agosto 25, 2024

¿Cómo reconstruir una amistad? Los daños de la afinidad y el amor romántico

By In Ensayos

Al iniciar la universidad, me planteé una actividad para todas mis mañanas: hablar con gente en el transporte público camino a la facultad. 

El día que la vi por primera vez, estaba sentada detrás del camionero, pegada a la ventana y sujetando con firmeza Los Miserables. La luz de la madrugada que entraba por la ventanita del camión hacia brillar su cabello negro, lacio y larguísimo. Me acerqué a saludar, pero con los audífonos le fue fácil evadirme, me senté a su lado, fue breve nuestra interacción, me dejó claro que no quería que durara más de dos semáforos. No pregunté nada brillante, solo qué libro leía. Me preguntó si yo lo había leído, dije que no y fue todo. No insistí, la dejé leer a Victor Hugo en paz. Tras nuestro primer encuentro, hice lo posible por acercarme a platicar y saludarla cada que la encontraba en la facultad. No puedo decir que de forma orgánica porque asomaba mi carita por su camino cada que podía, comenzó a saludarme primero. Así inició mi amistad con Claudia. 

Clau me acercó al rock latinoamericano y a la música en español en general ya que en ese idioma solo sabía salsas, cumbias y merengues que bailaba en casa. Lentamente abrió para mí una rendija en su vida y confianza. Cuando consideró prudente, me introdujo a su grupo de literatas y literatos y un día ya estaba tirada en el piso de su cuarto, intentando soportar el calor de Mérida con un ventilador viejo soplando el aire caliente mientras me hablaba de películas que amaba.

Clau y yo en 2014 celebrando mi cumpleaños. Posiblemente nuestra primer foto juntas.

A pesar del tiempo y las experiencias compartidas, sentí que Clau y yo no tejíamos una amistad íntima. Disfrutaba muchísimo su presencia, culta, inteligente, dispuesta a reírse de mis chistes buenos y no tan buenos, a compartir comida cuando necesitábamos aliarnos económicamente como foráneas y acompañarnos para no caminar solas por el centro. La distancia entre las dos nunca me incomodó, era un límite que ondeaba entre el respeto y la necesidad que veía en ambas de convivir con otras personas; a la par yo estaba construyendo una amistad que consideraba mucho más cercana a mí.

Procuras a quién te genera una mayor sensación de sintonía y con quiénes sientes menos afinidad se convierte en una amistad ocasional, no tan firme, una puerta entreabierta para crecer o a desaparecer. ¿Así es?, ¿nos sentimos más atraídos hacia lo afín porque es más fácil?, ¿su estructura sugiere mayor posibilidad de sostener la prueba del tiempo y las dificultades?

Si es así, ¿por qué Clau sigue aquí y las amistades con quiénes más sentí sintonía ya no son parte de mi vida?

Fui mala amiga, todo tiene un ciclo y nada es para siempre o ¿quién nos enseña a ser amigas?

Pensar que ya ni modo, fui mala amiga, es una respuesta corta a la que no acudiré. Censuraba mi interés por escribir sobre este tema por la racha de amistades perdidas y las otras de las que me ausenté. Pero creo que ante las pérdidas, vale la pena, con mucho respeto a una misma, volver para preguntarnos cuál fue nuestro papel para que el vínculo terminara, y aprovechar para respondernos ¿qué estoy haciendo para conservar los vínculos que tengo? 

Acoto aquí que sé que hay vínculos que generaron tanto daño, o son ecos emocionales, psicológicos profundos a los que es mejor no volver. Todas debemos de ejercer una agencia cuidadosa sobre las puertas de nuestra memoria y con esa misma libertad, abriré paso hacia lo que ha sido para mí ser amiga.

Salí de un hogar en el que la amistad no tenía referentes sólidos, durante mi infancia y preadolescencia escuché muchas veces que “las mejores amigas” no existen, me recordaban constantemente que no tenía por qué dedicarle tiempo a “hacer amigas”, que las “verdaderas” vendrían en la adultez y no fomentaban mi convivencia mis pares fuera del horario escolar. Posteriormente tuve conflictos acercándome a otras mujeres en la adolescencia. No me sentía atraída a los “temas” o a lo “femenino”, el sobrepeso, el desarrollo de mi busto me hacían estar a la defensiva. Decidí que era más “fácil” relacionarme con hombres, fui la que “ solo se podía llevar con hombres”, y quería separarme de lo “femenino” o encontrar “mi manera diferente” de hacer las cosas. Oh, adolescencia. 

