octubre 27, 2021

Hasta pronto

By In Ensayos

El acto de despedirse puede adquirir diferentes tintes según la situación en la que uno se encuentre. Pueden ser temporales, indefinidos o definitivos. Rememoro las veces que lo he hecho y el acto me permite darme cuenta que siempre he sido yo quien decide en qué tono va la separación; sin embargo, en esta ocasión, la despedida con Davo fue ajena a mi voluntad.

Aquella tarde, mientras el automóvil avanzaba, recordé el momento en el que el pequeño y peludo Davito llegó a la casa, era un cachorro de apenas tres meses. Siempre tuvo mucha personalidad, recuerdo haberme reído mucho cuando un día caluroso de agosto subió sobre un ventilador de piso para refrescarse y poder dormir, era tan pequeño que su tamaño encajaba perfecto; en ese momento me parecía tan lejana su partida. El auto se detuvo frente a la casa familiar, donde fuimos a recogerlo. ¿El motivo? Esa mañana no se pudo levantar; Al entrar a la casa nos recibió con una sonrisa, eso sí, permaneció inmóvil en el piso del patio, esperando ser rescatado. Mi hermana lo tomó en brazos, un poco temerosa de hacerlo enojar porque a él no le gustaba que lo cargaran.

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Lancé una mirada al patio e inmediatamente vino a mi memoria el día en el que cumplí quince años y una lluvia fuerte lo  impulsó a saltar entre el agua enlodada, sin pensar que después de eso no podría ingresar a la casa. No olvido lo difícil que fue bañarlo y dejarlo limpio otra vez.

 Colocamos a Davo atrás para que fuese más cómodo. En el camino se pensó en la posibilidad de que le dieran algún medicamento para que se recuperara, puesto que en ocasiones anteriores ya le había ocurrido que no podía levantarse del piso. Era una secuela de su edad. Cargar dieciocho años humanos y más de cien años perrunos no era fácil, pero si le costaba levantarse, bastaba sonarle una envoltura para despertar todas sus energías y que llegase para comer.

Cuando mi hermana mayor dejó la casa, quiso llevarlo consigo; sin embargo, el gordo no soportó estar lejos de su casa y pidió a ladridos ser devuelto, pese a que era muy apegado a ella. Él siempre sabía lo que quería y lo que no.

Fijé la mirada en el retrovisor justo al llegar al destino, Davo estaba muy sonriente, parecía que sólo salíamos de paseo. Allá, junto a la plancha de revisión del centro veterinario, nos miramos pensando que sería un chequeo de rutina, quizá un medicamento más fuerte para que caminara de nuevo y ya. 

Le acaricié el pelaje terso y café. Evité tocarle la grupa, zona donde se encuentra el sacro, justo antes de llegar a la cola, porque la única vez que me atreví a hacerlo acabé con sus colmillos en mi antebrazo. No le culpo, yo sabía que no le gustaba y aún así le hice molestar.

El médico nos informó que lo iba a canalizar para hacerlo sentir mejor porque estaba un poco deshidratado. Sin embargo, su parálisis ya no tenía solución, debido a que ya estaba bastante mayor. Lo más sano para él era decirle adiós de manera definitiva. Había visto videos en la web de personas que dormían a sus mascotas y debían despedirse, me dolían mucho, no pensé que a mi familia y a mí nos tocaría tomar esa decisión.

Tuve que salir del cuarto para llamar al resto de la familia, todos debían llegar a despedirse, era necesario decirle adiós. Estuve un tiempo fuera de la veterinaria, pensando en la cantidad de memorias compartidas con el gran Davo, su fidelidad, amor, nobleza, personalidad, cuidados hacia nosotros y su interminable apetito dejarían de formar parte de este plano. No estaba segura de poder decirle adiós.

El tiempo es de las pocas cosas que no se detienen y llegó el momento de entrar de nuevo al cuarto para la despedida final. Lo miré a los ojos y lloré inconsolablemente porque sentía que se me iba un amigo, un integrante más de la familia. Le acaricié de nuevo, me sonrió como si nada ocurriese, sentí que era momento de dejarle ir. Le di un abrazo fuerte y al acercarme decidí que no debía decirle adiós, no un adiós definitivo, porque tal vez podría suceder que en la trascendencia a otros planos nos volvamos a encontrar. Así que le dije “hasta pronto, nos vemos en el otro plano, no me tardaré tanto”. Después tuve que salir del cuarto porque no me era posible mirar la conclusión del procedimiento.

¿Qué sigue?

Durante días sentí una gran tristeza que me era difícil ocultar. En ese proceso llegué a sentirme culpable de estar triste por la pérdida de un perro, puesto que en plena pandemia hay personas a mi alrededor que han perdido seres humanos muy queridos. Sin embargo, justo el mes pasado, encontré publicaciones de AJ+ sobre el duelo vivido con la pérdida de las mascotas. Dentro  de la información que comparte, se menciona que existen estudios que demuestran que esta pérdida es equiparable a la de seres humanos, por lo que el duelo puede durar más de seis meses y podrías experimentar falta de apetito, sueño, tristeza, culpa, entre otros. Sin embargo, las actitudes sociales hacia este tipo de decesos podrían obstaculizar atravesar un duelo, lo cual es sano para dejar ir.

Adicional a todo lo anterior, para mí implicó lidiar con la angustia de querer verlo otra vez y no poder, así como noches sin poder mencionarlo y llorar. Sin embargo, aunque han pasado pocos meses desde que Davo se fue, también he aprendido a reconocer que la pérdida de mascotas no tiene que ser infravalorada, puesto que comparten con nosotros largos periodos de tiempo, no pasa nada si sufrimos en el proceso, lo importante es reconocer nuestras emociones y atravesarlas

Decido creer que, desde cualquier parte del universo en que Davo se encuentre, está feliz quitándole la comida a alguien más y ofreciendo mucho amor como sólo él sabía hacerlo. Agradezco la posibilidad que tuve de existir en el mismo plano que él, porque muchas noches abrazó mis heridas más fuertes y las convirtió en amor. Incluso en nuestros pasajes más oscuros, se encargó de brillar fuerte para hacernos mirar mejor el camino. Desde el aquí y el ahora, le aseguro que mientras existamos no le habremos de olvidar.

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