algunas ocasiones reclama su puesto como el centro de mis sueños.

Pero ahí está de una forma u otra, y así me gusta.

En su ensayo Stars And Moons And Comets, Beth Alvarado habla sobre la muerte de su esposo, sobre los sueños que tenía después y sobre la culpa que sentía de no poder “dejarlo ir”. Ni siquiera podía rezar por qué su espíritu llegara al cielo, porque ella no lo quería allá arriba, quería sentirlo cerca. “Entendí que yo no sabía lo que estaba diciendo la noche antes de que él muriera cuando le dije ‘Te amo, Fernando, pero te dejo ir’. Aún no sé lo que eso significó. Puedes dejar ir el cuerpo, porque no tienes opción, pero el cuerpo no lo es todo”, escribió.

Ha pasado un año desde que Javier murió y todos los días confirmo eso, que su cuerpo nunca fue ni será todo; que lo que queda de él no son sólo sus cenizas. Encuentro trozos de él todo el tiempo, en todas partes, pero mis favoritos continúan siendo los sueños

Supongo que porque es ahí en donde menos lo controlo, donde no es un recuerdo, donde se aparece a decir lo que quiera, como quiera. 

También, como Beth, me pregunto qué significa realmente “dejar ir” a alguien. Pienso en ese episodio de Black Mirror, “Be Right Back” en donde existe un servicio de inteligencia artificial que te habla como si fuera un ser amado que murió. Martha, la protagonista, sube toda la información y perfiles online de su novio Ash, quien murió en un accidente de auto y comienza a chatear por mensaje, pero las interacciones van escalando hasta que decide probar el servicio de un androide que es físicamente igual al Ash real. Aunque su existencia le perturba, Martha nunca es capaz de apagar al androide. Puedo ver los problemas que el episodio presenta, pero desde que lo vi hace años, recuerdo haber pensado que de estar en su situación, yo habría hecho exactamente lo mismo que Martha.

En una versión menos intensa, pienso en “On A Serpentine Road, With The Top Down” un episodio de la serie Modern Love, que en realidad está inspirado en un ensayo del mismo nombre publicado en esa famosa columna del New York Times. La protagonista, Stephanie, se rehusa a vender su auto. Es un convertible vintage que tiene muchos problemas técnicos, cuyas reparaciones cuestan bastante dinero, pero cuando lo conduce puede sentir la presencia de su fallecido esposo. Durante todo el episodio, además de tener los ojos llorosos y un nudo en la garganta, pensaba en que yo jamás podría venderlo.

No sé si alguien realmente “deja ir” por completo a una persona especial para ellos que falleció. Sé que yo no.

Aunque podría decirse que he continuado con mi vida, no hay día en que no piense en él, en que no desee que mágicamente regrese. Y aunque con su cuerpo no tuve opción, en sueños no tengo que dejarlo ir, ni quiero hacerlo. Ahí sigo formando recuerdos con él, ahí continúa sorprendiéndome y yo a mí misma. Solo quiero soñar con él para siempre.

“A hundred years still, I’ll dream of you”

Sleeping Beauty – Night Things

Written by Nikthya N. González

Escritora de diarios desde los 10 años. Estudió Ciencias y Técnicas de la Comunicación en la UAD, y un nivel de inglés en EF International Language Campus Toronto (aunque la verdad es que sabe inglés gracias a One Direction). Trabajó en comunicación social, luego como editora web de noticias y más tarde como coordinadora de editores. Sus escritoras favoritas son Mary H. K. Choi, Maggie Stiefvater y Jenny Han. Adora escribir sobre ella y sus alrededores, el verano, el mar, leer ensayos personales, los libros young adult, las pláticas que duran horas, los tamales, los dramas coreanos, las flores, las playlists personalizadas que Spotify le hace y clasificar sus películas favoritas en Letterboxd.

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