Así fue hasta que conocí a Cristi y Karla en la preparatoria. Cristi en aquellos días era muy tranquila, estudiosa y compartimos el gusto por la lectura; Karla era muy enérgica, estudiaba danza, éramos muy toscas la una con la otra, verbal y físicamente, fue mi cómplice para muchas cosas. 

Ambas procuraban mis cuidados, fueron las primeras mujeres que conocieron más mi mundo íntimo y con quiénes experimenté los intereses y actividades compartidas. Lo anterior, de acuerdo a Laura Belli y Danila Suárez (2023) son las tres características responsables de hacer de cualquier amistad una amistad en sí misma y no otro tipo de relación social. Navegué esos años sin conciencia de esto, solo sintiendo que tener amigas tan cercanas tal vez no estaba del todo mal. 

En el primer apartado de Filosofía de la amistad: Experiencia, sentido y valor de nuestro vínculo más libre, Belli y Suárez también apuntan que la amistad involucra un aspecto más: el filosófico. “[…] la amistad como relación fundamental para la configuración y reconfiguración de nuestra cosmovisión y de nuestra identidad. Toda amistad involucra una cosmovisión compartida. […] Pero las amistades, por sobre todo, también tienen una influencia determinante en la configuración y reconfiguración de nuestra propia identidad y el lugar que ocupamos en el mundo” (Belli, L. F., & Suárez Tomé, D., 2023, p.13). Mi amistad con estas mujeres me transformaba y nadie mediaba mis interacciones, ni tenía referentes más allá de los mediáticos, libros u observación de las dinámicas de amistad en otras y otros, desconocía qué hacer si quería conservar estos vínculos.

Estar con Karla y Cristi, la cultura a mi alrededor, mis observaciones de las amistades de otras personas, las novelas adolescentes que leía me dieron una base. Aprendí sobre la marcha porque nadie me enseñó a ser amiga, y con tristeza pienso en cómo las pérdidas fueron las que trajeron con claridad las preguntas: ¿qué es ser amiga? ¿qué clase de amiga soy? y ¿qué es lo que espero de las otras para que sean mis amigas?

Cuando las amigas se pelean, nadie cumple las expectativas y la cosmovisión compartida se rompe

Las primeras amigas que perdí por confrontaciones fueron compañeras de secundaria, dije cosas muy hirientes, así que aprendí a temerle a mi boca. 

No se nos enseña a ser amigas, pero sí a ser hijas, novias, esposas y madres, de esos roles es más sencillo encontrar literatura, artículos o consejos de pares. Por ejemplo, existen infinidad de guías sobre cómo pelear con la pareja: Cómo llevar un conflicto, los 3,5 o 10 pasos para abordar el problema o reponerse después de un pleito, cómo recuperar la chispa tras [inserte la problemática de su preferencia]. 

Al más grande conflicto con una amiga llegué desarmada, sin un “cómo pelear con tu amiga y reiniciar todo con una luna de miel amistosa”. Recuerdo que temblaba a la espera de su llamada, se adelantó mi periodo por el estrés; era la primera vez que en mi vida adulta me enfrentaba a una situación así. Sentí el miedo como el candado de mi boca, y la convivencia del amor profundo por ella con un descontento de proporciones semejantes. Aquella llamada empeoró todo, dejé de estar enojada por el problema original, en su lugar mi corazón se rompió  por las cosas que me dijo mientras liberaba su inconformidad a gritos. Tanta afinidad, tanto mundo compartido y no pudimos sostenerlo porque cada una se envolvió en sus heridas.

La llamada lo “arregló”, pero los desencuentros posteriores y el inicio de la lejanía construyeron la realidad contraria. Nadie nos enseña a discutir con las amigas, a ser conciliadora con ellas, ¿cuáles son los referentes para estos casos? Con parejas sí utilicé tiempo y recursos para salvaguardar los vínculos pero no pude transferir esas dinámicas a mi amistad. Herida, me fue fácil hacer las preguntas incorrectas: ¿qué no éramos cercanas?, ¿qué no ella debía saber cómo me sentía?, ¿por qué no ha hecho nada para ayudarme a hacerme sentir mejor?

Nunca pude escribirle: “si me invitas por unos taquitos, creo que podría dejar ser un inicio para dejar todo atrás”. No sabía cómo pedir otra plática, o acciones sin parecer que me “retractaba” de haber aceptado la disculpa. Pensé que fallé como amiga porque no podía soltar lo que me lastimó, porque debía de estar satisfecha con la disculpa, además ni siquiera podía identificar el impedimento para regresar todo como estaba antes. Emociones negativas llenaban mis pensamientos sobre lo ocurrido y  el intento de intervención de su pareja solo recrudeció todo esto.

Sentía tristeza, en años previos ella me había demostrado mucho amor, dedicación y consideraciones, estuvo al pendiente de mí cuando adquirí mi discapacidad. ¿Por qué no podía soltar lo que dijo?, ¿por qué sentía que sus palabras habían transgredido un límite muchísimo más profundo que las ofensas de otras personas o parejas?

Sobre esto Belli y Suárez también apuntan que aunque la amistad y el amor romántico tienen grandes semejanzas, el segundo está mucho más regulado por la sociedad (matrimonio, convivencia) y adquiere la característica de “irremplazable”, mientras que en la amistad deja la puerta abierta para dejar al otro. Sin reciprocidad pierde intensidad y sentido la amistad; un amor romántico puede continuar encendido aunque una de las partes ya no sienta lo mismo, por lo cual: “La amistad parece ser un vínculo que, aunque movido por los sentimientos, tiende a ser más razonable, mientras que el amor romántico (como su misma caracterización requiere) se inclina a lo irracional” (Belli, L. F., & Suárez Tomé, D., 2023, p.18).

¿Qué tanto amor romántico estaba impregnado en mis vínculos en donde sentí mayor afinidad? Sé que es válido irse cuando la herida es profunda, es recomendable, pero si lo era, entonces ¿me equivoqué queriendo recuperar la amistad después de sentir tremendo portazo?

Me lastimaste de esta manera y necesito contención, apoyo o ver cómo puedo sanar de esto en particular porque no puedo sola. Seguro yo también te lastimé y quisiera hablar al respecto, ver cómo podemos sanar de esto juntas, si es que eso quieres y si no funciona pues con el dolor que toque, creo que hasta aquí llegamos.

Es el enunciado que ahora sé, me hubiera gustado elaborar aquel año, pero no tenía el conocimiento ni la cercanía a mis emociones para construirlo, no contemplaba siquiera que fuera posible o válido. En consecuencia, consideré razonable alejarme y esperar a que “se me pasara” o el tiempo lo sanara. 

El vínculo perdió intensidad y aunque hablamos de vez en cuando y me da mucho gusto saludarla, saber de ella, la conexión ya no es nada de lo fue alguna vez. 

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 ¿Cómo reconstruir una amistad?

Artículos como este, explican que la ruptura de una amistad no tiene nombre ni tampoco lugar y me ha dado gusto ver más textos sobre lo que es vivir un duelo de amigas, pero ¿son los desencuentros entre amigas los puntos finales? Sé que algunas cosas terminan sin reparo, pero cuando la intuición nos hable y nos diga que tal vez aún no es el tiempo del fin, ¿qué podemos hacer?

Entre la cadena de pérdidas que me siguieron hace unos años, Clau fue parte de ese ciclo. Y también es la única amistad que he reconstruido. En 2016, Clau omitió una acción que era importante para mí y aunque entendí sus razones no lo podía digerir, sentía que ella no había sido valiente por mí y eso me dolía mucho. Nunca lo hablamos porque evita confrontar. Elegimos el silencio y me desinteresé por lo que pasaba.

Mi amistad con ella entró en un paréntesis que imaginaba soldado. Tuvimos que tener una conversación complicada para resolverlo y quise preguntarle sobre su sentir durante nuestro proceso de reconstrucción:

M: ¿Qué es lo que recuerdas de la distancia que hubo entre nosotras, más que el motivo que la originó, hay algo particular que recuerdes? ¿Algo en mi actitud/palabras durante ese tiempo te lastimó?

C: Recuerdo que yo me sentía muy culpable en general. En mi mente todo lo que había ocurrido y que daba como resultado -según mi lógica- el alejamiento que tuvimos había sido responsabilidad mía y por lo mismo me lo merecía. En aquel entonces no tenía el más mínimo control ni era consciente de cómo percibía y vivía la culpa pues no había pasado por procesos de introspección ni terapéuticos que me ayudaran a separar y entender las cosas. La realidad es que yo tomé como algo que me merecía todo lo que pasaba, y sentía que solo dañaba a quienes quería, así que no busqué acercarme por temor a dañarte más, por eso mismo, nada de lo que hiciste ni dijiste en ese periodo me lástimo, pues me estaba lastimando yo sola y me parecía natural el que hubiera un distanciamiento. 

M: Sobre la charla en donde pusimos las cosas sobre la mesa: ¿Cómo fue tu sentir, recuerdas algo particular sobre ese momento?, ¿qué papel crees que tuvo esa charla para reconectar o reconstruir?, ¿crees que fue fácil a partir de ahí? 

C: La charla en el momento fue incómoda para mí, no sabía del todo como reaccionar, pero entendía que estabas abriendo una puerta que yo pensaba cerrada. Recuerdo que te admiré mucho y sobre todo me sentí querida por alguien a quien yo igual quería. Saber que existía la posibilidad de reconstruir, o más bien, que era algo que querías, hizo que fuera si bien no fácil, más esperanzador intentarlo, y eso fue disminuyendo la sensación de culpa. 

Sí fue muy incómoda. Era la primera vez que le comentaba a una amiga cómo su actuar me había lastimado, lo que generó en mi mente, para este momento en mi vida ya acariciaba un poquito mis emociones sin pretender hacerme la ruda, ni en exceso comprensiva para omitir mi sentir y también incluí las cosas que consideré hice mal. Le hablé de cómo y por qué decidí desinteresarme en ella, esa acción consciente que verbalicé con varias amistades en común que rayaba en el desprecio. Este espacio nos sirvió para escucharnos, nos dimos cuenta que coincidíamos en duelos y me dio la oportunidad de acercarme a cómo fue para ella vivir una etapa llena de culpa y caos. Dejé que mi empatía hacia ella regresara sin juzgar. 

Sin deseos por esperar la intervención del destino o tiempo , ni a la espera romántica de tener una amiga capaz de leer mi mente -aquí el feminismo ya tenía un lugar en mi vida- pensé mucho sobre qué requería para reactivar el vínculo: necesito que me hables/saludes primero, diario, durante 3 meses. Esto debe de colocarte de nuevo en mi cotidianeidad y yo habré de volver a ti. Si no lo logro, ya fue. 

Me da pena compartir esto porque aunque me hizo sentido, con el paso de los años sentí que me excedí. Ella me dijo que no lo considera como tal ya que era algo que yo le pedí de corazón y no tuvo problemas, no lo consideraba exagerado, fue un acuerdo que acepté, dijo. Clau fue constancia pura, no faltó ni un solo día, asomaba su carita por mi chat cada que podía, pasaba libros, memes, chistes, y poco a poco nos acompañamos en otros duelos compartidos. Los tres meses pasaron volando y el primer día del cuarto mes yo la saludé primero. Así reinició mi amistad con Claudia.

Los ecos de la reconstrucción

Volteamos a ver nuestra reconstrucción con alegría y creemos que aún nos queda mucho por aprender sobre cómo sostener vínculos con otras mujeres, pero si algo podemos compartir es que la plática incómoda es vital. Hacerse cargo de lo que una hizo, validar emociones propias y de la otra, no solo hablar de cómo nos lastimaron y esperar retribuciones. Esperar, ser constante, invertir tiempo y volver a coincidir en los tres puntos elementales de la amistad: cuidados, intimidad, actividades e intereses. 

Creo que todo eso, más la voluntad conferir una importancia relevante a nuestro vínculo, fue lo que nos sirvió para dar a luz una cosmovisión completamente nueva que quisimos expandir a otras:

—Clau, creo que ya no tenemos amigas— le dije un día por chat.

—No, Miranda, ya no tantas. 

—¿Y si conseguimos más?

Poco después, Clau, decidió comenzar a impartir círculos literarios bajo el nombre de Matria Literaria y las nuevas amigas llegaron. Nos emocionaba mucho y sentíamos un ánimo de vincular desde sitios más sanos. Yo comencé a asistir también a otros círculos, talleres y más rostros se sumaron. El pasado ya es solo una lección que de vez en cuando recordamos o compartimos, como cuando decidí contarles a mi nuevo grupo de amigas “ARMY”.

Hazael, a quién conocí por ser parte del fandom de BTS, me comentó que escucharme hablar sobre amistad le había ayudado a recuperar un vínculo muy querido para ella. Saber que mi experiencia amistosa, incluidos sus desazones, tuvieron eco en la vida de alguien más me recordó la importancia de compartir nuestras experiencias. Para sumar su historia, le escribí un mensaje y para este ensayo compartió que el distanciamiento con su amiga ocurrió cuando las dos comenzaron a buscar trabajo y su amiga aplicó para una vacante que deseaba:

“Estaba dolida no porque hubiese aplicado, si no porque sentí que lo hizo a mis espaldas. Yo entendía que su padre le puso presión para que lo hiciera incluso cuando ella le dio contexto respecto a mí, […] pero el pensamiento de su padre de “pues es algo público en una página web”, la convenció y aplicó. Honestamente si me lo hubiese dicho desde el inicio, no niego que habría sentido un pinchazo, pero no habría pasado de ahí. Ella lo sabía, y aunque hablamos sobre ello y podía ver cuán arrepentida estaba, la realidad es que no volvió a ser lo mismo”.

Tras dos años de casi no hablarse, la pandemia y BTS las volvió a reunir, pero: 

“…todavía con esa línea de excesivo respeto a la vida privada de la otra. Entonces en 2021, llegué a Cancún y te conocí. Hablas sobre la amistad y como entre mujeres nos deberíamos apoyar, cosa en la que ya creía, pero me diste una perspectiva aún más amplia al respecto. Lo que más se quedó conmigo fue: ¿por qué solo con los hombres somos capaces de sentarnos y hablar sobre nuestro sentir respecto a un problema?, ¿a tratarlo muchas veces hasta aclarar las dudas?, ¿por qué sí nos damos tiempo de aclarar el estatus de una relación romántica y definir si solo estamos pasando tiempo juntos o somos una pareja seria pero no con nuestras amigas?, ¿por qué sí somos capaces de presentar a dos personas que creemos sería un gran match como pareja, pero no con amigas?, ¿por qué cuando te pasan el contacto de esa persona sí te atreves a hablarle, a coquetear, a hacer preguntas para conocerlo pero si hacen lo mismo con otra mujer para que sean amigas no podemos? Entonces mi cabeza explotó”.

Leer la memoria de Hazael me transporta al día en el que lo dije, fue la primera vez que hilé en voz alta una reflexión sobre la amistad, fue el hablar de mi historia, de todo lo que no hice, la esperanza por haber recuperado mi amistad con Clau y el disfrute que era vivirla en una etapa nueva. 

Hazael también escribió: “Estaba impactada. Se lo conté a Alicia y las llamadas que hacíamos para hablar sobre BTS y fangirlear, se convirtieron en sesiones para retomar lo que dejamos en un cajón en 2018. Hablamos sobre el punto de vista de cada una, de cómo nos afectó, de que genuinamente habíamos sufrido más de lo que nos admitimos a nosotras mismas y cómo creíamos que a la otra simplemente no le importaba tanto. Tal vez no fueron tantas sesiones como recuerdo, pero sí fueron muy largas, me atrevería a decir que hasta de 5 horas”.

Los cuestionamientos sobre la amistad que escuchó Hazael, las retomé de reflexiones construidas en los espacios que gestiona la filósofa Marisabel Macías, en donde las conversaciones me han permitido cuestionar mi relación con otras mujeres. En su interés por la amistad entre mujeres, la autora, en compañía de su querida amiga, Selvia, exploran este tema en su pódcast «Amigas, no rivales. Relatos culturales de la amistad entre mujeres». Aquí hablan de las problemáticas que aquejan esta relación como los celos, envidias, el duelo mismo o los contextos en donde puede existir. 

Selvia Vargas, en el episodio sobre las amistades que terminan, comparte: “No todos los vínculos sobreviven a los cambios de condiciones […] Hablar desde la honestidad no siempre garantiza que va a funcionar. […] yo sí me he quedado a veces con eso en algunos vínculos, “hice lo posible”, en otros la verdad me rendí y ni siquiera lo intenté” y Mar complementó que el “éxito” de una ruptura amistosa podría ser “romper sin romperse” y que desde ahí podría politizarse, reflexionar o gestionar acuerdos para admitir que los deseos cambian así como los vínculos. Separarnos amorosamente, como abona Marisabel, podría ser la meta a alcanzar cuando un vínculo se transforma o un elemento a proponer para la construcción de una ética de la amistad. ¿Cómo debemos amar a una amiga y hasta dónde llega nuestro amor por ellas?

En el caso de Hazel y su amiga Alicia, fue hablar sobre la amistad que anhelan tener, la conexión que quieren. Dejaron de asumir y tienen el acuerdo de preguntar para evitar las confusiones, dialogar desde el respeto, el amor y la honestidad.  Socializar nuestras experiencias, compartir nuestros saberes, tiene un gran eco en otras: puede reconstruir amistades.

Las amigas sí salvan, acompañan y cuidan

M: Clau, quiero preguntarte algo sobre nosotras: siento que siempre has tenido una afinidad mayor con otrxs (igual yo) pero a pesar de eso, nos seguimos acompañando o buscando cómo vincular. Y creo que es algo bonito, ¿has percibido esto? Si, sí, ¿cómo es para ti? Si no y estoy loca también me dices. 

C: Creo que nuestra amistad es un lugar seguro. No sé qué tan idealista o por el contrario poco romántico (o mucho) sea esta respuesta, pero así veo nuestra amistad. Creo que hemos construido un vínculo que permite que nos comuniquemos de forma clara y sin temor, sabiendo que hay espacio para ir y volver, para expandirse o reducirse sin temor a nada. Yo siento que tenemos nuestros momentos o situaciones de afinidad pero en general concuerdo contigo, hay mucho de nuestra forma de entender, sentir y expresarnos que hace que no tengamos una afinidad constante e intensa, pero creo que ambas somos conscientes y estamos cómodas con eso, porque tampoco es que seamos completamente distantes, creo que vibramos en sintonías ligeramente distintas que se acompasan de una forma bastante armónica. 

He vuelto a Mérida en varias ocasiones, Clau es parte importante de mi sistema de cuidados y en 2022 lo volvió a demostrar acompañándome a una de las locuras más grandes que he hecho post-cirugía: volver al mar. Clau no sabía nadar, así que mis otras amigas me ayudaron a acostarme cerca de la orilla para estar al alcance de las olas. Todas sonreímos al ver cómo el agua me elevaba, pero Clau no, estaba inquieta y por encima de su miedo, decidió entrar para asegurarse que estuviera bien.

Caminó hasta encontrarme entre las olas y puso sus brazos alrededor de mi cintura con firmeza: “Voy a gritar cada que una ola me toque”, advirtió. Sonreí grandote y respondí, “está bien, muchas gracias por venir”. Yo fui muy atrevida por hacer eso, ¿qué podía hacer con solo una pierna anclada en la arena contra la fuerza del mar? Nada. Pero las dos abrazadas en el vaivén del agua me hizo sentir que teníamos un mejor panorama para sobrevivir a mi aventura. Clau fue muy valiente ese día para mí y si hace muchos años sentí que me hirió por no serlo, el mar se llevó esa sensación.

El grado de afinidad es algo que ha dejado de preocuparme, ahora veo que solo era mi forma de proyectar el amor romántico en mis vínculos amistosos y espero que si vuelvo a llegar una amistad con la que sienta una gran afinidad pueda cuidarla de mejor manera. El tiempo y el feminismo me permitieron ver que me “enamoré sin límites”, romanticé “la conexión”, el ideal de tener una amiga “con quién no tengas que decirte nada, solo entenderse sin dramas”. Ahora sé que sí necesitaba palabras y sobre todo límites que no planteé lo cual me dejó sin un mecanismo para hacer pausas en mis vínculos. Aún sigo aprendiendo e intentando construir mi ética de amistad personal para que pueda cuidar a mis amigas, reducir mis posibilidades de herirlas y hacer acuerdos de convivencia que nutra ambas partes sin romperlas por el tiempo que nos toque acompañarnos en nuestra vida.

M: Clau, ya sería todo, muchas gracias. ¿Tienes unas últimas palabras sobre nuestra amistad, la reconexión y el futuro que nos depara?

C: Creo que nuestro vínculo cambia constantemente, pero que los cambios en él responden a los cambios en nosotras, y al acompañarnos constantemente tenemos la posibilidad de entender estos cambios, de que sean una evolución y no algo que nos tome por sorpresa. Creo que en gran medida coincidimos en las cosas que son importantes para nosotras y eso nos permite sabernos no solo acompañadas sino confiadas en la otra. 

Nos puedo ver en el futuro como amigas, conociéndonos y reconociéndonos a través de los cambios y las cosas que afrontemos, veo nuestro vínculo como algo que ambas queremos cuidar y desde ahí sé que es seguro que permanezca.

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Referencias:

Belli, L. F., & Suárez Tomé, D. (2023). Filosofía de la amistad: Experiencia, sentido y valor de nuestro vínculo más libre. TAURUS.

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